EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

Eduardo Catarino Dircio, 40 días de injusticia

Marcial Rodríguez Saldaña

Julio 20, 2017

El olor a incienso era muy penetrante, el humo que salía de una vasija de barro inundaba la sala donde estaba tendida la cruz de madera cubierta por decenas de cadenas de flor de cempasúchil, había velas encendidas por los cuatro costados, imágenes de Eduardo en la cabecera de la cruz, ceniza para tomarla y depositarla en una caja de cartón.
Eran los cuarenta días del asesinato de Eduardo Catarino Dircio, que en Tixtla sus familiares, esposa, mamá, hija, hermanos, familiares y amistades cumplían con un ritual religioso llamado el levantamiento de la cruz. Había comenzado a las cinco y media de la mañana colocando la cruz en donde tendido en el piso de la sala de su casa, había sido acribillado por la espalda bocabajo, por policías estatales. Rezos continuos desde esa hora se escuchaban con dolor y tristeza buscando el consuelo espiritual de los deudos de un crimen que no debió ocurrir porque Eduardo era un hombre de trabajo que había realizado su carrera de abogado, a la cual se dedicaba con honestidad y profesionalismo para el sustento de su familia.
Cuentan sus familiares que ese día domingo 4 de junio del 2017, después del medio día, en la calle principal de Tixtla policías estatales perseguían delincuentes disparando constantemente sus armas, entraron con toda su fuerza las casas de los vecinos, de las familias nativas de este lugar histórico, que estaban con sus hijos y demás familiares. Eduardo estaba con su esposa, su hija y un sobrino en la planta alta de su casa y en la parte baja con su madre en silla de ruedas. A pesar de que Eduardo y su esposa advirtieron a los policías que eran los caseros, que estaban con niños, con su familia, los policías con lujo de violencia, rompiendo puertas y ventanas penetraron en sus habitaciones, violaron el derecho al domicilio, a su vida privada, sin hacer caso del clamor de su esposa de que no era delincuente, ahí por la espalda, tirado en el piso, sin misericordia acribillaron a Eduardo, a quien le sembraron un arma de alto calibre para encubrir el crimen.
En boletín del vocero del gobierno del estado en materia de seguridad, esa tarde al licenciado Eduardo Catarino Dircio, lo señalaron injustamente de delincuente manchando con ello su honor y el de su familia. Los policías que estuvieron en ese operativo, que presenciaron los hechos trataron de encubrir el crimen extrajudicial y dejaron ir al autor o autores materiales del asesinato y todos los que formaron parte de la cadena de responsables. El fiscal del estado, a pesar de que pueda tener una orden de aprehensión, no ha sido capaz de detener al culpable y/o culpables de este abominable crimen.
Ese día del levantamiento de la cruz, en el transcurso de la mañana sirvieron el tradicional pozole de Tixtla, con el mezcal que se degusta y acompaña en todas las festividades y ceremonias religiosas. A las once de la mañana, la rezandera –mujer que dirige con suma destreza el ritual con libreta en mano que contiene todos los rezos para estas ocasiones– llamó a los padrinos de la cruz, de las velas, a familiares y amistades cercanas a participar de la ceremonia, a tomar la vasija con el incienso para esparcir el humo sobre la cruz y las cadenas de cempasúchil, a recoger la ceniza y levantar la cruz a la cual le dan vuelta y luego la llevan en manos recorriendo la sala, las recámaras de la casa donde habitaba Eduardo con su familia para de ahí salir con la cruz y con flores rumbo al cementerio de la ciudad.
Ya en el panteón, colocan la cruz junto a la cabeza de la tumba de Eduardo, en donde luego ponen todas las cadenas de cempasúchil y los ramos de flores. Severiano Catarino, tío de Eduardo, a nombre de la familia habla y exige justicia. Este es uno de tantos crímenes que ocurren en México y en Guerrero, de personas inocentes, de la sociedad civil, a causa de una guerra que cada vez cobra más víctimas civiles en torno de un ambiente de incesante inseguridad. Eduardo Catarino Dircio era un abogado honesto, un ciudadano que ejercía sus derechos políticos con libertad para lograr un cambio verdadero en nuestro país. Su familia con toda la razón exige justicia, con cuya demanda nos solidarizamos sus compañeros de lucha. Ojalá que este caso no siga el mismo camino que tantos otros han seguido, que al paso del tiempo el fiscal del estado no le dé carpetazo y que sí se haga justicia a sus familiares y realicen la reparación del daño moral.

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