EL-SUR

Martes 08 de Octubre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El cambio climático, Dios y la ficción especulativa

Federico Vite

Junio 13, 2023

A propósito del calor inclemente que asfixia gran parte del país y debido también a la necesidad (urgente e indispensable) de poner manos a la obra para tratar de evitar los funestos cambios climáticos que acabarán con la forma en la que llevamos nuestra vida, algunos autores han hecho ejercicios de prospectiva para imaginar cómo sería el mundo en el año 2024. Un caso sobresaliente es Parable of the sower, de Octavia E. Butler. Se tradujo al español como La parábola del sembrador y fue publicado por primera vez en 1993. Se considera a este tipo de proyectos como novelas de ficción especulativa y la historia está ubicada, por supuesto, en una época futura y apocalíptica. Esencialmente distópica. Parable of the sower inicia el sábado 20 de julio de 2024. Octavia se propuso imaginar el caos futuro. La novela, a pesar de que su estructura es aristotélica y está contada mediante las impresiones de la autora y protagonista en un diario que se titula Earthseed: The Books of the Living, propone esencialmente entender un contexto: la violencia, el calor excesivo, los desplazamientos territoriales por el cambio climático, escasez de agua y un temible discurso religioso. El pillaje y la delincuencia asolan algunas zonas de Los Ángeles. Ese punto, la violencia, describe nuestra realidad. Y podemos sumarle algunos asuntos graves del cambio climático y la falta del agua para redondear el presente.
La protagonista es una menor de edad llamada Lauren Oya Olamina. Ella cree que Dios es cambio. “God is change”. Una tesis que no puede soslayarse, en especial, porque ella así concibe la vida, como un cambio constante. Cambiar, claro está, entendido como el desplazamiento en busca de la tierra prometida. Lauren vive en una comunidad amurallada, en los barrios pobres de Los Ángeles. La sociedad padece los desplantes del cambio climático y se ha derrumbado el sistema económico capitalista.
La familia de Lauren (padre, madrastra y cuatro hermanos menores) vive en una comunidad estable e incluso próspera: tienen comida y agua, poca, pero finalmente agua para beber y asearse a medias, porque debían estar mugrosos, si no serían objeto de abuso y violencia, pues los vecinos los verían “muy limpios y eso equivale a riqueza, y la riqueza debe ser saqueada”. La seguridad es precaria, y la violencia y la muerte acechan siempre, durante todo el relato. Lauren pierde a un familiar debido a un ataque armado; después, una amiga desaparece y la buscan, pero los resultados son infructuosos. La violencia motiva los desplazamientos de los pobladores. La violencia social, la violencia contra el planeta, la violencia del clima, la violencia como eje motor de todo el daño está perfectamente señalada en el relato.
Lauren tiene una condición médica llamada hiperempatía, provocada por las drogas duras que consumió su madre cuando estaba embarazada. Este mal es conmovedor. Si alguien cercano está herido físicamente, Lauren experimenta ese dolor. Esta sería una condición difícil de manejar, pues si ella lastima a alguien sentirá ese dolor. Por ejemplo, Lauren, al disparar a un agresor, siente el dolor de la herida. Si asesina a alguien, ¿qué le sucederá? Esta pregunta le permite al lector seguir en la lectura. ¿Morirá Lauren si matan a alguien? Butler expone la experiencia de la muerte de una forma sui generis. El tratamiento de ese tema le permite al lector entender otros aspectos que también aborda la novela, en especial, el religioso. ¿Cómo serán los vínculos entre humanos en el 2024? ¿Cómo serán las creencias religiosas de esa época? El resultado es atractivo.
Otro aspecto destacado de Lauren es su sistema de creencias. Cree en Dios, en la solidaridad de los humanos y toma la Biblia como una referencia para crear su Earthseed (semilla de la Tierra). Lauren rechaza al Dios de su padre, un  predicador bautista. Ella concluye que “Dios es cambio”. Esa es la tesis de una cosmogonía especial en un tiempo nunca visto, algo revelado (apocalíptico). Y trabaja con ahínco en Earthseed: The books of the living, documento que va en sentido contrario al Libro tibetano de los muertos y El libro egipcio de los muertos. Lauren planea dejar la casa familiar y dirigirse al norte para buscar un sitio en el que pueda fundar la primera comunidad de Earthseed, pero la inestabilidad social la obliga a huir del barrio cuando unos pirómanos adictos se apoderan del hogar. Se encuentra con dos sobrevivientes, Harry y Zahra. Zahra vio cómo mataban a la familia de Lauren. Los tres se dirigen al norte. A ellos se unen más jóvenes, más personas de media edad. Se fortalece el grupo de sobrevivientes. Reciben la bendición de contar con un hombre de 57 años, médico. Bankole tiene 57 años, vivía en San Diego. Lauren se siente atraída por él de inmediato y comienzan una relación sentimental. La diferencia de edad no parece un problema, pero obviamente genera algunas suspicacias en el lector, esas dudas físico-afectivas (hasta cierto punto parafilias) las zanja con elegancia Octavia Butler.
Como bien se nota, se trata de una novela que comienza en el infierno y culmina en un sitio en el que la esperanza es lo mejor que hay. De hecho, es lo único. Algunas frases, como la siguiente, expuesta por Lauren Oya Olamina son oro molido: “No hay garantías en ninguna parte, pero si nosotros tenemos disposición al trabajo, nuestras oportunidades son buenas aquí. Yo he recogido algunas semillas en mi bolsa. Podemos comprar más. Lo que nosotros tenemos que hacer en este punto es más de jardinería que de agricultura. Todo tendrá que ser hecho a mano”. Sembrar, más que cosechar. Sembrar es la clave del futuro.
La tragedia, obviamente, también está puesta en la trama. Mueren varios personajes y durante el funeral de uno de ellos se describe el porvenir de manera sucinta: “Entonces él puso su mano sobre mi hombro y me detuvo. Al principio, sólo me mira, casi estudiando mi cara.
‘Tú eres muy joven, dijo él, es casi criminal que puedas ser tan joven en estos tiempos horribles. Yo desearía que hubieras conocido este país cuando aún era salvable’.
Esto podría sobrevivir, dije, se mantiene en sí mismo. Vamos, hay mucho trabajo por hacer”.
Butler logra con este libro hablar de nuestro presente. Es decir, vivimos la pesadilla de una autora. La idea de Dios como el cambio constante es atractiva y eso define todo el relato. El cambio, entendido como un regalo para el crecimiento personal, también debe asumirse como una herramienta para trabajar el desapego. El cambio es el ideal del porvenir. Dios es porvenir.
Por encima de todos los aspectos comentados, Parábola del sembrador advierte que los problemas del futuro están presentes, son nuestros ahora. Lo apocalíptico de nuestro tiempo no va resolverse con ideas del pasado. No hay manera. Tenemos dos vías: cambiar o hundirnos. Y cambiar es necesario.