Saúl Escobar Toledo
Junio 08, 2016
No tiene sentido afirmar que los resultados del domingo significaron un voto de rechazo, en bloque, al PRI y al PAN (y al PRD por su actuación en la capital). Y que sólo los votos por Morena reflejaron la voluntad popular. Pensar así lleva a minimizar la fuerza de estos partidos.
Las elecciones realizadas el pasado domingo 5 de junio aún no concluyen pues faltan los resultados oficiales que se darán a conocer en estos días. Sin embargo, pueden adelantarse algunas reflexiones que, más que juicios definitivos, se plantean como preguntas sobre el impacto de esos comicios en la política nacional.
Primero, habría que recordar que estos procesos electorales fueron objeto de una gran cantidad de denuncias, hechas por partidos y candidatos, sobre el uso de grandes cantidades de dinero sucio, sobre todo de recursos públicos, pero también provenientes del narco; de la injerencia directa de los gobiernos estatales y la manipulación de los programas de apoyo social; y de compra de votos. Estas acusaciones mostrarían un panorama desolador en el que la corrupción, la impunidad y la violación de la ley reinan en gran parte del país. Falta por averiguar si estos factores hicieron ganar a sus beneficiarios o no fueron suficientes para cambiar el sentido del voto libre de los ciudadanos. De cualquier manera, la pregunta es entonces si las elecciones en México están condenadas a sufrir estos padecimientos, si se han vuelto una condición fatal de nuestra vida política o sí, de alguna manera, podemos esperar un cambio de aquí a 2018 de tal manera que la elección presidencial pueda darse en mejores condiciones. ¿Se podrá hacer algo, o tendremos que conformarnos y esperar a que en las próximas elecciones se repita a la misma película, esperanzados en que la voluntad popular se imponga a pesar de todo? La respuesta es de una gran importancia porque si creemos que todavía se puede cambiar, no bastarán las denuncias o el desconocimiento de los resultados electorales oficiales. Se requeriría una gran presión ciudadana para que, desde hoy, se identifique a los culpables, y se les castigue, además de revisar el funcionamiento de las instituciones y de, quizás, proponer nuevas reformas legales. Si esto no se puede o no se quiere, es fácil prever el escenario del 2018: las cantidades de dinero sucio y la actuación de los gobiernos serán todavía más descaradas y brutales de las que vimos o nos enteramos en estos días. Y corremos el riesgo de que estas conductas se fortalezcan y se consideren ya normales o aceptables por los ciudadanos.
La segunda cuestión es que sin duda los resultados representaron una gran derrota del PRI. Perdieron 7 de 12 gubernaturas, las elecciones en Baja California (Congreso y Ayuntamientos) y se fueron al cuarto lugar en la Ciudad de México. El ganador fue el PAN que, con o sin alianzas, se convirtió en primera fuerza política en todos lados donde hubo elecciones, excepto en la capital de la República. Pero Acción Nacional no puede quedar exento o perdonado de practicar la guerra sucia que reclamó a su principal adversario, sobre todo donde ya gobernaba, y ratificó su permanencia en el poder. ¿Aceptará el PAN cambiar sus estrategias y a partir de ahora evitar usar las administraciones de los estados y municipios que ganó para imponer su voluntad en los próximos comicios? ¿Hará de verdad, como han anunciado algunos de sus gobernadores victoriosos, una depuración a fondo que lleve a la cárcel a sus antecesores del PRI, en Veracruz, Chihuahua y Quintana Roo? O, por el contrario, al cabo del tiempo ¿presenciaremos un simple cambio de personas, pero con las mismas prácticas e intereses mafiosos que han asolado las arcas públicas y extendido la violencia y el ataque masivo a los derechos humanos? Habrá quien dé su voto de confianza en algunos casos, como Chihuahua, pero también se han despertado ya fuertes sospechas sobre la actuación del próximo gobernador de Veracruz.
Al mismo tiempo, sin embargo, hay que reconocer que en algunos estados hubo una alta participación ciudadana y que ello se explica a partir de un genuino deseo de darle un voto de castigo al PRI. Podemos cuestionar los métodos del PAN o el perfil de sus candidatos, como ya planteamos más arriba, pero es indudable que ese voto contó y que detrás de él hubo no sólo acarreados sino también una clara decisión de millones de ciudadanos de deshacerse de gobiernos corruptos. No tiene sentido afirmar que los resultados del domingo significaron un voto de rechazo, en bloque, al PRI y al PAN (y al PRD por su actuación en la capital). Y que sólo los votos por Morena reflejaron la voluntad popular. Pensar de esta manera lleva a minimizar la fuerza de estos partidos y a concluir, erróneamente que, sobre todo el PAN, no representa una opción real que recoge descontento ciudadano en las urnas. El ascenso de este partido, sin duda, es una advertencia para las izquierdas. O, de veras, ¿alguien cree que los resultados del domingo son suficientes para perfilar un triunfo de la izquierda en 2018? A los ciudadanos (con o sin partido) que quieren un país más justo, ¿se les puede decir que esperen confiados hasta el 2018 y que bastará con que Morena se fortalezca para que el día en que salgan a votar se hagan realidad sus esperanzas de transformar a México?
De este otro lado, las cifras electorales representan malos resultados para el PRD y un fuerte ascenso de Morena. Dado que no obtuvo ninguna victoria con un candidato propio, el de la Revolución Democrática no puede, a pesar de las declaraciones de algunos de sus dirigentes, hacer cuentas alegres por los triunfos que obtuvo en coalición con el PAN. A menos que estén pensando en que el futuro del partido sólo puede ser viable, de hoy en adelante, gracias a esa alianza, sobre todo en las próximas elecciones presidenciales. Dado que, ahora más que antes, está claro que sería la parte más débil de esa unión, su conversión en apéndice de la derecha quedaría definitivamente sellado. Pero ¿hay otra alternativa para ese partido? Desde luego: participar en un gran bloque progresista con Morena, otros partidos y sobre todo con un amplio espectro de organizaciones ciudadanas y personalidades progresistas. ¿Será capaz el PRD de dar este paso?
Finalmente, el triunfo de Morena en la Ciudad de México, a pesar de una abstención superior al 70%, fue una demostración de fuerza de un voto duro de más de 630 mil electores, un voto libre y decidido por el cambio. Esta fuerza, sin embargo, no es suficiente ni para aspirar a un triunfo nacional ni para asegurar automáticamente una victoria en la capital. Puede en cambio, convertirse en el corto plazo, con sus 22 o 23 diputados constituyentes en un factor decisivo que logre unir a otros diputados electos por otros partidos en un bloque progresista para aprobar una Constitución de avanzada. Este bloque podría convertirse en una mayoría absoluta en el Congreso si se suman a los del PRD (designados por el Congreso y electos el domingo, que sumarían 23 o 24, y los 6 que nombrará el jefe de Gobierno) y quizás a los de MC. ¿Estarán todos estos diputados dispuestos a dejar a un lado intereses menores para unirse en torno a una misma causa? ¿Podría ser el precedente de una futura alianza para otros procesos electorales incluyendo el 2018? ¿Es mucho pedir, cuando en sus discursos y propuestas hay muchos puntos en común? ¿Pesará más el sectarismo, la autocomplacencia, y los intereses personales, que la posibilidad de darle a la Ciudad una Constitución ejemplar para el país y quizás para el mundo?
Todas estas preguntas parten de una honda preocupación, que han manifestado muchos ciudadanos, que cuestionan la vigencia de nuestra democracia y la viabilidad del país. Pero también pretenden llevarnos a una conclusión: hay una mayoría de potenciales electores que no confían en ningún partido ni en el sistema electoral. Falta convencerlos, convocarlos a organizarse, invitarlos a creer, otra vez, en una alternativa de cambio y en que, ahora sí, no nos conformaremos con la medalla de plata por más honrosa y meritoria que ésta sea. Y, para eso, las distintas organizaciones y posturas del amplio movimiento social que se ha construido en el país en los últimos años, tienen todavía mucho que aportar.
Twitter: #saulescoba