EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Dos novedades de 2004

Jorge Zepeda Patterson

Enero 19, 2004

 

 

En el arranque de este año se advierten dos cambios interesantes en la vida política del país. Son detalles quizá, pero significativos por sus implicaciones: el estado de ánimo del Presidente, por un lado, y el tratamiento informativo sobre López Obrador, por otro.

A juzgar por las actitudes de Vicente Fox en estas primeras semanas, todo indica que éste no se ha decidido aún entre el enfado para con sus rivales y la necesidad de convocar a la concordia. El disgusto de Los Pinos por la derrota de la reforma fiscal, que consideraba ganada, aún no se disipa. En varias ocasiones al inicio del año ha desafiado al menor pretexto a las otras fuerzas políticas. Les acusa de irresponsables, demagogos y faltos de honestidad. Todo indica que las derrotas acumuladas en los primeros tres años han terminado por exasperar al Presidente y han propiciado un ánimo beligerante. Una actitud que parece decir “a ver de qué cuero salen más correas”.

Sin embargo, Fox sabe que sin el concierto de otras fuerzas políticas su sexenio habrá terminado desde ahora para efectos prácticos. La posibilidad de obtener algunos logros en lo que resta de su gobierno, le obligan a establecer puentes, buscar pactos y propiciar consensos.

No es de extrañar que a lo largo de estas semanas el discurso presidencial tenga tonos esquizofrénicos. Se maneja en bandazos que van desde las propuestas conciliadoras y propositivas dirigidas al resto de las fuerzas políticas, por la mañana, hasta las declaraciones belicosas y retadoras por la tarde.

En algún momento en el inmediato futuro Los Pinos tendrán que elegir una de las dos estrategias y descartar la otra. La razón indica que el Presidente debería optar por el llamado a la unidad, pero el ánimo lo está conduciendo a la confrontación.

Contra El Peje

Algo está pasando en los noticieros de televisión que no se veía desde hace tiempo. Al arranque de este 2004 algunos conductores de los espacios informativos están empeñados en sacar los trapos sucios de Andrés Manuel López Obrador. Un día es la nota sobre el exceso de basura en la ciudad de México; al siguiente se aborda la corrupción de la policía de la capital y un día más tarde la incapacidad de las autoridades para reducir el ambulantaje. No sólo se trata de la insistencia sino también del tono; el reporteo de las notas está salpicado de comentarios lapidarios y descalificadores por parte de los conductores.

Ciertamente el periodismo televisivo nunca se ha caracterizado por ser un dechado de objetividad. Pero es innegable que en los últimos años ha hecho un esfuerzo considerable por ganar credibilidad. Desde luego que esto no se debe a una súbita conversión de los empresarios en paladines de la democracia, sino esencialmente a la presión del público que ha exigido una cobertura informativa más profesional y plural. Es tal la competencia entre las cadenas por los raiting de audiencia, que los noticieros han realizado un esfuerzo significativo para presentarse al público como espacios críticos e independientes de los intereses políticos (no lo son pero, insisto, se presentan como tales).

Por eso es significativa y contradictoria la cobertura cargada en detrimento del gobernador del Distrito Federal con la que se ha arrancado este año.                     Todo indica que las más altas esferas políticas del país están exasperadas por la popularidad de López Obrador y están decididas a hacer algo al respecto. Durante 2003 se percibió el ascenso del tabasqueño como un fenómeno temporal, que sería desinflado por el propio paso del tiempo y por el desgaste que supone el gobierno de una ciudad tan conflictiva como México. Pero ese desgaste no se ha dado. El tiempo pasa y su popularidad se mantiene por encima de la de cualquier otro político. Peor aún, lo que parecía ser privativo de la ciudad de México, se está diseminando por el territorio nacional (las encuestas revelan que los índices aprobatorios de López Obrador han crecido en buena parte del país).

El temor de la élite política es que tal aprobación persista todavía a mediados de 2005. Si tal fuera el caso, Andrés Manuel sería imparable simplemente por el efecto de la cargada: los grupos de interés, los factores de poder, intentarían pactar o sumarse con aquél a quien consideran más viable y, entonces sí, el ascenso del perredista sería imparable.

Así es que, “con la pena”. Los futuros rivales del Peje parecen decididos a desgastar desde ahora su imagen, antes que sea demasiado tarde. Es imposible saber qué es lo que habrán negociado con los grupos de comunicación para lograr una cobertura informativa desfavorable para el gobierno del Distrito Federal y tampoco es claro hasta que punto la televisión está dispuesta hacerlo con cargo a su nueva imagen de pluralidad.

En síntesis, en las próximas semanas habrá que estar atento a la conversación pública para ver si estos dos nuevos elementos adquieren una tendencia definitiva. ¿Optará el Presidente por la confrontación o por la búsqueda de consensos? ¿Se confirmará la campaña en contra de López Obrador o simplemente están midiendo las reacciones? Al tiempo.  ([email protected])