EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Diecinueve años de los caracoles zapatistas

Tryno Maldonado

Agosto 16, 2022

METALES PESADOS

 

“Nosotros, hombres y mujeres íntegros y libres, estamos conscientes de que la guerra que declaramos es una medida última pero justa. Los dictadores están aplicando una guerra genocida no declarada contra nuestros pueblos desde hace muchos años, por lo que pedimos tu participación decidida apoyando este plan del pueblo mexicano que lucha por trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz. Declaramos que no dejaremos de pelear hasta lograr el cumplimiento de estas demandas básicas de nuestro pueblo formando un gobierno de nuestro país libre y democrático”.
Con estas palabras pertenecientes a la primera Declaración de la Selva Lacandona, del 1 de enero de 1994, la Comandancia General del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) proclamaba los ejes fundamentales de su lucha.
En el cuaderno de texto de primer grado de la escuelita zapatista: Resistencia autónoma. La libertad según los zapatistas, las y los zapatistas compartirían mucho más adelante un cúmulo de testimonios de los retos y las responsabilidades de llevar esos distintos ejes a la práctica cotidiana a lo largo de los años. A partir de un mosaico narrado en primera persona por bases de apoyo zapatistas e integrantes de las Juntas de Buen Gobierno de los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (marez), se documentan las resistencias económica, ideológica, cultural, política, social, así como las múltiples resistencias contra los ataques militares y paramilitares (que continúan hasta el día de hoy).
En la serie de comunicados de 2003 publicados bajo el título Chiapas: la treceava estela, el EZLN relata el proceso bajo el que se generaron los acuerdos para consolidar los espacios llamados originalmente “Aguascalientes” y que, a la larga, serían la semilla para los ahora conocidos “caracoles”, el lugar de las Juntas de Buen Gobierno: “Necesitábamos un espacio para aprender a escuchar y a hablar con esa pluralidad que llamamos ‘sociedad civil’. Acordamos entonces construir el espacio y nombrarlo ‘Aguascalientes’ puesto que sería la sede de la Convención Nacional Democrática (rememorando la convención de las fuerzas revolucionarias mexicanas en la segunda década del siglo XX). Pero la idea del ‘Aguascalientes’ iba más allá. Nosotros queríamos un espacio para el diálogo con la sociedad civil. Y ‘diálogo’ quiere decir también aprender a escuchar al otro y aprender a hablarle”.
No obstante, como relata el EZLN, el espacio del primer “Aguascalientes” surgió bajo la necesidad de una iniciativa política de coyuntura: “Muchos supusieron que, agotada esa iniciativa, el ‘Aguascalientes’ perdía sentido. Pocos, muy pocos regresaron al ‘Aguascalientes’ de Guadalupe Tepeyac”. Al cabo de éste ocurrió la traición al zapatismo por parte del entonces presidente Ernesto Zedillo, el 9 de febrero de 1995. El primer “Aguascalientes” fue destruido por el Ejército y con un gesto de violencia simbólica construyó sobre sus restos un cuartel militar.
“Pero si algo caracteriza a los zapatistas, es la tenacidad”, continúan en su recuento los zapatistas. “Así que no había pasado un año cuando nuevos ‘Aguascalientes’ surgían en diversos puntos del territorio rebelde: Oventik, La Realidad, La Garrucha, Roberto Barrios, Morelia. Entonces sí, los ‘Aguascalientes’ fueron lo que debían ser: espacios para el encuentro y el diálogo con la sociedad civil nacional e internacional. Además de ser sedes de grandes iniciativas y encuentros en fechas memorables, cotidianamente eran el lugar donde ‘sociedades civiles’ y zapatistas se encontraban”.
El 17 de agosto de 2019, hace exactamente tres años, apareció el comunicado Y rompimos el cerco, firmado por el subcomandante insurgente Moisés, de la Comandancia General del Comité Clandestino Revolucionario Indígena (CCRI) del EZLN. El pronunciamiento salió a la luz a 16 años de la creación de los primeros cinco caracoles zapatistas y sus Juntas de Buen Gobierno:
“Después de años de trabajo silencioso, a pesar del cerco, a pesar de las campañas de mentiras, a pesar de las difamaciones, a pesar de los patrullajes militares, a pesar de la Guardia Nacional, a pesar de las campañas contrainsurgentes disfrazadas de programas sociales, a pesar del olvido y el desprecio, hemos crecido y nos hemos hecho más fuertes”, se leía en el comunicado.
Posteriormente, la comandancia del EZLN hizo el anuncio de que había expandido durante esos últimos años su territorio de organización, resistencia y autonomía. En 1994 el EZLN y las bases de apoyo realizaron la toma pacífica de 38 municipios del estado de Chiapas. Fue el origen de los municipios autónomos, los marez. El EZLN multiplicó hace tres años sus marez, después de décadas de arduo “trabajo político y organizativo” con mujeres, hombres, niños y ancianos “bases de apoyo zapatistas”, y dio a conocer la creación de siete caracoles más.
Los caracoles surgieron en 2003, después de que en 2001 los partidos políticos de izquierda, centro y de derecha desoyeran y tiraran a la basura los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena, por lo que las y los zapatistas decidieron cerrar todo diálogo y trato con el Estado mexicano y ejercer, en los hechos, su propio autogobierno en las llamadas Juntas de Buen Gobierno. Todo al margen de un Estado que invisibilizó a los pueblos indígenas y de la clase política entera que no sólo los traicionó, sino que mantiene hasta la fecha una guerra informal continua a base de militares y paramilitares contra aquello que los gobiernos partidistas combaten sin tregua: la autonomía, la dignidad y la autodeterminación de los pueblos organizados.
“Aunque con lentitud, como debe ser según su nombre, los 5 caracoles originales se reprodujeron después de 15 años de trabajo político y organizativo; y los marez y sus Juntas de Buen Gobierno también tuvieron que hacer crías y ver que crecieran. Ahora serán 12 caracoles con sus Juntas de Buen Gobierno”.