EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

DIARIO DE VIAJE

Silvestre Pacheco León

Octubre 16, 2016

-III-

Marsella

Marsella está entre las tres ciudades más grandes de Francia, su población rebasa los 800 mil habitantes, más o menos igual que Acapulco. Es una ciudad cosmopolita, como todos los puertos, y a pesar de que la base de su economía es el comercio marítimo, muy parecido a la ciudad Lázaro Cárdenas, Michoacán, Marsella ha podido integrar al turismo como una actividad dinámica aprovechando sus atractivos de playa y clima propicio, con las actividades culturales de su vecina Cannes.
Así como es notable la presencia de españoles, entre las minorías que se ven en la ciudad, abundan los italianos y mucha gente de origen africano que llegó a raíz de la descolonización de Argelia.
Un paisaje urbano común en esta ciudad que figura entre los puertos más importantes del mediterráneo, es la presencia de las mujeres musulmanas vistiendo su atuendo tradicional, el hijab, como se le llama al pañuelo con el que cubren su cabeza, cuello y garganta, y la bata o vestido amplio que oculta el resto del cuerpo, lo que le da el toque de tolerancia tan apetecido de las sociedades modernas.
Ya he señalado la saturación de la ciudad por tanto vehículo que hay en ella cuya característica principal es el abigarrado de sus casas y la estrechez de sus calles, por eso entre las medidas que el gobierno ha ideado para desalentar la compra y el uso de vehículos es un alto precio de tenencia y en los permisos para circular, tanto como los pagos para estacionarse.
Si no puedes conseguir un hotel con estacionamiento y no quieres que tu carro corra riesgos estacionado en la calle, estás obligado a pagar una tarifa cuyo precio por noche oscila entre los 30 y 32 euros. Bueno ese precio cobran en las ciudades más visitadas y saturadas porque hay otras como Brujas, en Bélgica, donde la tarifa es de 3 euros la noche, mientras que en Amsterdam tienes la posibilidad de dejar tu carro a la entrada de la ciudad y tomar un tren gratis al centro ida y vuelta.
Sin embargo, tanto auto en las calles habla del nivel de vida alcanzado por esta sociedad donde la venta de automóviles de lujo, junto con los perfumes de marcas globalizada, los accesorios y la ropa, son de las actividades comerciales más llamativas en la Costa Azul.
Abundan las agencias concesionarias de la italiana Ferrari, Alfa Romeo, de la alemana, Audi y BMW, de la francesa Peugeot, así como la Honda y la Toyota de Japón, eso sí, la mayoría de colores sobrios, negros y grises, principalmente, como es el gusto de los europeos, a excepción de los italianos que usan colores alegres.
En la autopista, durante las siete horas de París a Marsella, sólo por curiosidad contamos apenas tres autos de colores llamativos, todos los demás se confunden entre el color gris y el negro.
En la autopista también llama la atención la ausencia de autobuses de pasajeros, y no es que estos ocupen carreteras secundarias, sino que el transporte en tren por barato, rápido y seguro los ha suprimido.
Nuestra estancia en Marsella es por dos días y cuando platico con mi amigo Paul de nuestro deseo por visitar la ciudad de los perfumes, responde entusiasmado sobre los atractivos de Grasse, alentándonos a ir, aunque nos recuerda que no podremos ver en sus campos los atractivos sembradíos de lavanda que cubren de morado sus campos, porque la temporada de flores ha pasado.
Paul, el francés que nos recibe y aloja ha progresado en su español, ahora nos dice en nuestra lengua, ¡buenos días!, para halagarnos, mientras nos sirve el desayuno en el corredor interior del hotel, junto al estanque de agua azul con techo de teja, que contrasta con el ocre suave de las paredes y el blanquísimo color de las piedras colocadas a modo de empedrado, todo en un espacio diminuto.
Mi amigo ahora está más gordo, igual de calvo, pero sigue sirviendo los más apetecibles panes y mermeladas caseras, de colores y sabores diversos.
Desde la primera mañana nos halagó con un café traído de Perú, fuerte y aromático que combina muy bien con los panes de semillas, el brioche y el pan de miel, la mantequilla y las mermeladas de ciruela, naranja y frambuesa.
El trato que hemos recibido, el respeto y la atención que los europeos tienen para los turistas es de las primeras cosas que puedo enumerar a su favor.
La noche que llegamos a Marsella era jueves de futbol y, como sucede en todo el mundo, la gente abarrotaba los negocios de la Rue Lodi viendo el partido mientras nosotros buscábamos algo que cenar.
Ya era tarde, y la mesera del primer restaurante al que nos metimos volvió apenada después de hablar con el cocinero, explicándonos que era hora de cerrar.
Cuando supo que éramos mexicanos trató de hacernos plática, nos dijo que estudiaba literatura latinoamericana, y aunque sólo recordó a Pablo Neruda, se esforzó por atendernos, acudiendo con el dueño del negocio quien, muy atento, arregló que el cocinero trabajara la orden de la mesera.

El Palais Longchamp

En esta visita a Marsella conocimos el Palais Longchamp que alberga los museos de Bellas Artes y de Historia Natural, además de un pequeño zoológico.
Se localiza en la parte alta de la ciudad y aunque nos habían hablado ya de la belleza del lugar nos sorprendió por el remanso de paz casi en medio de la urbe.
Entramos por el acceso al planetario cuyos pasillos se veían solos, pero a pocos metros de andar bajo los árboles descubrimos que estábamos a espaldas de la entrada principal, un anfiteatro monumental que alcanza unos 50 metros de altura en una superficie de casi una hectárea, toda ella cubierta de mármol blanco con esculturas que son una alegoría a la fertilidad y al trabajo.
Unas gigantescas columnas sostienen el arco que encuadra la fuente principal, que puede admirarse desde arriba subiendo por las escalinatas construidas en ambos extremos.
No son caballos ni tampoco sirenas o delfines los que aparecen en la fuente, sino unos enormes toros robustos que emergen llenos de vitalidad.
El agua de la fuente principal que está en el centro, cae mansamente en el estanque desde el cual resbala escaleras abajo acompañada por una fila de fuentes pequeñas que luego forman el lago donde nadan patos y cisnes blanquísimos.
El día de nuestra visita no estaban abiertos ninguno de los museos, pero pudimos recorrer el llamativo zoológico del parque donde conviven animales libres y enjaulados: jabalíes, toros, vacas y jirafas; gorilas, elefantes, osos y caballos, todos en colores amarillo, verde, azul y morado, hechos de fibra de vidrio con la idea de mostrar la valía que tiene aprender a convivir entre diferentes.
Dejamos el puerto de Marsella el viernes 23 de septiembre recordando camino a Grasse al puñado de marselleses que en 1472 marcharon a la capital en apoyo a los revolucionarios de la Comuna de París, acuñando en su camino el himno que hace honor a su nombre.