EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El año 68 en el mundo

Humberto Musacchio

Agosto 09, 2018

En la introducción a su obra, La geopolítica del 68, dice Víctor García Mota que en México se han escrito 243 libros sobre el movimiento del 68. Podemos agregar que hay algunos magníficos, como el de Ramón Ramírez, que es la más completa recopilación de documentos y una puntual cronología que lo hacen punto de partida para cualquier intento de comprender aquella gesta.
La obra de García Mota es un enjundioso ensayo que trata de situar cosas y causas dentro del torrente general de protestas que inundó al mundo hace medio siglo. Se trata, a no dudarlo, de un buen intento de trascender el mero recuento de hechos, el merecido recordatorio de nuestros mártires y el papel criminal que jugaron los personeros del régimen priista, con Gustavo Díaz Ordaz a la cabeza, quien desplegó toda su prepotencia al asumirse como responsable de la represión y el genocidio.
El autor propone una nueva lectura de lo ocurrido en 1968, cuando una oleada contestataria sacudió a setenta países. Víctor califica ese fenómeno como una “revolución planetaria”, aunque convendría ser cautos en ese punto, pues si bien el movimiento promovió un profundo cambio en las costumbres y las mentalidades, lo cierto es que no transformó de raíz a ninguna de las naciones que sirvieron de escenario para aquellas revueltas, pese a que un buen número de ellas se proponían la instauración del socialismo marxista.
Uno de los aciertos de García Mota es que postula un hecho comprobable: lo que él llama la “onda dorada del capitalismo que duró 25 años (1945 a 1970), pues en efecto, en ese periodo las economías occidentales vivieron una expansión que permitió elevar notoriamente el nivel de vida de la población, incluso en Europa, que salía devastada de la segunda guerra mundial.
Tal auge coincidió en México con el sexenio alemanista y el desarrollo estabilizador, que permitió un crecimiento anual del PIB a tasas de seis y hasta ocho por ciento. No casualmente, es al final de esa “onda dorada del capitalismo” cuando se presenta la gran erupción social y política de 1968.
La razón es que las sociedades suelen presentar síntomas de desasosiego cuando mejora su situación material y se despiertan grandes expectativas. Especialmente entre los jóvenes surgen brotes de rebeldía porque esperan más de lo que reciben y porque el poder, después de haber ganado cierto margen de legitimidad, tiende a adoptar formas que pasan del paternalismo a las actitudes despóticas, como lo vivimos muy plena e ilustrativamente en México.
El autor señala que lo ocurrido en 1968 trascendió y superó lo que vivíamos. En nuestro caso, teníamos una izquierda marxista integrada por pequeñas sectas poseedoras de verdades absolutas y dueñas de un odio mutuo que las empujaba a la esterilidad.
El 68 barrió con todo aquello porque significó, como bien apunta García Mota, un “discurso antisistémico, polivalente e irreductible” contra las oligarquías occidentales y las gerontocracias del socialismo real. Habría que establecer como una salvedad el caso de Cuba, que entonces todavía era la novedad revolucionaria y despertaba grandes esperanzas, contaba con un líder respetado y había dado al mundo el ejemplo del Che, cuya imagen acompañó las grandes manifestaciones.
Después de la caída del llamado “socialismo real” en la Unión Soviética y en Europa del Este, de la instauración de una monarquía hereditaria en Corea del Norte, de la conversión de China a un capitalismo impetuoso bajo la dictadura, no del proletariado sino de la nomenklatura comunista, y de la evolución vietnamita hacia una economía de mercado, hace bien García Mota en recordar que para Marx “la revolución socialista no surgiría del atraso, sino del desarrollo de los países capitalistas”, de ahí que todo intento de levantar un proyecto socialista en las condiciones del subdesarrollo estaría condenado al fracaso, como lo confirmó la historia.
Por supuesto, un libro tan propositivo es y debe ser motivo de discrepancias, pues hay postulados que requieren demostración y otros que exigen profundizar más en sus causas y en su desarrollo teórico. El capitalismo tardó varios siglos para imponerse a escala mundial. Con el socialismo pasará algo semejante y las vías para llegar a él serán múltiples, desiguales y combinadas. La historia nunca ha sido un lecho de rosas. Es, lo sabemos, la arena de un combate permanente e ineludible. En eso estamos.