EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Dubai, o las ganas de tener ganas

Efren Garcia Villalvazo

Enero 21, 2007

 

Desgraciadamente llegué tarde, pero alcancé a ver algo así como 10 minutos de un
programa de televisión del canal National Geographic, que ya mucha gente me ha
comentado. Trata acerca de la construcción de los megaproyectos turísticos en Dubai, uno
de los siete países que conforman los Emiratos Arabes Unidos. Es una ciudad
deslumbrante ubicada en la costa de un desierto desanimante bajo otro contexto, en donde
ya está construído el único hotel que ostenta una calidad de ¡7 estrellas!, el Burj al-Arab y un
fantástico aeropuerto que ahora son emblemas de lujo a nivel mundial. El hotel tiene forma
de vela y con sus 321 metros de altura presume ser el más alto; tiene 202 suites dobles de
lujo –sin minibar, pues no se permiten bebidas alcohólicas– que pueden tener hasta 780
metros cuadrados de superficie. Por supuesto que tiene helipuerto. La gente que va ahí se
enroncha con los taxis terrestres normales.
Mohamed Bin Rachid al Maktum, el promotor de este esfuerzo y un hombre ostentoso en
sus gustos, como cualquier jeque árabe que se respete, ya cumplió en su momento con
una me imagino larga lista de excentricidades, entre las que se incluyen la posesión de un
Rolls Royce hecho de oro y otras por el estilo. Pero llegó un momento en que, incluso él, se
dio cuenta de que la fuente principal de su riqueza se iba a agotar: la actividad comercial
dependiente del petróleo.
Considerando que al ritmo actual de explotación las reservas de la zona no van mas allá
de los 50 años, este junior elevado a la décima potencia visualizó claramente un mundo
nuevo. Y se dispuso a conservar su hegemonía monetaria transformando su economía. Se
propuso orientarse hacia el sector de servicios y turismo, provocando un boom inmobiliario
que no tiene parangón a nivel planetario. Y su proyecto estrella: las Palm Islands.
Se trata de inmensos desarrollos construídos en el mar, en un lugar donde no había tierra
firme. El trazo de la nueva línea de costa tenía que ser espectacular, así que escogió algo
sumamente difícil de hacer –la verdad es que nunca se había hecho algo así–: que tuviera
forma de palmera. Estilizada, para ir acorde con los bellos dibujos que se hacen por allá, y
encapsulada por un óvalo que la protege del oleaje y corrientes marinas aparte de realzar
aún más su extraordinaria belleza.
Resultó un derroche de tecnología construir esta estructura; primero se llevó a cabo un
enrocamiento con el trazo exterior de la forma buscada y después se rellenó con arena
extraída del fondo marino con barcos diseñados especialmente para este propósito. Ya
una vez recuperada la arena del lecho y almacenada en las bodegas de la embarcación,
ésta se posiciona cerca del enrocamiento y lanza por encima de él una mezcla de agua y
arena para ir rellenando las nuevas islas artificiales. Y encima están construyendo uno de
los desarrollos inmobiliarios más exclusivos del mundo, con grandes zonas residenciales
y hoteles de lujo, los cuales están casi totalmente vendidos a magnates, políticos y
estrellas del cine y del deporte. La mayoría, si no es que todos, compraron o están
comprando mucho antes de que estén las propiedades siquiera trazadas.
Los nombres de las islas son Jumeirah, Jabel Ali y Deiray, y se espera estén listas en su
totalidad para finales de 2008, por si alguien está interesado.
Como cereza del pastel, el último proyecto offshore del que se tiene noticia por lo pronto es
The World, consistente en 300 islas de arena artificial que serán ocupadas por residencias,
centros comerciales y hoteles de cinco estrellas que no quedarán a la zaga de lo
anteriormente descrito. La forma que tendrán los islotes se asemejará a la de los
continentes que conforman la geografía de la Tierra y estarán circundados por una
protección que simulará el globo terráqueo en proyección Robinson.
No se olvidaron los desarrollos inland –ya hay que hacer la aclaración de qué parte del mar
ocupan– y se construyeron o están en construcción la Dubai Marina, el complejo Burj Dubai
–que contendrá el rascacielos más grande del mundo, con 200 pisos y 705 metros de
altura–, el Dubai Waterfront, la Business Bay, Dubailand y el Ski Dubai –que es una pista de
esquí sobre nieve real, en un complejo de 2.3 hectáreas con 420 tiendas–. ¡Ah!, me faltaba
un proyectito por ahí que no sé exactamente dónde colocarlo, si en inland o en offshore,
pues es nada menos que ¡el primer hotel submarino del mundo! La entrada será por tierra
firme y mediante un túnel se conectará con el complejo hotelero que tendrá la friolera 260
hectáreas de superficie –pensé ponerle también signos de admiración, pero creo que a
estas alturas ya perdieron sentido– con 220 suites bajo 20 metros de columna de agua y
equipadas con todo tipo de artilugios y actividades para promover el ocio al máximo. Se
llamará Hydrópolis y no creo haya necesidad de comentar el asunto de los lujos, que de
seguro no serán pocos.
Ah, pero claro que hubo ecologistas en contra del proyecto. Y los integraron al mismo, así
como a sus preocupaciones con respecto al ambiente y retomaron sus argumentos en
contra como críticas constructivas, para mejorar –si aún era posible– los alcances del
mismo, pues la moda es desarrollar sin afectar a los animalillos y plantas de este planeta.
El problema principal era el azolvamiento del lecho marino, provocado por el relleno con
millones de metros cúbicos de arena de las islas artificiales, y que amenazaba con
sepultar los delicados seres que se desarrollan en ese ambiente. Aparentemente el
enrocamiento contiene la mayor parte de este azolve y permite que se desplacen a lugares
menos agredidos para sobrevivir.
El mismo enrocamiento, con millares de nichos, sirve como refugio promotor del desarrollo
de especies que viven en fondos rocosos, lo cual es una ventaja adicional para el turismo
submarino, muy en boga últimamente con la actual facilidad para fotografiar, filmar video y
editar en una computadora en casa. No me queda claro sin embargo el asunto del impacto
ecológico del punto de donde extraen la arena para llevarla a las nuevas islas artificiales,
pues debe ser tan dañino como el que producen los arrastres de las redes camaroneras
sobre el fondo del mar, pero multiplicado por mil.
Y para finalizar, como si todavía hiciera falta, el jeque se preocupó un poquito más por el
asunto de submarinismo. Por esa gente que va a bucear y que le gusta disfrutar de vistas
novedosas, considerando que los que ahí van tienen las posibilidades económicas para
bucear en cualquier lugar del planeta, por lejano que esté. Les puso arrecifes artificiales,
dos aviones militares y un autobús.
Resulta curioso que un desarrollador con un megaproyecto con tantas posibilidades
económicas se haya conformado con un par de avioncitos y un yonke encontrado por ahí,
teniendo la posibilidad de hundir un barco nuevo si se quisiera. Pero bueno, son
circunstancias que a veces influyen en las deciciones y no se justifican.
Como en el caso de Acapulco, en donde se varó inútilmente un barco listo para hacer un
arrecife artificial y se le enfiló rumbo a un proceso de desguace que sólo a pocos beneficia,
y en la operación se encalló un remolcador que está produciendo daños al ecosistema
marino cercano a Pie de la Cuesta.
No se ve a las autoridades ambientales, dispuestas a llamarte la atención en tu casa si
quemas una bolsa de basura, pero no para estos asuntos de mayor relevancia. No se ve a
unas autoridades turísticas en busca de nuevas maneras de atraer visitantes, formas que
tengan que ver con el ecoturismo, turismo de aventura o cultural o como le quieran llamar.
No se ve una unión de tiendas de buceo proponiendo y protestando por este atentado a lo
que podría haber sido una fuente de trabajo y atractivo. No se ve a uniones de pescadores
protestando en forma por la contaminacion con lo que se le sale al remolcador. No se ve a
los restaurantes de Pie de la Cuesta que protesten mínimamente por que usen su playa
como depósito de chatarra. A la capitanía de puerto sólo se le ve para aclarar la diferencia
entre varar y encallar, y para decir con pena “que se les chispoteó…”.
¡Ay!, no se ve a los acapulqueños que quieran a Acapulco.ww.acapulcoamigo.com