Silber Meza
Mayo 02, 2020
El crimen organizado en México y en buena parte del mundo tiene claro que ante las grandes crisis globales puede salir fortalecido. Por eso los distintos cárteles han emprendido, casi de forma simultánea, un modelo de aparente ayuda social para llevar despensas a las personas con bajos recursos económicos.
El desempleo formal crece a bocanadas y el autoempleo informal se halla prácticamente destruido. Los jóvenes no acuden a las escuelas ni a las calles ni a los centros de diversión. Aunque un alto porcentaje no respeta la cuarentena, la mayoría ha tenido que permanecer en sus casas. Las ayudas sociales para el sector más empobrecido del país se han incrementado en este gobierno federal, pero no logran satisfacer las necesidades básicas de una familia.
Los grupos criminales han lastimado a este país durante décadas, pero han potenciado este castigo desde 2007, cuando se dio la declaratoria de “guerra contra el narco” del ex presidente Felipe Calderón. Desde entonces no paró, no ha parado. Ni los presidentes Enrique Peña Nieto ni Andrés Manuel López Obrador han podido detener la bestia de la violencia y el dolor social. Los asesinatos aumentan, los desaparecidos se multiplican, la droga pulula, las armas se esparcen, el lavado de dinero se empodera. Parece una locomotora sin freno.
Los cárteles de la droga saben que se terminó la otrora imagen de “bandidos generosos”, ésos que supuestamente construían carreteras y llevaban energía eléctrica a las comunidades a cambio de base social. Sin embargo han visto en la pandemia de Covid-19 y su crisis una oportunidad para recuperar apoyos perdidos. Por eso se toman fotos y se graban videos con armas ilegales y pasamontañas mientras regalan pequeñas despensas que durarán tres días. Muchos de ellos les ponen logotipos de la organización criminal: El Chapo Guzmán, el Cártel de Jalisco Nueva Generación, el Cártel de Golfo, etcétera.
En realidad no se diferencian mucho de los políticos. También ellos han aparecido regalando despensas en estos momentos de pandemia con el objetivo de ganar base social.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) estima que en la región aumentará el desempleo y depauperizará más a los países: “Estas cifras podrían hacer crecer el número de pobres en la región, que pasaría de los 185 millones actuales a unos 220 millones, sobre un total de 620 millones de habitantes. Por su parte, el número de personas que viven en la pobreza extrema ascendería de 67,4 millones a 90 millones”, se lee en un comunicado de Naciones Unidas.
Los grupos criminales saben que esto sucederá en mayor o menor medida y ellos quieren estar ahí para beneficiarse y fortalecerse.
una entrevista realizada el 30 de abril pasado por la periodista Carmen Aristegui, el analista Eduardo Buscaglia, especialista en temas de crimen organizado y corrupción, advirtió que las bandas criminales mexicanas buscan remplazar al Estado y hacer llegar alimentos, servicios médicos y agua potable. Mencionó que ante la crisis de liquidez formal, el crimen busca ser el prestamista de políticos y pequeños almacenes, y así expandir su nivel de influencia.
La actividad de falsos benefactores de los grupos criminales ante la pandemia fue confirmada por López Obrador durante una de sus habituales conferencias mañaneras. En pocas palabras, el 20 de abril pasado el presidente les dijo que en vez de regalar despensas lo que deben de hacer es dejar de delinquir: “He estado viendo que reparten despensas. Eso no ayuda. Ayuda el que dejen sus balandronadas; ayuda el que le tengan amor al prójimo; ayuda el que no le hagan daño a nadie; ayuda que no se sigan enfrentando y sacrificando”.
López Obrador sabe que los grupos criminales buscan llenar un espacio vacío, y por eso inmediatamente después trató de recuperarlo, al menos en el discurso: “Y decirle a la gente que nosotros vamos a seguir apoyando, vamos a seguir apoyando para que no les falte nada”.
México, con altos niveles de pobreza, violencia, marginación, desigualdad y con un enorme problema de justicia social se halla ante un reto doble frente al nuevo coronavirus: salvar vidas con un débil sistema de salud, y salvar vidas que buscan ser absorbidas y reclutadas por la delincuencia organizada.