EL-SUR

Lunes 14 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

Don Chendo Pintos Lacunza, creador de instituciones escolares y culturales

Anituy Rebolledo Ayerdi

Junio 29, 2023

Padre e hijo

La relación epistolar establecida hace años entre este columnista y el médico militar Manuel Adolfo Pintos Carvallo, residente en Puebla, nos permitió conocer hechos destacados de su señor padre, don Rosendo Pintos Lacunza, Don Chendo, así como textos de su pluma. Todos ellos relacionados con la vida de Acapulco del que fue alcalde, líder social y amoroso cronista. Destacan tres: la fundación de la escuela primaria Manuel M. Acosta, la promoción de la secundaria Federal 22 y particularmente la creación de la Biblioteca de Acapulco.
Manuel Pintos Carvallo, escribe: “Siendo Síndico del Ayuntamiento en 1927, mi padre, Rosendo Pintos Lacunza, propone al Cabildo convertir en escuela la residencia de los sacerdotes de la parroquia de La Soledad, conocida como curato. Los prelados habían huido al estallar la Guerra Cristera y al hacerlo cerraron incluso el templo. La iniciativa es aprobada con la designación del propio síndico para realizar las gestiones conducentes ante la presidencia de la República”.
“Al poco tiempo, para sorpresa y alegría del Cabildo, llegará la respuesta afirmativa. La contiene un telegrama firmado por el propio presidente de la República, Plutarco Elías Calles, quien recomienda que la entrega de los bienes parroquiales se haga bajo un riguroso inventario. Para este último efecto, la propia presidencia de la República comisiona a un funcionario federal del puerto para avalar el procedimiento. Una vez cumplida la entrega, el inmueble apenas ayer sagrado será ocupado por los diablillos de la primaria Manuel M. Acosta”.
“Por aquellos años –continúa Pintos Carvallo–, también por gestiones del Síndico Pintos Lacunza, el Cabildo gestionará ante el gobierno federal la creación de una escuela secundaria. La pronta respuesta será la Secundaria Federal No. 22, ¡la primera de Acapulco corriendo ya la cuarta década del siglo XX!. Se le destina como albergue una vieja casona, en Quebrada y Madero, que había pertenecido al doctor Antonio Butrón Ríos, ciudadano cubano-español varias veces alcalde del puerto y propietario de la centenaria Botica Acapulco. Ello, luego de que sean desalojadas las oficinas de Correos y Telégrafos en ella instaladas. Misma casona que 15 años más tarde será destruida totalmente por un terremoto, por fortuna sin ninguna afectación para el alumnado de la secundaria por ser domingo”.

El dominó

Mucho más tarde, frente la rumorología que apuntaba el desalojo de la escuela Acosta para devolver a la iglesia su curato, don Chendo, a la sazón presidente de la Junta de Mejoramiento Cívico y Material de Acapulco, obtiene la promesa personal del presidente de la República, Adolfo Ruiz Cortines, de que tal reintegración no se daría jamás.
“Palabra de amigo y compañero de dominó”, le promete. Una promesa detrás de la cual había una historia de antigua data.
Tropas de la División Militar del Sur, al mando del general Alfredo Robles Domínguez, toman Acapulco en 1914 para sofocar un foco incruento de la “rebelión delahuertista”, contra la reelección presidencial de Obregón. El secretario particular del general Robles Domínguez es un joven veracruzano llamado Adolfo Ruiz Cortines, habilitado como capitán. Este no se hospeda con la tropa, lo hace en la casa de huéspedes de doña Balbina Alarcón viuda de Villalvazo, en la calle de La Quebrada.
Jugador empedernido de dominó, el capitán habilitado le pide a doña Balbina ponerlo en contacto con jóvenes porteños que dominen el juego. Será muy pronto cuando esté integrada la cuarteta requerida: don Chendo Pintos, don Rosendo Batani, don Ismael Carmona (capitán de veras que llegará al generalato) y Adolfo Ruiz Cortines, por supuesto. Las noches les parecerán cortas con el ruidoso manejo de fichas y repitiendo una y otra vez la jerigonza del juego: mano, sopa, güeras, paso, capicúa, ahorcado y zapato. Doña Balbina comentará alguna vez: “no sé por qué diablos siguen jugando si nunca le ganan al joven capitán”.

Ruiz Cortines, candidato
presidencial

Secretario de Gobernación del presidente Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines es postulado por el PRI como candidato a la presidencia de la República, el 14 de octubre de 1951. A partir del primer día de su campaña, su opositor, Miguel Henríquez Guzmán, de la Federación de Partidos del Pueblo, FPP, lo combatirá con argumentos fútiles como su avanzada edad (62 años) y uno muy grave como el de traidor a la patria. Lo sustentaba en que durante la ocupación de Veracruz, por parte de fuerzas militares estadunidenses, Adolfo Ruiz Cortines les había servido de enlace.
El candidato presidencial no hará ninguna exposición amplia en su defensa, sino que acudirá a los testimonios de sus amigos de Acapulco, doña Balbina Alarcón de Villalvazo, don Chendo Pintos, Rosendo Batani e Ismael Carmona, quienes echarán por tierra el infundio. El presidente Adolfo Ruiz Cortines se mantendrá por mucho tiempo como integrante de la cuarteta de dominó.

Mi padre, alcalde

“Mi padre Rosendo Pintos Lacunza –continúa Manuel Adolfo–, fue presidente municipal de Acapulco en 1932, cuando el cargo se confiaba a la persona más idónea, caracterizada por su modo honesto de vivir y, en síntesis, que representara auténticamente a toda la sociedad acapulqueña. Duró sólo unos cuantos meses cuando un grupo de regidores, entre ellos hermanos masones, le dijeron que de plano no servía como político porque era un hombre honrado a carta cabal”.

Cuenta don Chendo

“Aprovechando la presencia en el puerto del presidente Adolfo Ruiz Cortines, para inaugurar la nueva escuela secundaria Federal 22, me acerqué a él y, reconociéndome, me sugirió al momento la organización de una partida de dominó. ‘Para recordar viejos y buenos ayeres’, dijo. Con mucho gusto, señor presidente le contesté, pero ahorita me urge que usted nos ayude a crear una biblioteca que tanta falta le hace a Acapulco. Aquí traigo unos proyectos para que se construya en Quebrada y Madero2.
–¡Claro que sí, don Rosendo, tienes mi palabra de que el edificio de la biblioteca de Acapulco será pronto una realidad.
Entregue, por favor, los documentos a uno de mis ayudantes, fue la respuesta del mandatario.
¡Vaya que si era cumplidor el veracruzano, pues al poco tiempo se inicia la edificación que albergará a la biblioteca pero queda inconclusa por el fin de sexenio. ¡Otra vez a esperar!
“No será por mucho tiempo, a decir verdad. Así llegamos al 1 de diciembre de 1958, fecha en la que toma posesión el presidente de la República, Adolfo López Mateos y yo desesperado porque la obra permanecía tirada. Aparecerá entonces, como caído del cielo, el licenciado Donato Miranda Fonseca, recién nombrado secretario de la Presidencia, a quien recurrí de inmediato. Me pidió que le escribiera una memoranda que atendería más tarde pues estaba a cargo de la entrevista entre los presidentes Adolfo López Mateos, y el estadunidense Eisenhower, aquí mismo.
Miranda Fonseca cumplió su palabra de chilapeño pues la obra de Quebrada y Madero se reanudó inmediatamente para concluirse en 1959. Al año siguiente llegaron los muebles, los anaqueles, las mesas, las sillas, etc. Pero antes de continuar demos otro salto pa’tras, ahora hasta 1949”. Continúa don Chendo en el uso de la palabra:

Museo de El Fuerte

“En 1949, por designación de la Junta Federal de Mejoras Materiales, fui nombrado presidente del Patronato Pro Museo del Fuerte de San Diego. Me acompañaban don Julio Bernal, don Alfonso Uruñuela, don Tomás Otero y don Israel Soberanis. Fue allí, en el Fuerte, donde se me ocurrió crear una biblioteca en la fortaleza y en poco tiempo nos hicimos de un acervo regular: los 80 tomos de la Enciclopedia Espasa Calpe, los 20 de México a través de los Siglos y muchas obras literarias y científicas. La bauticé con el nombre de Dr. Alfonso G. Alarcón, notable científico chilpancingueño”.

Director del museo

“Recién nombrado director del Museo del Fuerte y encargado de las festividades del centenario del Plan de Ayutla, se presenta ante mí Miguel Ortega Martínez, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Y sin más me ordena que le quite a la biblioteca el nombre Alfonso G. Alarcón y que en su lugar le ponga el del general Tomás Moreno, héroe de la Revolución de Ayutla”.
“Sin darme yo mismo tiempo para pensar, francamente irritado, le contesté que no cambiaba ningún nombre porque la biblioteca no era del INAH sino del pueblo de Acapulco. Y por si usted lo ignora, subrayé, el general Moreno no era guerrerense sino guanajuatense, muy valiente y todo pero no sabía leer ni escribir. Tan irritado como yo, el funcionario dio por terminado el Patronato pero la biblioteca no cambió de nombre”.
“Así llegamos a 1954, año de grandes tormentas políticas. El Congreso de la Unión declara desaparecidos los poderes de estado de Guerrero, encabezados por mi compadre Alejandro Gómez Maganda. Yo, entonces sin nombramiento y sin sueldo me fui retirando poco a poco de las actividades del Fuerte”.

La biblioteca y yo, una crónica

“El Comité Administrador del Programa Federal de Construcción de Escuela (CAPFCE) entrega en 1959 el edificio terminado, con salas para conferencias, exposiciones y proyecciones cinematográficas, además de talleres para encuadernación y reparación de libros. Un buen día se presenta ante mi don José Alfaro Cervera, subjefe de Bibliotecas de la SEP, para darme a conocer mi designación como director de la primera biblioteca de Acapulco. Supuse de inmediato la intervención del licenciado Miranda Fonseca y no me equivoqué”.
“El funcionario pidió la propuesta de 4 tecnólogos y 2 ayudantes de intendencia. Fueron nombrados Hermelinda Hernández de Pintos, Guadalupe Medina Ochoa, el profesor Miguel Arizmendi Dorantes (quien renunció dejando su lugar a su hermano Raúl); Nicolás Palacios, José Antonio Romero González (intendente para cobrar, tecnólogo para actuar) y Alberto Ramírez. Yo me resistí a aceptar la dirección porque recordé aquello de que “después de vejez viruelas”, además de que nunca había sido empleado federal”.
“Fue entonces cuando la señorita Leonor Llach, jefa de Bibliotecas de la SEP, me pidió que aceptara el cargo ofreciéndome que yo no necesitaría de vacaciones ni permisos especiales para abandonar el puerto. Me quedé, pues, pero como tecnólogo para cobrar y director para actuar. Todos nos dedicamos al estudio del Manual del Bibliotecario. El sueldo general era de $528 mensuales que, con el 80% de ‘vida cara’, llegaba a $950.40, reducido con los descuentos a $857”.
“Por aquellos días nos llegó una partida de libros de la SEP y recibimos el donativo de varias obras. Yo mantuve mi insistencia en que se nos devolvieran los libros y muebles del fuerte de San Diego hasta lograrlo. Se recibieron más de mil libros, dos mesas de cedro tres sillones de cedro, dos escritorios y una máquina de escribir.

¡El nombre, otra vez!

“Ya en marcha la biblioteca volvimos a tener problemas con su nombre. Querían un nombre “más grande”, el de un héroe nacional o un renombrado intelectual. Volví en pos de la ayuda del licenciado Miranda Fonseca y el allanó nuevamente el camino. Entonces preparé la biografía del doctor Alarcón que leí el día de la inauguración, el 18 de septiembre de 1960, a cargo del secretario de Educación, doctor Jaime Torres Bodet. El maestro ratificó en su mensaje “que la biblioteca se seguiría llamando Dr. Alfonso G. Alarcón, como la bautizó su creador, don Rosendo Pintos”.

Themis Mendoza Arizmendi

La directora de la biblioteca Dr. Alfonso G. Alarcón, Themis Mendoza Arizmendi, sobrina nieta de dos trabajadores fundadores de la institución, es una dama que ha dinamizado una institución mexicana esclerosada. Ha hecho de ella una estancia grata y amable para quienes antes temían entrar y estar en ámbitos tales. Hoy con gran presencia de niños, jóvenes y adultos en los variados eventos culturales que ofrece.