EL-SUR

Sábado 14 de Septiembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El carnaval se rebela contra el gobierno Temer

Gaspard Estrada

Febrero 14, 2018

El pasado sábado, Río de Janeiro rugió de alegría en su primera gran fiesta callejera del carnaval, el legendario Bola Preta, que recibió a más de un millón de personas. Pero este año no se trata de un carnaval como los demás. En las carrozas del desfile tradicional de las escuelas de samba, se pudo ver en medio de las plumas, una rata gigante (símbolo del político corrupto en Brasil), un vampiro y criaturas atemorizantes: cada una de éstas constituyendo metáforas que denuncian los males que aquejan al país: corrupción, intolerancia religiosa, discriminación sexual y racial, y desigualdades de manera general.
El carnaval, que se extenderá hasta el fin de semana a ritmo de samba, es el más politizado de los últimos años, en un momento político más incierto que nunca. El presidente más impopular de la historia de Brasil, Michel Temer, debe terminar su mandato este año. Para evitar ser abucheado por las multitudes, el jefe de Estado tiene previsto seguir las festividades no desde el sambódromo sino en una base naval de la ciudad, junto a cuarenta invitados frente a una gran pantalla de televisión. La Escuela de Samba Paraíso de Tuiuti lo honró a su manera, con un carro que lleva la imagen del personaje de Drácula a quien regularmente se asocia con el presidente en el imaginario colectivo de los brasileños, debido a su austeridad selectiva y su perturbador parecido físico. Otro carro alegórico estaba compuesto por patos inflables y un titiritero con una mano gigante, para simbolizar la manipulación por sectores del empresariado y de los medios de comunicación de las protestas a favor de la destitución a todas luces ilegítima de la ex presidente Dilma Rousseff en 2016. De tal manera que una buena parte de las casi 6 millones de personas que deben participar en la gigantesca fiesta anual de la llamada “Ciudad maravillosa”, lo harán en protesta del gobierno.
La situación política, en efecto, es crítica hoy en día en Brasil. A poco más de seis meses de las elecciones presidenciales, la oferta electoral continúa indefinida. El ex presidente Luis Inácio Lula da Silva, que encabeza todas las encuestas de opinión, tuvo su condena ratificada por la corte de apelación de la ciudad de Porto Alegre, a pesar de la inexistencia de pruebas en su contra. Por otra parte, el presidente Michel Temer todavía no ha decidido si va a disputar la candidatura presidencial, aunque su impopularidad es tal que se antoja difícil que decida dar el paso (tiene una aprobación inferior al 5%). Por su lado, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), que dirigió a Brasil de 1994 a 2002 con Fernando Henrique Cardoso, tiene a dos precandidatos, el gobernador del estado de São Paulo, Geraldo Alckmin, y el alcalde de la capital del estado del Amazonas, Arthur Virgílio. Ninguno de los dos tiene más de 10% de los votos. La revelación de esta precampaña ha sido el ex militar Jair Bolsonaro, que defiende abiertamente una filiación con las ideas de la dictadura militar, y que dispone, según los sondeos, de poco más de 20% de los votos. Sin embargo, al ser candidato de un partido muy pequeño (el Partido de la Sociedad Liberal, PSL), queda claro que su candidatura tendrá muchos problemas para generar una poderosa estructura de campaña, de la misma manera que no dispondrá de tiempo aire para difundir sus espots en la recta final de la campaña, durante los últimos 30 días antes de la elección. Finalmente, más del 30% del electorado se mantiene indeciso, un porcentaje que aumentaría todavía más en caso de que Lula no pueda ser candidato. Con estos números en mente, el pacto político y social que supondría una elección presidencial, queda en entredicho. Y queda claro que la presencia de Lula en la boleta electoral no sólo constituye una evidencia jurídica ante la falta de pruebas en su contra, pero también lo es desde el punto de vista político. Al día de hoy, la única figura capaz de conciliar a un país tan dividido y polarizado como Brasil es Lula.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en París.

Twitter: @Gaspard_Estrada