EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Divulgar neurodatos

Florencio Salazar

Septiembre 01, 2020

Debería empezar advirtiéndoles de que lo que quiero decirles es sumamente importante pero es un secreto.
Humberto Eco.

Todo, absolutamente todo todo lo que pensemos, podrá hacerse público. Pero no solo los pensamientos, también los recuerdos, imágenes, sentimientos, deseos, percepciones e intenciones. Igual que una plataforma petrolera extrae petróleo en el Golfo de México a tres mil metros de profundidad, se podrán extraer neurodatos desde la conciencia profunda. En un futuro próximo podrá descubrirse, a partir de la idea o el pensamiento, la simulación, la mentira, las buenas y malas intenciones, y será imposible ocultar desde los más bellos sentimientos hasta las pasiones más oscuras. Y no es ficción, aunque lo parezca.
No alcanzo a imaginar cómo será la sociedad en donde todos sean conocidos sin maquillaje. La ciencia avanza hacia la última frontera de la conciencia con el fin de saber, con la mayor exactitud posible, todo sobre el sistema neuronal y aliviar enfermedades hasta ahora incurables. Su arco de influencia lo mismo atenderá migrañas, bipolaridad, Párkinson, sicopatía, que todo tipo de depresiones y desviaciones conductuales con la elaboración de mapas cerebrales.
El beneficio es atractivo pero el costo puede ser muy alto. Como la ciencia no tiene ideología no hay mucho que considerar para suponer lo que harían los tiranos con esa información. ¿Cómo se podrá vivir en una sociedad sin secretos? Sin ese misterio que se susurra y que permite el ocultamiento de hechos y que a su poseedor le cubre de un halo de poder. Una pálida idea la ofrece la novela de Enrique Serna El vendedor de secretos, la historia de un periodista que extorsionaba a políticos y empresarios a cambio de no publicar sus actos ocultos. ¿Esas palabras deben ser develadas para que el secreto nos pertenezca a todos?
En 2013 el Congreso de Estados Unidos, a iniciativa del Presidente Obama, aprobó un presupuesto de 6 mil millones de dólares para la investigación cerebral a través de neurotecnologías avanzadas innovadoras, por medio de “herramientas (electrónicas, ópticas, moleculares y computacionales) que servirán para registrar la actividad cerebral o para interferir con ella, colocando dispositivos invasivos (dentro del cerebro) o no invasivos (por encima del cráneo).
El neurólogo Rafael Yuste, advierte de los graves riesgos: se podría cambiar el comportamiento de una persona; destrozar nuestra privacidad mental; penetrar al consciente y al subconsciente al registrar la actividad cerebral; conocer nuestros pensamientos. Se trata de que, si bien será un avance notable para el tratamiento de enfermedades cerebrales, también tiene el riesgo potencial de hacer públicos “nuestros pensamientos, percepciones, memorias, imaginación, emociones, decisiones”.
No es ciencia ficción, advierte el neuroinvestigador Yuste, “es lo que hacemos ya con animales de laboratorios”. Desde 2008, en un laboratorio de Berkley (California), con escáneres magnéticos se sabe con mayor precisión qué imagen está pensando un voluntario. Por ello, un grupo de científicos –participa el doctor Yuste–, ha propuesto reglas éticas para usar estas tecnologías; legislar para que los neurodatos sean objeto de neuroprotección con el máximo rigor; y desarrollar hardware y software para que los neurodatos se conserven reservados.
El grupo científico está trabajando para concientizar a parlamentos y gobiernos con el propósito de que actúen tomando las medidas necesarias oportunamente. La preocupación no es para menos: hay proyectos en ejecución en China, Japón, Corea, Australia, Canadá, Israel y la Unión Europea, a la que se están sumando empresas privadas y farmacéuticas. Las tecnologías que desarrollan serán “interfaces cerebrales-computador que conecten el cerebro a la red, equivalentes a los IPHon del futuro”.
Podrá parecer fantasioso. Pero en otras investigaciones se proyecta el uso de dispositivos que los pacientes podrían usar durante un tiempo corto, diariamente, para registrar la información que proporcione su organismo, pudiendo ser avisado antes de que pudiera ocurrir un infarto, por ejemplo. El objeto es que la Inteligencia Artificial utilice los resultados en resonancias magnéticas que diga al radiólogo “oye, tienes que mirar esta imagen inmediatamente”. Esta es la cara brillante de la moneda.
Me llama la atención que ningún medio de comunicación (prensa escrita, TV, radio, redes) haya hecho eco a este importante ensayo del doctor Yuste. Debemos compartir la preocupación del neurocientífico. Urge prepararnos para prevenir la próxima epidemia, que afectará los derechos humanos más fundamentales. Ojalá haya en México investigadores, instituciones académicas y de la sociedad civil interesados en revisar este mega proyecto al que el Presidente Obama comparó con la gesta de llevar al hombre a la Luna.
Si el reloj checador de nuestra historia registra ausencias y retrasos, ya es hora de llegar a tiempo. Hay que prevenir. Tenemos la ingrata experiencia del tráfico de datos personales. Carecemos de capacidad científica –aunque tengamos científicos notables– y ni siquiera hemos logrado la conexión por internet para cubrir el territorio nacional. Lo que sí se puede hacer ahora mismo es integrar un grupo de científicos mexicanos que dé seguimiento a la iniciativa de Estados Unidos que –por algo será– el Presidente Donald Trump mantiene en curso.
Puede consultarse en:
* Curar el cerebro, el próximo objetivo de las nuevas tecnologías (M. Victoria S. Nadal, El País, 28082020.)
https://retina.elpais.com/retina/2020/08/28/tendencias/1598607898_555063.html
* La neurotecnología ya lee cerebros: protejamos nuestros pensamientos (Rafael Yuste, El País, 15082020.)
https://elpais.com/ideas/2020-08-15/protejamos-ya-nuestros-pensamientos.html