EL-SUR

Lunes 13 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

Economía y política para el desarrollo nacional (V)

Eduardo Pérez Haro

Julio 11, 2017

Para Carlos Imaz.

La economía mercantil, en su base, es la economía del trabajo y del capital que ahora se extiende al capital financiero, lo que hace que la vida de las personas ahora corra sus penas y fatigas dentro y fuera del centro de labor. La capacidad productiva del trabajo social ha llegado a un nivel en el que técnicamente podría cubrir las necesidades básicas de la población mundial y, sin embargo, no sucede por el proceso de apropiación privada de las ganancias provenientes del mercado de productos, servicios y de dinero por medio del sistema financiero. La modalidad del trabajo flexible individualiza y rompe el pacto de seguridad social, desplaza al trabajo de masas, característico de la era industrial, y lo remplaza por una pirámide de servicios individualizados fuera de la asociación colectiva y de la negociación laboral.
El fundamento de este cambio en la relación entre el trabajo y el capital y por tanto en la economía de mercado, se establece con la tercera revolución tecnológica basada en la computación con la que a su vez se prefigura la era digit@l que nos lanza al libre comercio y la preponderancia del sistema financiero en la acumulación del capital y del dinero a nivel glob@al al tiempo en que hace crisis la Unión Soviética y se desvanece la expansión del mundo socialista y la lucha misma por el socialismo acotada a la prevalencia de China, Vietnam y Cuba. Este es el desenlace de la historia del siglo XX.
La nueva capacidad productiva tenía entre sus condiciones para poder desplegarse el abaratamiento del trabajo, la eliminación de aranceles al comercio y dinero, esto es, capital de financiamiento que habría de encontrarse por la vía de imprimirlo sin respaldo alguno salvo el compromiso de pago y sobre estas bases se emprendió la globalización que configuró una respuesta a la crisis del 71-74 y la creencia de una era de prosperidad imparable donde las teorías de Hayek y Freedman se acomodaban para dar sustento a la subordinación de los aparatos de Estado y de los gobiernos nacionales, trasladando todo el potencial económico al sector privado que habría de volcarse al comercio internacional con lo que se da lugar a trasnacionales y multinacionales características de la glob@lización.
Como respuesta a la crisis la glob@lización se sucedió sin lugar a dudas, mas nunca alcanzó los niveles de crecimiento de la edad de oro del capitalismo que se registró en las dos décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, pero esa no fue su mayor debilidad sino el hecho de haberse financiado con dinero prestado, que tras no hacer crecer al capital a mayores ritmos y niveles no se pudieron solventar los compromisos de pago, derivando en un sobreendeudamiento de las empresas productivas y una sobreacumulación dineraria por deuda en el creciente sistema financiero con lo que se puede entender el fenómeno de la llamada “terciarización” de las economías donde dos terceras partes del PIB de la economía de las naciones y del mundo se concentra en el dinero comercial y financiero.
El fraseo de que el capital mediante el libre comercio habría de ofrecer una respuesta de crecimiento ilimitado y este vendría aparejado de bienestar social era una combinación de obligado discurso para cabalgar la posibilidad tecno-productiva de la era digit@l y la creencia de la clase dominante de que no existe otra vía, de manera que es bajo su égida o no es, empero, igualmente falaz resulta la idea de que el proteccionismo es la fórmula que posibilita crecimiento sostenido y bienestar, no confundamos momentos de la historia mundial y nacional a manera de doctrinas, fórmulas, modelos o credos que juegan su suerte a la eternidad. Consecuentemente, tampoco es dable pensarlo al amparo del supuesto cambio de mentalidad donde la humanidad actúa bajo la protección ética que no es otro supuesto que el del evangelio bajo distintas modalidades culturales de su prefiguración y despliegue.
La diferenciación productiva, social y regional son consustantivas a la competencia mercantil en la era del capital en tanto que relación entre el capital y el trabajo y su atemperar proviene de la negociación entre los personeros de estas categorías que en un primer momento tiene que ver con los términos del contrato laboral y en segundo lugar con la manera en que las contradicciones de clase se comprendan en el interior del aparato de Estado, que estará impedido de un concilio absoluto al erigirse sobre el resguardo de la propiedad privada pero que eventualmente podría achatar los picos que se crean en la tendencia extrema de los intereses encontrados, procurando un funcionamiento donde el capital no podrá quedarse con todo a costa de la vida de los trabajadores y sus familias ni los trabajadores podrán quedarse con la fábrica a costa de la vida del dueño legalmente reconocido.
Mercado interior y exterior son caras de la misma moneda, ambas esferas de realización de las mercancías se fundan en la relación contradictoria entre el capital y el trabajo, los capitalistas nacionales no son más buenos que los capitalistas extranjeros, como tampoco los Estados nacionales son mejores por ser autóctonos, todos lo son y en ese caso ninguno es mejor que otro por definición, en cualquier caso responderán a la correlación de fuerzas, internas y externas, y aquí la importancia de actuar con pertinencia táctica y estratégica, que no implica claudicación ni traición alguna frente a la defensa de los pueblos sino consideración de procesos, rupturas, cambios, prelación de acciones en cada ámbito y por supuesto acción aparejada en los ámbitos interno y externo, algo que la fe y la econometría no tienen a su alcance sino la ciencia de la política que no carece de filosofía, ni de economía, ni de antropología, ni de historia por el contrario les conjuga en una ecuación compleja pero sólida y clara, que se llama política, se fundamenta en la participación de los diversos actores sociales y se plasma en acuerdos cuya expresión jurídica se acata con un carácter transitorio hasta que no es modificado por las propias fuerzas en movimiento y contradicción permanentes.
La disyuntiva entre proteccionistas y libre mercadistas, es real por cuanto la abanderan sujetos reales, Estados reales que responden a correlaciones de fuerzas reales en su interior y en el plano internacional pero es falsa como disyuntiva práctica y como solución a los problemas globales que de no atenderse de manera pronta advierten una crisis financiera que se traducirá no en una desaceleración, estancamiento o recesión sino en una depresión económica sistémica que no puede detenerse con proteccionismo de ninguna clase mucho menos con buena conducta o el himno nacional. La política tiene que echar mano de sus mejores artes que no se limitan a demostraciones de fuerza bruta sino de fuerzas nutridas por la información, la conciencia y la claridad que son indispensables para su acción permanente que no se condena a su agotamiento tras la acción electoral, lo cual nos introduce en un proceso antes, durante y después de las elecciones.
Hagamos de la política una base de cambio y mejora, conscientes de que la disolución de las contradicciones entre el capital y el trabajo no halla solución plena en el corto plazo, que la clase dominante se ha centralizado en la élite del sistema financiero internacional y que la lucha por la hegemonía mundial nos lanza a la orilla por la inercia de las fuerzas centrifugas en pugna.
Contrapongamos una fuerza social de respuesta que no prometa un mundo deseable y sin contradicciones sino un proceso de freno y avance contra la financiarización de la acumulación dineraria, contra la estratagema del libre comercio y el proteccionismo, contra la intención norteamericana de sometimiento y contra la miopía política para entonces determinar las vías que lleven a un desarrollo nacional, justo y democrático.

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