EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Dr. Donato G. Alarcón. Eminente neumólogo acapulqueño que desterró la tuberculosis del puerto

Anituy Rebolledo Ayerdi

Octubre 01, 2020

La familia Rebolledo Zúñiga expresa sus más sentidas condolencias a la familia Reyna Castañón por la pérdida de Gloria Reséndiz Castañón y hace votos por la fortaleza de Ernesto Reyna y sus hijos Xóchitl, Mayra y Beto.

Hijo predilecto de Acapulco

Acapulco se entera apenas en 1977 de la oriundez del doctor Donato G. Alarcón Martínez, neumólogo con grandes reconocimientos internacionales. Las autoridades del municipio acuerdan un homenaje popular para recocer y agradecer al médico su entrega generosa en favor de la salud pública de México. Particularmente, porque 10 años atrás había encabezado el plan piloto para desterrar la tuberculosis azotando al puerto.
El Ayuntamiento encabezado por el cardiólogo Virgilio Gómez Moharro otorga al distinguido profesional el título de Hijo Predilecto de Acapulco, la ciudad que lo vio nacer el 16 de octubre de 1899. Hijo del señor Andrés Alarcón, originario de Chilpancingo, y de la señora Taide Martínez, de Zumpango del Río. Hermano menor del chilpancingueño Alfonso G. Alarcón, médico que da nombre a la primera biblioteca pública del puerto.

Calle Donato G. Alarcón

Más tarde, el recién reconocido acapulqueño recibirá la sorpresa del bautizo de una calle con su nombre; acto al que se suma el gobernador, Rubén Figueroa Figueroa, familiares y amigos del homenajeado. Se trataba de una arteria breve en forma de rotonda sobre la Costera, rodeando las instalaciones del Laboratorio de Análisis del Agua de la Bahía de Acapulco. Creado por la SRH para mantener el control sobre la polución del vaso –uno de los puntos de quiebre del turismo internacional– con la obligación de informar diariamente sobre los grados de contaminación de cada una de nuestras playas.
Una vez descubiertas las placas de bronce reluciente, de las pocas existentes en la ciudad por ser oro puro para los ladrones del metal, la comitiva recorre la novísima arteria. El homenajeado platica animadamente con el gobernador Figueroa y el alcalde Gómez Moharro. Doña Teresa Segovia de Alarcón, prendida del brazo de su esposo, se le acerca lo más posible al oído para susurrarle:
–“Donato, tu calle parece más bien una herradura y es tan corta como callejón de pueblo. ¡Aprovecha ahorita para decirle a tu amigo Figueroa que mejor le ponga tu nombre a una avenida larga y ancha con palmeras a los lados!”
El homenajeado, rostro encendido, aparenta no haber escuchado a la dama. Se suma a la carcajada de la comitiva festejando un chiste del mandatario. Enseguida nomás le “mata los ojos”, como se dice, para dejar finiquitado el asunto…
La comitiva integrada por unas 50 personas recorre la arteria pero ahora en sentido contrario, para regresar al podio donde se pronunciarán los discursos de la ocasión. Siempre prendida del brazo del doctor Alarcón, doña María Teresa, quien al parecer no entendió la reacción del marido, insiste en el tema:
–“Dona: me acabo de acordar de algo que pasó en mi pueblo siendo yo apenas una chamaca. Que al otro día de la inauguración de una calle con el nombre de un héroe, el alcalde le quitó las placas de bronce para venderlas. Pídele mejor a Figueroa que no le vaya a quitar tu nombre a la calle apenas nos vayamos. ¿Sí, Dona?
Un “¡por Dios, mujer, que te pueden escuchar”, es el sordo tañido surgido de la garganta reseca del “hijo predilecto”, quien no cruza la mirada con “La Ñora”, simplemente le retira violentamente el brazo del que pende el de ella. No se queda atrás, seguirá caminando a su lado.

La razón de la sinrazón

Y lo que son las cosas. Mucho más tarde, doña Teresa Segovia de Alarcón tendrá sobrada razón. Tanto que quienes enterados del caso no dudarán otorgarle dones de saurina. La calle, o la herradura, como ella la llamó, no sólo perderá el nombre de su esposo, sino que desaparecerá del mapa de la ciudad. Y no porque el alcalde haya vendido las placas de bronce, sino porque la construcción del hotel Crown Palace borrará todo vestigio anterior entre el inmueble y la Costera.
Los terrenos ocupados por el Laboratorio de Análisis del Agua de la Bahía, sus áreas de servicio, la calle herradura Donato G. Alarcón Martínez y toda una amplia superficie se convirtieron, como por arte de magia, en estacionamiento, áreas verdes, y de acceso a la enorme mole de la hospedería.
Y no pudo ser de otra manera porque la inversión privada, particularmente la extranjera, nunca han venido a Acapulco a ver si puede, sino porque puede viene. Viene a lo que viene, a pagar lo que tenga que pagar y quienes tenga que pagar, ajena por completo a los trasnochados sentimentalismos nativos.
Aún más: el periodista Xavier Rosado, entonces reportero de El Sur, confirmará más tarde que el nombre del doctor Donato G. Alarcón nunca figuró en la nomenclatura oficial. Su presumible calle apareció en los planos oficiales siempre como “La Calle sin Nombre”. Así titulada, por cierto, una película vista y revista en las matinés del cine Río. En ella un actor entonces novato, Richard Widmark, el gangter Stile, de sonrisa franca y malévola, ofrecía clases de cinismo y crueldad a los matones de Guerrero. ¡Por si hubiera hecho falta!

Semblanza del doctor Alarcón

Fue en Tampico, Tamaulipas, donde el doctor Donato G. Alarcón se aproxima al estudio de la tuberculosis, azote no sólo de esa ciudad sino del país entero. Tal es su interés por la especialidad que gana en 1939 una beca Guggenheim, para estudiarla junto con la cirugía de tórax en grandes hospitales estadunidenses de Colorado, Chicago y Nueva York.
Fue el doctor Alarcón Martínez el primer cirujano de tórax que hubo en México, fundador además del primer servicio de esa especialidad. Creador del sanatorio para tuberculosos de Huipulco (hoy Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, cuya unidad quirúrgica lleva su nombre). Director en 1940 de la Campaña Nacional contra la Tuberculosis y presidente del Comité de Lucha contra la Tuberculosis. Fundador y presidente de la Sociedad Mexicana de Neumología y Cirugía de Tórax y director de la Revista de Mexicana de Tubercolosis, hoy de Neumología.

Chávez y Fromm

Con el doctor Ignacio Chávez, nacido en Zirándaro cuando este municipio pertenecía al estado de Michoacán, nuestro personaje mantuvo una amistad sólida y entrañable. Tanto que abandonará la Facultad de Medicina para seguirlo cuando aquél renuncie la rectoría de la UNAM, obligado y humillado por grupos gansteriles de la Facultad de Derecho.
–Es cierto, Nato, aquello de que el león no es como lo pintan–, le comentó un
día Chávez a Alarcón refiriéndose al presidente Gustavo Díaz Ordaz, después del 68–. Fíjate que la última vez que estuve en Los Pinos se portó muy amable conmigo y hasta me ayudó a ponerme el abrigo.
–¡Nacho! –le ataja aquél, incrédulo, alarmado – ¡¿y te dejaste, Nacho?!
Amigo del sicoanalista Erich Fromm y del pintor Francisco Goitia, entre muchos personajes célebres, nuestro hombre fue regente del American College of Chest Phycsicians and Surgeons, el cual le otorgó su medalla de honor, en 1962, durante el Congreso de Nueva Delhi. Fue coautor del libro Clinical tuberculosis editado en español e inglés por Benjamín Golberg, en Chicago. Coautor de la quinta edición del libro Prognosis and extrapleural pneumotórax así como de Non tuberculosis diseases, en el que inició la clasificación de los tumores toráxicos y planteó la primera clasificación del cáncer bucofaríngeo.

Barricadas

Frente a las barricadas levantadas en la Facultad de Medicina de la UNAM, para impedir la entrada del doctor Carlos Campillo Sainz, su sucesor en la dirección de ese plantel, el maestro Alarcón convoca a los exaltados agitadores a una reunión aparte. Luego de una prolongada encerrona, los líderes del movimiento saldrán como corderitos a darle la bienvenida a su nuevo director.
–Hablar con ellos y entenderlos, tan sencillo como eso–, responderá Alarcón cuando le pregunten su método para amansar revoltosos.
En otra ocasión, el médico acapulqueño encarará al líder estudiantil de apellido Payán, quien había irrumpido con un grupo de porros una reunión en la Facultad de Medicina.
–Tienen cinco minutos para abandonar el auditorio quienes no sean maestros y alumnos de esta Facultad –advierte el maestro con voz firme, serena–. En caso de negarse a hacerlo, quienes sí lo somos los sacaremos no de la mejor manera –sentencia con firmeza.
¡Y vaya que sí salieron!

Su centenario

En sesión del 6 de octubre de 1999, a iniciativa del gobernador, René Juárez Cisneros, la 55 Legislatura del Congreso de Guerrero expide un decreto con un artículo único: Se autoriza incluir en el Calendario Cívico de Guerrero la fecha 16 de octubre, para celebrar el natalicio del doctor Donato G. Alarcón Martínez. Con la obligatoriedad de rendirle anualmente un homenaje con la participación de los tres poderes del estado.
Cuando el neumólogo guerrerense cumpla su aniversario número 100, los legisladores lo recordaron como un médico humanista, un hombre de valores familiares, académicos y científicos, amante de la justicia y luchador incasable contra las enfermedades pulmonares. Se exaltaron sus membresías en la Asociación Médica Americana, en la Real Sociedad de Medicina de Londres y de las Sociedades de Tisiología de Brasil, Chile y Cuba.
La comisión del caso estuvo integrada por los diputados Gabino Olea Campos, María Olivia García Martínez, René Lobato Castro, Silvano Zúñiga y Carlos Brugada Echeverría.
Otro homenaje oficial en este centenario se hizo en el Hospital Donato G. Alarcón de Ciudad Renacimiento.

Charles de Gaulle

El presidente de la República Francesa, Charles de Gaulle, en ceremonia electrizante e inolvidable para el médico acapulqueño, lo nombra Oficial de la Legión de Honor de Francia, siempre en reconocimiento a sus trabajos relacionados con la cura de la tuberculosis. El maestro Alarcón recibe en 1966 sendas medallas de oro de la República de Cuba y de la URSS, Instituto Bresnewiski de Moscú.

Su muerte

En 1980, a los 81 años de edad, el maestro Alarcón publicó en la editorial Salvat el libro Enfermedades respiratorias, cuya segunda edición en 1990 contiene dos capítulos escritos por su hijo, doctor Donato Alarcón Segovia y su nieto, doctor Edgardo Zavala Alarcón, sobre inmunología y cardiología, respectivamente.
Donato G. Alarcón ejerció la medicina hasta 10 días antes de su muerte, el 6 de agosto de 1991. Su consultorio estuvo siempre colmado de pacientes provenientes de todos los rincones de México, entre quienes derramó su sabiduría y bondad. Fue un baluarte de la medicina en México y tuvo la capacidad para rebasar con su talento nuestras fronteras y merecer reconocimientos internacionales. Escribe Francisco P. Navarro Reynoso, editor de la revista Neumología y Cirugía de Tórax, de cuyo volumen enero-marzo del año 2000 nos hemos servido para esta crónica.

Alarcón Segovia, el hijo

Donato Alarcón Segovia, heredero sin duda el talento y tesón de sus mayores es considerado como el padre de la inmunología clínica mexicana. Dirigió el Instituto Nacional de la Nutrición al que cambió el nombre a Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, un centro hospitalario modelo en el país, Al fundar el Consejo Mexicano de Reumatología, en 1982, el doctor Alarcón Segovia pronunció un discurso titulado Los caminos hacia la autoinmunidad, visión de un investigador clínico. Perteneció a 21 sociedades científicas de todo el mundo y recibió 40 premios y distinciones de organismos nacionales e internacionales. Murió el 21 de diciembre de 2004.
Acapulco, no olvidarlo, tiene una deuda con tan preclaro acapulqueño.