EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El alto riesgo del Covid-19 para América Latina

Gaspard Estrada

Diciembre 30, 2020

América Latina parece encaminada a vivir una nueva “década perdida”. Como lo dijimos en este espacio hace una semana, según los datos de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe (Cepal), la región vivió en los últimos doce meses la peor crisis económica de la década. Pero no sólo se trató de economía: la pandemia del Covid-19 nos ha dejado millones de muertos, ha puesto de relieve el disfuncionamiento de los Estados latinoamericanos, y aumentado –todavía más– la desigualdad. De tal suerte que si no queremos que el año próximo sea perdido, hay que tener claro cuáles deberían ser las prioridades para la región.
Sin duda alguna, la principal de todas está ligada al Covid-19: la vacunación debe estar al alcance de todos, sin distinción de edad, clase o condición económica. Sin embargo, al día de hoy, el panorama latinoamericano luce bastante desigual. A pesar de la voluntad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (y de algunas ONG como la fundación Bill y Melinda Gates) de desarrollar una vacuna multilateralmente para dividir su costo y facilitar su acceso, el juego de las grandes potencias, en particular Estados Unidos y China, ha operado en contra de una solución compartida. De hecho, a pesar de que la pandemia es –sin duda– el mayor desafío puesto a la comunidad internacional en décadas, el consejo de seguridad de las Naciones Unidas ha sido incapaz de emitir una decisión al respecto. Por su lado, los grandes laboratorios privados han emprendido una carrera contra el reloj para producir en tiempo récord –menos de un año, contra al menos diez para otras vacunas– una vacuna capaz de enfrentar al Covid-19. Este hito ha sido posible, en parte, gracias al aprendizaje realizado durante las últimas pandemias (en particular del SARS en el sureste asiático en 2003), que permitió avanzar en la decodificación del virus. Sin embargo, fue gracias a la inyección masiva de recursos públicos –en particular, gracias a las compras anticipadas de los gobiernos a los laboratorios farmacéutico– que este resultado pudo obtenerse.
Sin embargo, el resultado de este proceso acelerado de investigación tuvo una consecuencia negativa para los países en desarrollo –América Latina, África y Asia en particular: las vacunas que fueron desarrolladas más rápidamente y que tienen la mayor tasa de éxito fueron diseñadas para ser usadas en países con una infraestructura sanitaria importante (en particular en materia de refrigeración), lo que no es el caso de la mayoría de los países latinoamericanos. Otras vacunas, como la anunciada por el laboratorio AstraZeneca en conjunto con la universidad de Oxford no necesitan tales dispositivos. Sin embargo, para poder aplicar desde ahora las vacunas disponibles – obre todo, la desarrollada por Pfizer–, los gobiernos de América Latina deberán pagar más por cada de ellas, además de tener que instalar miles de refrigeradores. Si bien en México el gobierno federal tuvo los recursos para hacerlo, buena parte de los países latinoamericanos (como Bolivia o Paraguay) no podrán hacerlo, y tendrán que esperar meses, para obtener una vacuna de menor costo y más fácilmente transportable, para atender la urgencia y ponerle fin a la pandemia.
Pero no solo basta obtener las vacunas, también será necesario que las personas se vacunen. En este sentido, el rol pedagógico del gobierno será fundamental para que los millones de latinoamericanos entiendan que la pandemia solo llegará a su fin el día en que un número suficientemente significativo de personas (más de la mayoría de la población total) sea vacunada y disponga de los anticuerpos suficientes. Sin embargo, algunos gobernantes de la región –como el presidente colombiano, Iván Duque– han anunciado que no vacunarán a los inmigrantes sin papeles. El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, quiere llevar a cabo una campaña en contra de la vacunación. El problema es que el virus no hace la diferencia entre creencias, opiniones políticas o nacionalidades. Si los gobernantes de América Latina se empeñan en hacerle la vida fácil al Covid-19, la década perdida de América Latina está más que cantada.

* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada