EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Economía y política ante el desarrollo nacional (I)

Eduardo Pérez Haro

Mayo 16, 2017

Por los maestros y periodistas acosados y asesinados.

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, nombró a Robert Lighthizer, representante de Comercio Exterior (USTR) y con ello, reza la prensa, abrió la llave. Inician preparativos para ajustar el TLC. Xi Jinping fustiga el aislacionismo. Lanza China un ambicioso plan de comercio mundial. Quiere conectarse al mundo con una nueva ruta de la seda. Dos noticias que ayer aparecen en los periódicos y que parecen contraponerse en la dicotomía establecida entre protegerse con un desarrollo hacia adentro (EU) o abrirse a la exportación del libre comercio (China). Cualquiera podríamos pensar que el mundo se ha puesto de cabeza. Algo hay de ello, y nos preguntamos ¿qué es lo que México debe hacer? y ¿qué es lo que puede hacer?
Luchar contra las tendencias imperiales, procurar la soberanía y emprender un desarrollo independiente, democrático y justo para los mexicanos. Si eso es lo que hay que hacer, en general se ha intentado desde la Independencia. Se enfrentó a los norteamericanos, se procesó el periodo de Reforma, se expulsó a los franceses, se afrontó a la dictadura porfiriana, se erigió el constituyente, se fincó el cardenismo, se levantó la industria y la urbanización, se ingresó al libre comercio. Los saldos del proceso son de desigualdad social e imposición antidemocrática. Ha habido cambios mas no justicia ni democracia.
En el mundo se defendió el trabajo ante los patrones y se avanzó, los cambios estimulados por las ciencias arrojaron nuevos productos que le dieron un giro a las posibilidades del consumo y a la vida, pero vinieron aparejadas la concentración y la diferenciación social que dieron lugar a las guerras entre los titanes del capital por la dominación y la rebelión de los trabajadores contra el sojuzgamiento. Luchas por el predominio y contra la explotación. Guerras mundiales, regionales y nacionales de distinto carácter, en distintos espacios con costos inmensurables. Ha habido cambios mas no justicia y democracia, o tal vez sí, pero justicia poca en espacios localizados y democracia a modo.
El mundo es profundamente desigual donde los más y por mucho, no la ven llegar. Cifras hay muchas, y sólo por dar una recordemos a Oxfam: “…sólo ocho personas poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas”. Entonces enfrentamos dos realidades. La guerra de titanes que ahora prefiguran Oriente vs Occidente como secuela de la bifurcación de proyectos a partir de las revoluciones Rusa y China, aunque la lucha por la hegemonía haya modificado sus términos; y por el reordenamiento de la supremacía occidental derivada de las guerras mundiales de las que Estados Unidos se levanta sobre Europa como superpotencia. Y de otro lado, la lucha contra la injusticia y el autoritarismo dentro de las naciones. Dimensiones relacionadas y articuladas, preponderantes y subordinadas, mas no exactamente iguales y por tanto, es preciso reconocerles en su diferenciación y autonomía relativa.
La lucha por la hegemonía mundial afecta, pero ¿cómo es que se libra? Digamos que en el comercio, pero el comercio regulado hasta donde se puede y cuando no, a la manera de una guerra comercial (petróleo) o a la manera de una guerra (con intervención o con fomento de las fuerzas locales, a según), lo que importa es no perder mercados o abrir nuevos espacios de mercado o simplemente rutas de comercio, tránsito. Puntualmente el libre comercio fue una fórmula necesaria para poder aprovechar capacidades diferenciadas como recurso competitivo por parte del capital.
Reunir sin impuestos las piezas y el trabajo de los diferentes países, regiones, empresas para integrar un producto nuevo y m@s barato en tanto oportunidad tecno-productiva y recurso de competencia para la conquista de mercados-ganancias. Escenario mundo en la fabricación y venta. Y, por tanto, nuevo espacio de la diferenciación social. De ahí que la glob@lización genera el alto contraste entre la innovación digit@l y el trabajo flexible, el desempleo y la pobreza como realidad global. Es la consecuencia del capital mundializado y la lucha por la hegemonía se libra en este escenario a la manera de comercio libre, comercio subvencionado, proteccionismo, guerra comercial, lucha diplomática, guerra abierta y guerra fría.
Las sociedades no son prescindibles sólo que son sometidas bajo un sinfín de medios y mecanismos, legales e ilegales, que van desde el sistema de creencias, la instrucción escolar, los medios de comunicación, los sistemas políticos hasta la coerción y la fuerza. Son los sistemas socioinstitucionales que responden a una correlación de fuerzas donde los procesos de cambio tienen su mejor oportunidad en el desarrollo interno, sólo que éste no puede darse al margen del mundo en sentido absoluto porque un país sin comercio exterior sencillamente no existe como ya lo consignaba Lenin cuando hablaba del comercio exterior en discusión con los populistas, y de ahí la necesidad de ir más allá de la consigna que proclama la lucha por la soberanía y la justicia para darle lugar a la táctica y la estrategia política que no sólo es acumulación de fuerzas electorales, un asunto que ya se ha sucedido en diferentes formas, colores y tonalidades y que no ha sido suficiente para reorientar los procesos y asegurar su curso.
Las luchas sociales deben de darse y habrán de continuar por cuanto responden a la inconformidad y a la indisposición a ser sometidos, pero el pensamiento crítico debe desdoblar su parte hasta alcanzar el esclarecimiento de contenidos más allá de la consigna popular que identifica el problema y al adversario a la vez que marca el sentido de las exigencias, pues las respuestas son intermediadas por la complejidad del entorno donde están presentes otros actores, otras fuerzas e intereses dentro y fuera de nuestras fronteras, y que no es sólo en atención de que ahí están sino que respecto de ellos también hay requerimientos, de aquí para allá y de allá para acá, más aún a estas alturas de la división internacional del trabajo y la diferenciación social. Y si alguna duda cabe, preguntémosle a Cuba por qué quiere romper el cerco comercial impuesto por Estados Unidos.
Las vías que se dirigen a la democracia y la justicia –por usar una expresión general que todos aceptamos aunque todos sabemos que el asunto es más que eso–, no dibujan un camino libre de obstáculos y es ahí donde las generalidades no alcanzan y se exponen a jugar como carnada de un proyecto sin más que los afanes justicieros, pero que al carecer de entendimiento social, técnico, económico, cultural y político, se tornan insostenibles al no hallar cómo abrirse paso y en su insuficiencia arrojan listados y listados de problemas donde todo es importante generando discusiones bizantinas que por lo regular han dividido sus fuerzas o donde sólo lo propio es importante introduciendo una distorsión a todas luces.
Esta es la historia, y es la historia lo que debe entenderse por principio de cuentas, los encadenamientos seculares y la singularidad del momento. Sí, la historia es de lucha de clases como la producción es de siempre entre las sociedades, pero la economía y la política de nuestro tiempo es una y es tiempo de no repetirnos desde la perspectiva de los trabajadores y de los olvidados so pena de sucumbir ante el embate de los titanes que por ahora se fintan entre el proteccionismo y el libre comercio pero que a ciencia cierta no es cierto del todo y más bien se encuentran envueltos y revueltos por una congestión productiva y un entrampamiento financiero que nos puede significar una debacle. De manera que es preciso fincar, desde el desarrollo interno, un argumento práctico que advierta la ruta para alcanzar la democracia y la justicia a la vez que ofrezca luces para remontar la crisis contenida de la globalización.

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