EL-SUR

Jueves 12 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Diario de viaje

Silvestre Pacheco León

Octubre 23, 2016

IV

Grasse, la ciudad de los perfumes

Grasse es una ciudad antigua que creció desde la Edad Media en la ladera de los Alpes Marítimos, en el sur de Francia, dentro de la región Provenza Costa Azul.
La ciudad que nació en torno a la industria de la curtiduría, de la cual pasó a la de los perfumes a raíz de que Catalina de Médicis le hizo promoción por los guantes de cuero perfumados que recibió como regalo de esa provincia, acrecentó su fama en la edad moderna gracias al impacto que tuvo la ya famosa novela El perfume del alemán Patrick Suskind, publicada en 1985, la que narra la historia de un asesino que nace en París, sin olor, y con sentido asombroso del olfato que crece obsesionado por los perfumes.
La parte central de la novela se desarrolla en Grasse, región donde el personaje Jean Baptiste aprende las técnicas más avanzadas para extraer la esencia de las flores y la mezcla de los olores, descubierto cuando está a punto de obtener el perfume de la belleza femenina.
La historia de Grase y sus perfumes en la vida real está ligada a una iniciativa de los curtidores de pieles locales quienes en el siglo XVII se sobrepusieron a la mala fama que tenían entre la nobleza local por la fetidez de los cueros que invadía la ciudad, cuando lograron el apoyo de la corte francesa a raíz de que le regalaron a Catalina de Médicis un par de guantes de cuero perfumados que fueron el delirio de la reina.
Con esa fama, desde el siglo XVII se conoció a Grasse con el nombre de los “Guanteros perfumistas” y ellos aprovecharon la coyuntura para desarrollar la industria de los perfumes gracias al microclima que hay en su región, favorable al cultivo de las rosas, el jazmín, lavanda, el mirto y los naranjos.
Desde que conocí esta ciudad en el 2001 siempre quise volver con más tiempo, fascinado por la novela, pero también por el color y el perfume de sus campos.
En Grasse el perfume de las flores permanece todo el tiempo en el ambiente a pesar de su particular evanescencia, no importa que sea fuera de la temporada de la cosecha, su efecto también se mira en el gesto alegre de la gente.
Son tres las familias de perfumistas más reconocidas que han trascendido los siglos, Gallimard, Fregonart e Isnard, las cuales sabiendo la importancia de la tradición y beneficiándose del prestigio que da la fabricación de perfumes y esencias naturales en el mundo, se han integrado al turismo recibiendo a los visitantes con una invitación para conocer sus museos con visitas guiadas por las viejas casonas que antes funcionaron como fábricas, en el centro de la ciudad mostrando en un paseo la vida antigua y el arte de hacer perfumes.
En esta visita tuvimos la fortuna de conocer a una de las descendientes de los Isnard, una hermosa y cautivadora mujer, al frente de su negocio. En los dos días que la vi me sorprendió su alegría y buen trato que parece ser su estado de ánimo natural, toda una gracia.
Nos habló de la novela de Suskind y el agradecimiento que le guardan al escritor alemán por la difusión de su industria.
Tengo como recuerdo de mi visita una fotografía con ella en una de sus tiendas de Grasse, donde casi se disculpó de que no hubiéramos podido visitar los morados y perfumados cultivos de lavanda, pero sin embargo nos trajimos su esencia.

Las personas que contactamos

Cuando llegamos a Grasse nos recibió el sol radiante y el viento fresco que viene del mar humedeciendo las montañas y el valle.
Como ya la temporada de las vacaciones veraniegas pasó, el hospedaje es relativamente fácil y barato, aunque puede que el precio tenga que ver con el lugar donde se localiza nuestro hotel que de tan alto es como hacer una excursión a pie cada vez que decidimos bajar al centro, cortando camino por las veredas escalonadas con descansos estratégicos bajo la sombra de los olivos.
Son tantos los escalones que debemos andar que cada vez perdemos la cuenta de su número, distraídos en mirar las enredaderas que van cubriendo las centenarias paredes de los edificios haciéndolas lucir atractivas.
En realidad llueve poco, nos confirma Cecilia, la muchacha uruguaya que conocemos como dependienta de la tienda de perfumes, quien nos hace ver en la vegetación el cambio de tonalidades del verde, que va del esmeralda al dorado, al seco y al amarillo.
Cecilia es una muchacha joven, pareja de un francés con el que se fue a vivir hace dos años. Estudió una carrera técnica en diseño industrial y aprovechó su estadía en un museo de la Unesco para conseguirse el viaje.
Con Cecilia platicamos brevemente sobre el modo de vida francés, se le ve contenta, y más cuando platicamos sobre su paisano Eduardo Galeano y algunos de sus libros.
Nos dice que está a punto de comenzar a leer de su paisano Las venas abiertas de América Latina, como antecedente para su plan de recorrer nuestro continente.
Bueno, y debo confesar mi inclinación por contar de las personas que vamos contactando en nuestro viaje porque creo que ese es uno de los principales beneficios de viajar.
Hemos pasado a Cannes, donde se prepara la exposición de los productos que ofrecen las empresas proveedoras de los festivales de cine.
Ahí conocemos a Carolina, una paisana de Sonora, alta y de buen porte, de grandes ojos negros y de hablar sensual.
Trabaja en la oficina de turismo y se alegra de ver a sus paisanos y nos atiende diligente. No le pregunto pero me imagino que debió haber participado en algún concurso de belleza representando a su estado.
En Grasse nos quedamos más tiempo del previsto, en un hotel casi en la cima de la montaña donde el primer día nos imaginamos que sólo nosotros y el personal administrativo lo habitamos, hasta que en la mañana siguiente en el desayuno descubrimos que hay nueve familias, todas viajeras en coche, son italianas, francesas e inglesas.
Para caminar por sus calles embaldosadas y sus callejones estrechos y para visitar sus museos nos quedamos en Grasse más tiempo del previsto, pensando en que nos espera el rudo camino de los Alpes por donde hemos decidido continuar pasando la frontera italiana.
Salimos de Grasse el 23 de septiembre y nos despedimos de la Costa Azul pasando por Niza donde sigue encendido el fuego de la ofrenda por las personas que murieron no se sabe si por un acto terrorista o simplemente un accidente de quien manejaba un camión que invadió el banqueta donde había cientos de personas presenciando un desfile.
En nuestro mapa hemos trazado el rumbo para llegar a Ivrea, un pueblo italiano del Piamonte, famoso ahora por su carnaval y la batalla de las naranjas, y cuando son casi las tres de la tarde dejamos territorio francés e iniciamos el ascenso por un camino muy empinado, angosto y sinuoso que nos hace temer por la capacidad del auto.