Jesús Mendoza Zaragoza
Diciembre 12, 2016
Ayer, 11 de diciembre se cumplió una década del arranque de la guerra contra el narcotráfico que el ex presidente Felipe Calderón inauguró con la Operación Conjunta Michoacán. Esta espectacular acción del gobierno federal pretendió neutralizar el poder de los cárteles de la droga en varias regiones del país, entre ellas, en Guerrero donde se implementó la Operación Conjunta Guerrero en el año 2011. Esta decisión del gobierno federal ha tenido un altísimo costo social y humanitario en términos de muertos, desaparecidos, malestar social y crisis política. Arrojar a las calles, de manera masiva, a militares y policías federales, ha sido la sustancia de la así llamada estrategia contra la inseguridad y la violencia que Felipe Calderón, primero, y Enrique Peña Nieto, después, han sostenido para resolver la tragedia nacional generada por la delincuencia organizada.
¿Qué podemos decir, después de 10 años? Es oportuno que como sociedad demos una mirada retrospectiva y hagamos un balance con el fin de ponderar los resultados y proponer perspectivas a futuro. Quiero indicar ahora, a manera de esbozo, algunos elementos que nos ayuden a evaluar estos 10 años de esta guerra tan sangrienta.
1. Hay que tomar en cuenta el contexto de la decisión tomada por Calderón en torno a la Operación Conjunta Michoacán y a todo lo que se vino después. Fue una decisión política tomada en un contexto en el que necesitaba legitimarse después de un proceso electoral muy cuestionado. La acción espectacular de enviar a militares y policías federales como vanguardia en la estrategia gubernamental contra la violencia y la inseguridad estuvo contaminada con intenciones no tan legítimas que convenían al gobierno. A 10 años, vemos que esta decisión no benefició ni siquiera a los gobiernos, pues el descrédito que los acompaña ha ido creciendo, se han quedado solos con su estrategia que no goza del apoyo de la sociedad en general.
2. Hay que señalar, también, que el gobierno no contaba con un diagnóstico riguroso ni responsable de lo que estaba pasando en el país en ese momento. No contaba con que el crimen organizado estaba ya infiltrado en las instituciones públicas, sobre todo en las de seguridad y en las de justicia. Eso le complicó las cosas porque tenía al enemigo en casa y, por otra parte, el poder de respuesta de la delincuencia fue mucho mayor del esperado por el gobierno. Por eso, las cosas se han estado complicando con el tiempo. La decisión de hacer la guerra al narcotráfico confrontándose con el poder de las armas ha convertido el territorio nacional en campo de guerra con secuelas muy dolorosas.
3. La estrategia, la famosa estrategia federal, sustancialmente represiva, no fue capaz de frenar la violencia ni el poder de las organizaciones criminales. Desde entonces hemos tenido, fundamentalmente, una estrategia estrictamente policiaca, incapaz de responder a la situación del país, que es mucho más compleja. Comprender la situación del país en términos policiacos ha sido fatal porque las armas no pueden sustituir a la inteligencia ni a la razón. La estrategia gubernamental ha tenido una visión tan estrecha que escamotea la amplitud de las causas de la violencia en el país.
4. Como consecuencia, no se han considerado todos los factores de la violencia. Ni el factor económico (desigualdad, desempleo, reformas) ni el político (corrupción, impunidad, rezago en la administración de la justicia, sistema penitenciario, violencia institucional), ni el cultural (cultura de la ilegalidad, emergencia educativa) ni el social (violencias en las familias, contra las mujeres y los niños). Los factores siguen vigentes y, por lo mismo, la violencia no se detendrá sin más.
5. Uno de los factores más importantes ha sido la corrupción pública, que aún permanece intocada. La corrupción ha acompañado la génesis y el desarrollo de la delincuencia organizada en México, es la que le ha abierto las puertas y la que ha establecido relaciones de complicidad entre las mafias y los poderes públicos. La corrupción ha provocado una creciente distancia entre el interés público y los intereses de la delincuencia, tanto la que está incrustada en las instituciones del Estado como la que trafica con las drogas. Por eso la sociedad se resiste a colaborar con los poderes públicos porque desconfía de ellos. Y esto es muy dañino para el país.
6. Omitir respuestas públicas proporcionales a las causas de la violencia, ha generado o desarrollado otros problemas. Tenemos el caso de las organizaciones de autodefensa de las más diversas, que evidencian un Estado ausente y hasta contrario al bien público. Si bien en un principio las autodefensas tenían un legítimo derecho, la mayoría de ellas han derivado en un grave problema por estar en el limbo legal y por su problemática relación con la sociedad. Otro gran problema ha sido el desplazamiento forzado de muchos miles de mexicanos, con todas las dificultades que entraña su situación.
7. Muchos nos preguntamos si estos 10 años no han sido un tiempo perdido en este tema. Pareciera que los gobiernos han sido sordos al clamor social y se han cerrado a la voz de los ciudadanos y de sus organizaciones. Pareciera que sólo dan palos al aire y que no saben qué hacer. Es más, pareciera que todo es una farsa, una simulación, en la que hay mucho ruido pero escasos resultados.
8. A lo largo de estos años se han levantado voces como las de las víctimas. Las organizaciones de familiares de desaparecidos son las que más se han escuchado. Las víctimas son las que han entrado al escenario, con justas razones, para movilizarse y organizarse. Las víctimas organizadas, a mi juicio, son la mejor respuesta que se ha escuchado en la sociedad civil. Pero solas no pueden. Requieren la solidaridad y la compañía de todos. Sin el impulso de una sociedad civil exigente y responsable, la simulación seguirá y perderemos otros años más. Aquí está el gran desafío: cómo lograr que se establezca una ruta que abra un camino en el que la sociedad cuente con un gobierno que la secunde y la apoye para conseguir la paz.
9. Es necesario escuchar todas las voces en relación a estos 10 años. También es necesario pensar juntos de manera responsable y solidaria sobre el futuro de nuestro país.