EL-SUR

Martes 23 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El corazón y el revólver

Federico Vite

Febrero 16, 2016

Bad Lands (Traducción de Benito Gómez Ibáñez. Galaxia Gutenberg, España, 2011, 492 páginas), de Oakley Hall, es un western clásico que aborda la pugna agraria de los territorios libres de Estados Unidos a principios del siglo pasado.
El lector asiste a una secuencia de excesos: tabernas, prostíbulos, rodeos, batallas entre apaches y vaqueros, extensas cartas sentimentales a un hijo, prostíbulos, fiestas, persecuciones a caballo, incendios, música de cámara, valsecitos y prostíbulos; todo ello en torno a los códigos de honor entre caballeros, sellados con poemas escoceses y largos, prolongados sorbos de whisky. El autor cumple todos los ritos del género. Pone sobre la mesa el corazón y el revólver.
Oakley Hall (1920-2008) es un escritor que publicó más de 15 novelas, prácticamente todas ellas fueron ambientadas en el oeste. Durante más de 20 años estuvo al frente del taller de escritura de la Universidad de California, Irvine, institución de la que egresó, entre otros narradores ampliamente conocidos en Latinoamérica, Richard Ford. Hall fue impulsor de la Squaw Valley Community of Writers, una iniciativa que pretendía que escritores consagrados, y algunos en ciernes, dialogaran, convivieran pues con críticos literarios, agentes, editores y distribuidores, ¿para qué? Para comprender más o menos todas las aristas del negocio literario. La escritora Amy Tan es el resultado de esa fusión entre creadores y publicidad.
A Hall no le interesó dotar a sus libros de una estructura compleja; muchos menos, desarrollar una teoría literaria con sus historias y sus personajes apaleados por el hombre, y por la naturaleza. Le gustaba este género, mal llamado popular, por la alta tensión dramática que puede generar en diversas partes de la trama; en este caso, la conquista de la geografía salvaje estuvo a cargo de Andrew Livingstone, un banquero de Nueva York que ha ido a las Band Lands a cazar, pero azorado, confuso y emocionado por el paisaje decide hacer de ese sitio su nuevo hogar. Así que cambia de profesión, trata de convertirse en un ganadero elegante. Ese vasto territorio de caza que abarcaba una gran parte de Dakota, se satura de ganaderos y granjeros. El espacio para el pasto de las bestias se acaba y eso detona los conflictos en Bad Lands; los nativos chocan contra los extranjeros. El odio echa raíces con facilidad en los nativos.
Lord Machray, un escocés aristócrata que maneja con idéntica soltura la poesía, las armas y el arte de la parodia, es uno de los personajes más atractivos del libro. Bebe conociendo el candor de las mujeres del burdel. Aparte de este tipo, el lector presencia la melodramática existencia de una damisela en edad casadera, pero lisiada. Alguien con facultades musicales que anima los corazones de algunos caballeros, quienes buscan un nuevo oficio después de haber acabado con los búfalos de ese territorio y tienen que abandonar apesadumbramente ese pueblo, porque ya no hay cómo ganarse la vida. Sólo queda el pillaje.
Cuando los ganaderos recién llegados comienzan a instalar vallas para demarcar ciertas propiedades que se consideraban territorios libres, la novela adquiere la tensión necesaria para que el lector siga los rastros de los personajes, se hunda en la secuencia de hechos que dan forma a una geografía en especial, donde la ley es en el mejor de los casos una sugerencia; después de la primera valla, el devenir sangriento es la condición natural en un pueblo de vaqueros, acostumbrados a imponer la ley a punta de pistola. Y esos vaqueros, sensibilizados por el paisaje y enarbolando una vaga noción de justicia, disfrazada de rencor social, intentan a toda costa terminar con el símbolo de la propiedad privada.
Hall intentó, con su obra cumbre Warlock y con Bad Lands, que los académicos pusieran los ojos en el western. Trató de convertir este género en un verdadero espejo de la condición humana, porque creía que los arquetipos no estaban gastados y aún tenían gran rango de movimiento para que el autor ofreciera una particularidad no dicha del alma humana, un rasgo nuevo del odio y de la justicia. Lejos de moralizar, entre el bueno, el malo y el feo, Hall toma como base de novela el mismo mecanismo de los monstruos ya escritos por Balzac, por Dickens y por Dostoievski, donde los personajes se echan a cuestas toda la trama y avanzan hacia el fin de sus vidas, cerrando así las novelas.
Bad Lands es una pieza muy bien trabajada, un libro que nace debido a una preocupación del autor: ¿Los territorios libres simplemente fueron ignorados en Estados Unidos?
Elabora una respuesta a esa pregunta, pero termina siendo una novela, texto que no pretende más que contar una historia y lo hace de gran manera, coordina muy bien las peripecias de los personajes para darle un desenlace afortunado a esta sinfonía salvaje llamada Bad Lands. Para Hall, el western era el territorio ideal para hablar de la justicia, de eso no queda duda alguna. Que tengan un coqueto martes.