EL-SUR

Martes 16 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El centauro Sergio González Rodríguez

Adán Ramírez Serret

Diciembre 08, 2017

Dentro del largo y ancho panorama de la literatura mexicana, han existido pocos escritores, pocos portadores de la pluma tan plurales y generosos como Sergio González Rodríguez (1950-2017). Duele bastante escribir una reseña de uno de sus libros en donde se marca la fecha con el final de su vida, ocurrida ya, hace varios meses. Pues fue un hombre, un personaje piedra angular en muchos sentidos.
Como decía, pocos han tenido tantas aristas como él las tuvo. Amigo e influencia para nombres de la talla de Guillermo Fadanelli, J.M. Servín, Mauricio Montiel, Juan Villoro, por tan sólo mencionar algunos. E incluso, a manera de homenaje, fue un personaje en novelas como 2666 de Roberto Bolaño y Toda la sangre de Bernardo Esquinca.
González Rodríguez escribió reseñas literarias, su famosa y temida columna de los mejores y el peor libro del año, Numeralia en Nexos, crónicas espectaculares sobre la Ciudad de México, ensayos y novelas. Muchos de estos libros son esenciales no sólo para escritores y periodistas sino también para cualquier mexicano. Obras como Huesos en el desierto, El hombre sin cabeza o Campo de guerra, denotan a Sergio como un hombre en verdad preocupado por el país y sobre todo por los problemas que adolece. Pues los confronta de frente poniendo en riesgo su vida de manera escandalosamente valiente. Relató, desmembró y denunció las crisis, las violentas pandemias abominables que han devorado México los últimos años.
Con Huesos en el desierto investigó a fondo los feminicidios de Ciudad Juárez, y cómo él mismo escribió: “en mi libro El hombre sin cabeza presenté una entrevista con un sicario, experto en decapitar a sus víctimas […] el resultado es un testimonio estremecedor sobre los usos rituales de la Santa Muerte”.
Se decía de Iósif Stalin que aun muerto seguía asesinando gente. La comparación es un tanto extraña pero me gusta por opuesta; pienso que Sergio González Rodríguez aun muerto, sigue siendo un hombre generoso y prolijo. Pues ya sin estar aquí hemos tenido este año dos libros suyos, dos obras que pueden dar al lector que quiera acercarse a este escritor algunas de sus aristas fundamentales.
Uno de los libros póstumos es uno de crónicas, Amigas: los años noventa fueron mejores (Almadía, 2017), una serie de hilarantes crónicas y anécdotas autobiográficas políticamente incorrectas en donde el narrador siempre es una especie de antihéroe.
El otro, es Teoría novelada de mí mismo, una obra en donde parece, de una forma escalofriante, vislumbrar su infarto inminente. Pues no sólo es una original puesta en escena de sí mismo, también pareciera ser una conclusión de las muchas y muchas ideas originales que engendró Sergio.
En este libro comienza por analizarse de una forma lúcida y desafiante; comienza por hablar de los sueños. Construye una sesuda teoría, una compleja composición en donde se observa a partir de sus sueños. Escribe en una de estas páginas, “El reverso de sí, el desvío de los previsto: eso significaría una teoría novelada”. Entiendo que a partir de los sueños, de una ficción no controlada ni por la razón ni por la conciencia, González Rodríguez busca mostrarse al mundo al mismo tiempo que se descubre a sí mismo. No muestra aquello que cree ser, sino lo que el inconsciente arroja.
Sergio González Rodríguez en El centauro en el paisaje retoma la brillante idea-imagen de Alfonso Reyes quien decía que el ensayo es el centauro de los géneros. Me parece genial que lo hiciera, pues Sergio fue una criatura con la cabeza, los brazos y el torso de un humano; y el cuerpo y las patas de un caballo. Un escritor único.
(Sergio González Rodríguez, Teoría novelada de mí mismo, Ciudad de México, Random house, 2017. 257 páginas).