EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Economía y política ante el desarrollo nacional (IV)

Eduardo Pérez Haro

Junio 27, 2017

Para Imanol Ordorika.

El hombre social, esto es, las sociedades, se han desprendido del resto de los seres biológicos al mediar el trabajo como condición de su supervivencia con una singular distinción del resto de los animales, incluso de las abejas o las hormigas harto reconocidas por su organicidad y trabajo habitual. Y es que los hombres y mujeres en sociedad, a diferencia de estos insectos, han hecho del aprendizaje un factor que modifica en aumento sus capacidades.
Cada día se incrementa la capacidad productiva del trabajo social, lo que significa un menor tiempo de trabajo para producir lo mismo y una mayor producción en el mismo tiempo de trabajo; el incesante aprendizaje presupone cambios recurrentes en los medios de producción y por ende en las formas de organización del proceso para generar un producto y de la producción general de todo momento, así como de sus formas y mecanismos de distribución y consumo.
Y a pesar de ser una constante se procesa en aprendizajes graduales que en su acumulación dan lugar a descubrimientos de gran envergadura, produciendo cambios de gran distinción respecto de las formas y dominios precedentes, que identificamos como ciclos, etapas o modos diferenciados de producción entendidos como formas holísticas donde se sucede la reproducción social de la vida material y subjetiva.
Esto es a lo que nos referimos como historia (que no a la épica de los actos heroicos, la megalomanía o el devaneo de los liderazgos) y es este devenir de cambios recurrentes, trasposición y sucesión de etapas, fases, ciclos, lo que es preciso entender porque de ahí vienen las contradicciones que desembocan en la diferenciación productiva, territorial, social y cultural, que a su vez modifican y diferencian las formas políticas de la dominación en el suceder de los tiempos y que ahora se dirimen en la competencia monopólica, el embate y la confrontación entre clases, empresas, naciones y bloques regionales que conforman el mundo glob@lizado del presente.
La innovación digit@l multiplicó la capacidad productiva sustentada en el trabajo de individuos altamente especializados que desplazó al trabajo fabril de grandes conglomerados, lo cual se apalancó con la emisión de dinero privado y público con el que se alcanza una recuperación relativa del crecimiento económico, pero insuficiente, altamente concentrado y especialmente centralizado en el sistema financiero que desde su función, como condición, instaló el circuito perverso de emisión de dinero-deuda-obligación de pago, en una dinámica incontenible de hacer dinero sin pasar por la producción material de mercancías y que ahora desemboca técnicamente en un cuadro de crisis. Crisis del capital y del trabajo.
Existe mucho dinero de deuda y valor accionario, no menos de cinco veces el PIB mundial atados a 50 años de trabajo pendiente de llevar a cabo por parte de empresas, trabajadores y gobiernos, pero no tiene dónde invertirse, y en contraparte, la subcontratación del trabajo sin prestaciones, la informalidad y el desempleo teniendo como colofón la depauperación social, la pobreza y la exacerbación de las migraciones.
Al final de cuentas todos pierden, las empresas productivas se ven desplazadas por las financieras, golpeadas por la acometida de los monopolios y depuradas por las dificultades de acceso al mejoramiento tecnológico productivo. Y los trabajadores sin trabajo o en el mejor de los casos subcontratados sin seguridad laboral ni social. Pero incluso los dueños del sistema financiero que prefiguran el club de los ganadores, en sentido estricto están entrampados y en riesgo de un colapso porque dinero que no produce pierde su función y con ello su valor.
A este cuadro de condiciones, todas demostrables con datos duros, es a lo que le llamamos crisis virtual o contenida, dado que su eclosión está pospuesta por la emisión de dinero de creciente deuda, la austeridad del gasto y el bajo crecimiento como factura de costo, pero con ello no está impedida una recesión y los riesgos de que estalle están latentes y al detonar su alcance será glob@l. México es parte del mundo y con un entramado muy estrechamente ligado a la suerte de Estados Unidos como actor protagónico que ahora se retuerce en medio de la incertidumbre de grupos de poder y de las sociedades de base, y está amenazando con debilitar sus relaciones comerciales, en frenar el flujo de migrantes y aumentar la deportación de los connacionales amén de tener que cargar con la constante presión en el tipo de cambio del peso frente al encarecimiento del dólar como divisa internacional.
De manera que nuestro país enfrenta dos grandes problemas desde una condición muy asimétrica, esto es, muy desventajosa pues aunque nos somos insignificantes en esto de generar monopolios trasnacionales, no alcanzamos la talla de ser incidentes considerables en el destrabamiento de la sobreacumulación financiera, ni existe disposición a confrontar los monopolios porque de ahí somos socios-cómplices, ni mucho menos somos quien para remontar las limitaciones tecnológicas que reducen los mercados de inversión-producción-consumo en el mundo. Y sí por el contrario somos altamente dependientes del comercio con Estados Unidos no sólo por lo que se exporta e importa sino también por el desfogue que representan los migrantes y la entrada de dólares de las remesas que envían en favor de millones de familias aquí radicadas, del apalancamiento de divisas para soportar el tipo de cambio y con ello coadyuvar a financiar las importaciones.
Mas los problemas para enfrentar el desarrollo interno no sólo se refieren al frente externo, habrá que subrayar que la mayor desgracia no está en habernos subido al último furgón del tren de la globalización mediante la suscripción del TLC (México formaliza cuando Japón ya estaba en la primera crisis de la era glob@l) sino en haberlo hecho sujeto al llamado Consenso de Washington, sin discusión alguna sobre la defensa de los trabajadores en el interior y allende la frontera y sin haber colocado una estrategia, y la acción correspondiente, para el desarrollo de la capacidad nacional de producción y comercio, cuyas omisiones han derivado en el ahondamiento de insuficiencias estructurales que cruzan a todos los sectores, a la mayor parte de los territorios del país y a los más de los pobladores mexicanos que ahora, indiscutiblemente, se revelan como los principales frentes, tácticos y estratégicos, de atención
No obstante, nadie puede sustraerse al análisis crítico de la crisis contenida de la globalización haciendo lo mismo como si está no existiera, Estados Unidos está en ello, China también, todos de alguna manera, mientras el gobierno de México trata de engañarnos llamándole “volatilidad internacional” o sencillamente “problemas del exterior” y así, no opina ni hace nada que no sea aferrarse a las faldas de la Unión Americana. Tampoco puede atenerse a un imaginario acto de generosidad en la mesa de “renegociación del TLC”, aunque no puede voltearse y olvidarse de los Estados Unidos porque sencillamente, técnica, social y políticamente no puede por más que las rencillas históricas se nos atoren en la garganta y se nos antoje la idea. Habrá que dar la batalla. Empero, lo más importante, lo meramente principal, es volver la mirada al interior, hacer lo que no hemos hecho en medio siglo de dificultades y debilitamiento progresivo como nación. Desarrollar las capacidades de producción y comercio mediante un acuerdo interno entre los diversos sectores productivos y sociales y el Estado-gobierno.

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