EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Después del aeropuerto

Octavio Klimek Alcaraz

Noviembre 03, 2018

 

En estos días somos no sólo testigos, sino también parte en México, a través de la consulta ciudadana de una decisión histórica para acabar con un megaproyecto sobre un lago. Así, la ciudadanía ha participado en la decisión que ha tomado ya el presidente electo de la República para no seguir construyendo un mega aeropuerto en el lago de Texcoco.
Con ello, se ha rechazado las prácticas discrecionales de una minoría, que ha decidido casi siempre por la mayoría. Dicha minoría ha detentado no sólo el poder económico, sino también el político, siempre en su beneficio particular y cuando han existido pérdidas las han sociabilizados a todos nosotros, la mayoría.
Dicha minoría ha debilitado de manera sistemática al Estado mexicano, bajo la idea de que el mercado todo lo corrige, en la búsqueda del máximo beneficio económico. Sin embargo, las fallas del mercado, al no internalizar costos ambientales o sociales, en muchos casos no son corregibles y por ello se requiere un Estado mexicano capaz de realizar dichas correcciones. Por ejemplo, se debe comprender que las crisis financieras son coyunturales, pero asuntos de vida como el cambio climático o la pérdida de la biodiversidad son estructurales. Ese es el tamaño del reto en los próximos años por venir, el de recuperar el Estado mexicano, separando el poder económico del político, y que tenga la fuerza suficiente de corregir el mercado.
En el debate en torno a la consulta para encontrar soluciones al problema de la saturación del actual aeropuerto internacional Benito Juárez de la Ciudad de México fue posible que la ciudadanía tuviera un mayor conocimiento no sólo de aspectos financieros, técnicos, ecológicos o sociales, sino también de los problemas de la forma en que se decide la realización de estas grandes obras, en la opacidad y con indicios de corrupción. El lema “Yo prefiero el Lago”, nos dio claridad en nuestra forma de resolver el tema.
La gran movilización de la ciudadanía afectada de manera directa por la obra del aeropuerto en el lago de Texcoco fue claramente en contra de continuar dicha obra. La gran mayoría de la gente que participó en la consulta en el país no se dejó engañar por las opiniones falsas y sesgadas, salvo escasas excepciones, de los empleados de los diversos medios de comunicación propiedad de esa minoría afectada en sus negocios en torno al aeropuerto. Así, se evitó hablar de sobrecostos del aeropuerto tanto en su construcción y operación; de la forma de otorgar obras a contratistas; de los daños y efectos ambientales irreversibles en el lago de Texcoco y área de influencia de continuar la obra; de los grandes negocios inmobiliarios y de servicios en juego, por citar algunos temas, minimizados en los medios de comunicación.
Escuché de diversos sesudos comentaristas, supuestos amigos de la legalidad y de escaso conocimiento en limnología, a la manera del nazi ministro de propaganda Goebbels que decía “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad,” señalar una y otra vez, que el lago de Texcoco no existe. De hecho, entendí que, esas para fortalecer esa idea, se escribe por ello de manera recurrente “terrenos del ex lago de Texcoco,” además de difundir imágenes estereotipadas de lagos europeos, que nada tienen que ver con el tipo de lago que es hoy y fue el de Texcoco.
Resulta que la Ley de Aguas Nacionales define en su fracción LXI de su artículo 3 lo que es el vaso de lago, laguna o estero, como: “el depósito natural de aguas nacionales delimitado por la cota de la creciente máxima ordinaria.” Es decir, al seguir recibiendo escurrimientos y de manera directa lluvias, el lago de Texcoco es lago y puede llegar a establecerse de manera contundente en los terrenos del aeropuerto en construcción. Por ello, el lago de Texcoco conforme a la citada Ley queda en administración de la Comisión Nacional del Agua, que no debería permitir el cambio de destino de sus terrenos.
En realidad, esas aproximadamente 5 mil hectáreas donde se pretendía construir el aeropuerto forman parte del gran lago de Texcoco y son parte de los últimos remanentes del complejo lacustre de la cuenca cerrada del Valle de México. Citaré un par de cuartillas del libro del Dr. Exequiel Ezcurra De las chinampas a la megalópolis (FCE, 1990): “Antes del surgimiento del Estado azteca, aproximadamente en el año 1000 de nuestra era, el sistema lacustre del fondo de la cuenca cubría aproximadamente 1 500 km2 y estaba formado por cinco lagos someros encadenados de norte a sur: Tzompanco, Xaltocan, Texcoco, Xochimilco y Chalco. Los dos lagos del sur, Chalco y Xochimilco, y los dos del norte Tzompanco y Xaltocan, eran algo más elevados y sus aguas escurrían hacia el cuerpo de agua central más bajo, Texcoco, donde la escorrentía de toda la cuenca se acumulaba antes de evaporarse a la atmósfera. El agua de escorrentía, en su camino desde las laderas de los cerros hacia las partes bajas de las cuencas, va disolviendo sales minerales de las partículas del suelo y de las rocas que encuentra a su paso… En la cuenca de México, como en todas las cuencas cerradas, el destino final de las sales acarreadas por el agua es la parte más baja de la cuenca, donde el agua se evapora y las sales se van acumulando lentamente a lo largo de cientos o miles de años. Las aguas del lago de Texcoco, en consecuencia, eran salobres; y desde el punto de vista geológico formaban un verdadero “mar interior”, como atinadamente se refirió Hernán Cortés a este gran cuerpo de agua” (p. 12-14).
De todos es conocido el ecocidio en el Valle de México. Los conquistadores españoles empezarían a desecar el sistema lacustre desde hace 400 años, con tajos como el de Nochistongo, y se han continuado tan magnas obras con los carísimos y poco funcionales drenajes profundos y emisores, con la coartada de prevenir inundaciones, preferida sobre una ingeniería realmente ecológica. Esto ha producido la disminución del agua en el subsuelo en el fondo de la cuenca, como es los terrenos desecados de manera artificial por los drenajes en parte del gran lago de Texcoco, agregándose a este desastre el bombeo de agua para suministrar a la población. La consecuencia ha sido la contracción de las arcillas que han literalmente hundido la ciudad en casi 10 metros promedio el siglo pasado y los hundimientos continúan. Debido a esos hundimientos, los sistemas de drenaje para sacar el agua del Valle están en contrapendiente y se tiene que usar el bombeo para sacar el agua de lluvia afuera del mismo. En casos de grandes lluvias por un tiempo de varios días, dichos drenajes serían insuficientes y se inundaría buena parte de la Ciudad de México.
En el caso del lago de Texcoco, cuando se constituyó el Plan Lago de Texcoco y se fijaron los límites de su vaso en el Diario Oficial de la Federación el 21 de julio de 1971, se delimitó una superficie de 14 mil 500 hectáreas (el lago de Pátzcuaro tiene aproximadamente 9 mil hectáreas), de esta superficie, para el aeropuerto se tenían destinadas 4 mil 431 hectáreas. Se estima que, de diversas maneras, en su mayoría ilegales, se han dado en propiedad unas 5 mil hectáreas.
Es decir, los terrenos del vaso del lago de Texcoco son de alrededor de 10 mil hectáreas. Esas 10 mil hectáreas son el último gran sitio de regulación natural que le queda al Valle de México. Si se hubiera permitido construir el aeropuerto, impermeabilizado más terrenos e impidiendo por la propia operación del aeropuerto que se inundaran diversas áreas de naturaleza inundable, existía el riesgo de aumentar la vulnerabilidad de inundaciones del Valle de México ante los fenómenos hidrometeorológicos más frecuentes e intensos en tiempos de cambio climático.
Ahora se tiene la oportunidad de retomar e ir más allá del viejo pero efectivo Plan Lago de Texcoco, que buscaba de alguna manera restablecer el balance hídrico y ecológico en el Valle de México. Hay lecciones aprendidas, que en mi opinión se deben valorar y debatir la posibilidad de establecer un área natural protegida tanto por los servicios ecosistémicos que presta el lago de Texcoco, como por su importancia para la conservación de la biodiversidad. Esta área natural protegida podría ser una reserva de la biosfera hasta un área de protección de recursos naturales. Obvio habría que hacer el estudio previo justificativo para ello. El tema es no dejar en la incertidumbre el destino ecológico del área, sujeta a todo tipo de presiones económicas y sociales.