Humberto Musacchio
Octubre 16, 2006
Diez años del Crack
Nacidos entre 1966 y 1968, Ignacio Padilla, Pedro Ángel Palou, Eloy Urroz y Jorge Volpi
forman el núcleo duro de la llamada Generación del Crack que ahora llega a sus primeros
diez años de vida. Y vaya si tienen qué celebrar. Con la ambiciosa novela Un siglo tras de
mí, Eloy Urroz redondea el primer tramo de una trayectoria literaria que ha transitado por los
caminos de la poesía, el ensayo y la narrativa. Jorge Volpi, con No será la tierra, da fin a la
trilogía iniciada con la exitosísima novela En busca de Klingsor, misma que obtuvo en 1999
el prestigioso Premio Biblioteca Breve. Prolífico narrador y sesudo ensayista, Pedro Ángel
Palou se ha convertido en una autoridad literaria pese a que sacrificó muchas horas en
tareas burócraticas y ahora en la rectoría de la Universidad de las Américas. Por su parte,
Ignacio Padilla, que este año publicó la novela La gruta del toscano, cuenta con una
impresionante colección de premios que van desde el Kalpa, de ciencia ficción, obtenido
en 1983, hasta el Primavera de la firma Espasa Calpe. Se trata, pues, del hasta ahora
último grupo de las letras mexicanas que ha dado obras y recibido reconocimientos, los
suficientes para ganar un merecido lugar en la literatura de aquí y de otros lados.
Magali Tercero presentó libro
Magali Tercero reunió una colección de sus crónicas con el extraño título de Cien freeways:
DF y alrededores, libro editado por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Un
pecado mayor de los editores es haber incluido en cuadrados de apenas dos centímetros
por lado fotografías de Maya Goded, una relevante figura de la fotografía mexicana
contemporánea, de las pocas que han alcanzado relevancia internacional. Pese a tan
lamentable empleo de esas tomas, el libro se salva por las historias que recoge Magali
Tercero, algunas de rostro agradable, como las referidas al tequila o a la lotería y sus
beneficiarios, no los vivales de Vamos México, sino los ciudadanos de a pie que le han
pegado al gordo hasta tres veces, como uno de los personajes entrevistados por la autora.
Más intensas son las historias duras, como la que recoge la experiencia de “una noche de
putas”, una visita al reclusorio femenil de Tepepan, otra que captura vestimentas e ideas de
la variada fauna que asiste al tianguis del Chopo y Un día en la morgue, crónica de 1997
según la cual llegan a ese lugar 365 cadáveres cada año, uno por día. En fin, un libro para
estómagos fuertes de una escritora que afronta su trabajo sin complacencias.
Sobre la revista Mentáfora
En los años 50 circularon cuatro revistas ahora olvidadas: Dintel, Espiral, Fuensanta y
Hierba. La primera fue dirigida por Carlos Ramos Gutiérrez, Armando Cámara Rosado y
Álvaro Menéndez Leal, quien usaba como seudónimo Álvaro Menén Desleal. En ella
colaboraron Marco Antonio Millán, Elías Nandino, Xavier Sorondo y Juan Rulfo, quien ahí
publicó un adelanto de Pedro Páramo. Los grabadores Mariano Paredes y el checoslovaco
Kolomán Sokol estuvieron entre sus ilustradores. De Espiral, dirigida por A. Silva Villalobos,
lo más recordable es que la ilustraron Elvira Gascón, Carlos Mérida, Aurora Reyes y el Dr.
Atl. Fuensanta, que dirigía Jesús Arellano, fue la más longeva de las cuatro, pues se
publicó de 1948 a 1954. En las cuatro páginas de que constaba cada número aparecieron,
dijo Silva Villalobos, “los primeros poemas de Rosario Castellanos, Dolores Castro, (y)
Jaime Sabines; al lado de autores como Pellicer, Altolaguirre, Bonifaz Nuño, Mirlo, Ponce y
las dos Margaritas de nuestra literatura contemporánea” (Michelena y Paz Paredes). Otros
colaboradores fueron José Luis Martínez y Sergio Galindo. Hierba era la única de las cuatro
que se hacía fuera de la ciudad de México, en Torreón, donde salía por los empeños –de
todo tipo– de Enriqueta Ochoa, José Herrera M. y Gloria González Z. Esos cuatro impresos
desaparecieron para dejar su lugar a Metáfora, que fue conducida por Jesús Arellano y A.
Silva Villalobos. Aportaban dinero para su sostenimiento intelectuales como Miguel Bustos
Cerecedo, Desiderio Macías o Wilberto Cantón, lo mismo que políticos con un pie en la
literatura, como José López Bermúdez, Rodolfo González Guevara, Mario de la Cueva,
Alfonso Noriega y el panista Jorge Eugenio Ortiz Gallegos, quien había sido cofundador de
Fuensanta. La columna Colofón era tan brava que le valió a la revista el remoquete de
Mentáfora.
Breviario…
El próximo jueves 19, a las 7 de la noche, en el bar Las Hormigas de la Casa del Poeta,
José María Espinasa y Adolfo Castañón presentan el número 102 de Blanco Móvil, la revista
que dirige Eduardo Mosches y que reúne en esta entrega a escritores venezolanos.
Ausencio Cruz leerá algunos textos acompañado con música de Sergio Fernández. ***
Murió Gillo Pontecorvo y resulta inevitable recordar las ovaciones que suscitaba la aparición
de su nombre en pantalla y los largos aplausos al final de la proyección de La batalla de
Argel, en los años 60, y sobre todo de Queimada, con maese Brando, a principios de los
70, cuando el gran cineasta italiano ya era conocido y adorado por sus fans mexicanos.
Eran otros tiempos y la utopía brillaba en el horizonte. *** “Mozart fue un compositor casi
perfecto”, dijo Carlos Prieto el miércoles en Bellas Artes. “El casi –agregó– es porque no
compuso música para chelo”, de ahí que él y Héctor Vasconcelos intepretaran esa noche,
en la gala para celebrar Mozart, variaciones creadas por Beethoven sobre la música del que
fuera niño prodigio. Las partituras, en extremo difíciles según los que saben, fueron
ejecutadas con solvencia por los dos músicos. *** Malva Flores ganó el Premio de Ensayo
José Revueltas por El ocaso de los poetas intelectuales, Luis Ayhllón obtuvo el premio de
teatro por la obra El libro de Dante; y el gran Daniel Sada se llevó en forma más que
merecida el Premio Nacional de Colima para Obra Públicada por Ritmo Delta, en tanto que
Armando Vega Gil, que se desplaza tan bien en la música –es integrante del Palomazo
Informativo– como en las letras, recibió el Premio Nacional de Cuento INBA-San Luis
Potosí. El de ensayo sobre artes plásticas se declaró desierto.