EL-SUR

Miércoles 17 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

DIARIO DE VIAJE

Silvestre Pacheco León

Noviembre 06, 2016

VI

De Cúneo a Turín o Torino

Al otro día, después del desayuno en el que nos admira la variedad de postres que ofrecen en el hotel, vamos a recorrer el tianguis de Cúneo. Ya ayer por la tarde noche caminamos el centro de la ciudad con sus corredores larguísimos de tiendas modernas y aparadores elegantes.
En este tianguis, a diferencia de tantos que hay en nuestra república, vienen muchos productores rurales que venden directamente a los consumidores, frutas y verduras, quesos y yogurt, pero también abunda la ropa y el calzado.
El tianguis que es aprovechado por los lugareños tiene un nombre muy pegajoso que refiere su área de influencia, Il mercato della Riviera dei Fiori.
Convencidos de que hemos conocido lo más interesante del lugar, después del paseo por la ciudad, a medio día seguimos nuestro camino hasta Ivrea, la ciudad donde nació la fábrica de máquinas de escribir Olivetti y ahora es famosa por la batalla campal a naranjazos que en carnaval recuerda el levantamiento popular contra los invasores.
Tres nombres de ciudades fundadas por los romanos de los césares que aparecen en nuestro itinerario me llaman la atención, el primero es Ivrea, el segundo Antibes y Breda el tercero. Quiero saber más de ellas y espero conocerlas.
Para llegar a Ivrea pasamos por Torino, o Turín, la hermosa ciudad que en el pasado fue la capital de Italia y ahora lo es de la región del Piamonte. Tiene entre sus orgullos a la industria automotriz creadora de la marca Fiat cuyas siglas resumen el nombre de la Fábbrica Italiani de Automovile Torino, la cual ha ganado el mayor número de premios en los concursos del Coche del Año en Europa, (así dice en su propaganda), lo cierto es que en esa misma fábrica se producen los coches de lujo Ferrari y Alfa Romeo.
Pero volviendo a la Fiat y al auto de esa marca que hemos alquilado para el viaje, aprovechamos un descanso a la orilla del río Po para hacer cuentas de los gastos que nos ha generado del 21 al 28 de septiembre.
De peaje por el uso de autopistas hemos gastado 78 euros desde París a Marsella y luego a Turín, pasando por Mónaco.
En Europa, por fortuna, sólo Francia cobra cuota por el uso de sus autopistas. Eso lo sabemos ahora que ya hemos pagado para ir a la costa, pudiendo haberlo hecho con toda calma usando los caminos secundarios.
Hemos pagado 118 euros de gasolina en poco menos de mil kilómetros. En esa cantidad no tomamos en cuenta que el auto lo recibimos con tanque lleno y así mismo lo tenemos que devolver.
Sólo en Marsella tuvimos que pagar 54 euros por el estacionamiento, en el resto de los lugares que hemos visitado, el hospedaje lo incluye. (En Cúneo el hotel nos cobró 3 Euros adicionales por guardar el auto).

Una ciudad de ambiente cultural

En Turín nos admira que el viento frío que baja de los Alpes ha provocado una tupida lluvia de hojas que alfombran sus calzadas.
Se respira un aire de cultura por sus universidades afamadas y los grupos de estudiantes que caminan alegres y de prisa por la ciudad, abarrotan los cafés y saturan las paradas de los tranvías.
Aquí la Universidad de Turín presume sus seis siglos de existencia con egresados como Antonio Gramsci, uno de los más importantes fundadores del Partido Comunista de Italia, y Umberto Eco, conocido en el mundo por su novela El nombre de la rosa, publicada en 1980.
La basílica de Superga, de la que toma el nombre una conocida marca de zapatillas deportivas, famosas por su suela de caucho, se mira imponente a la distancia.
Cerca de esta iglesia fue donde murieron en 1949, en un avionazo, los futbolistas del equipo Torino, considerado como el mejor del mundo en la década de los cuarenta.
Dejamos la ciudad con el deseo de conocerla en detalle, de caminar por sus amplias avenidas y visitar sus numerosos museos, principalmente el que resguarda los tesoros de Egipto, los más valiosos de aquella cultura después de El Cairo, así lo dice la información oficial de la ciudad.
Nos seguimos hasta Ivrea para comer bajo los castaños de una placita que han hecho suya los pichones, las palomas y uno que otro cuervo metiche, de los que a su llegada las demás aves se alejan.

El lago De Orta

Como es temprano y nos sentimos con bríos para seguir, pensando que debemos avanzar para llegar en la fecha indicada al Mar del Norte donde viven miembros de nuestra familia, retomamos el camino de la montaña sabiendo que hemos entrado a la sin igual región de los lagos que comparten Italia y Suiza.
No nos equivocamos porque a poco andar nos encontramos con el lago De Orta, que no podemos admirar en su esplendor porque en esta hora de la tarde lo ha invadido una neblina densa. Vamos bordeando el inmenso lago cuando nos percatamos que en la colina hay dos hoteles de aspecto llamativo.
Decidimos detenernos a preguntar por el precio, y como las condiciones del hospedaje nos parecen inmejorables, nos quedamos.
Hay un embarcadero frente a nosotros que está entre el cerro del faro y el hotel, junto a la carretera.
Fuera de un velero que avanza lentamente hacia el muelle, nadie más anda en el lago en esta tarde fría de octubre. Una veintena de huéspedes habitan en el hotel, los contamos a la hora de la cena.
Vimos el atardecer sin la nieve de las montañas y sin poder admirar en el espejo del lago el reflejo de la isla de San Giulio con su imponte castillo, como aparece en la publicidad.
En la noche descubrimos la torre iluminada que hace las funciones de faro en lo alto del cerro, quizá haya un camino para visitarlo pero muchas ganas no tenemos de caminar más allá de la orilla del lago, donde se han construido grandes mansiones, hoteles, casas de veraneo con amplios jardines y accesos privados.
Sólo cuando dejamos el hotel podemos apreciar los pueblos medievales que se establecieron a la orilla del lago.
En la cena del hotel Fontaine bleau todos los comensales se enteran que somos mexicanos, se los ha comunicado Otelo, el mesero que tiene elaborada toda una historia sobre el Hamlet de Shakespeare, su madre en labores de parto y el día que él nació.
Otelo nos cuenta que vino a México hace diez años, que visitó Puerto Escondido, Oaxaca, y dice tantas maravillas de los lugares que conoció que le agradecemos que las divulgue.
Otelo, el mesero italiano que se prendó de Puerto Escondido, tiene ganas de regresar por la belleza del mar y lo pintoresco de la ciudad. Nos dice que le encantó el pequeño hotel ecológico donde llegó. Ahí conoció a un periodista que lo invitó para acompañarlo por varias ciudades de nuestro país; así visitó Taxco, la ciudad platera con su catedral dedicada a Santa Prisca y San Sebastián, que son los patrones de la ciudad.