EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Día del Trabajo y los cien días de Trump

Eduardo Pérez Haro

Mayo 02, 2017

Para David Lozano.

El 1° de mayo nos deja pasmados frente al entrelazamiento de los cien primeros días del gobierno de Donald Trump. El mundo del trabajo se complica y con ello se complica la perspectiva de los trabajadores y de los procesos que se orientan al cambio como superación de las dificultades económicas y sociales con dirección a una vida menos inequitativa y más segura para todos.
El trabajo “flexible” fue la modalidad con la que se sustituye el otrora trabajo “fordista” que dio lugar al desarrollo del sindicalismo, lo que sucedía a la par de la crisis del petróleo, la aparición del primer procesador Intel y el ascenso del pensamiento económico neoliberal; eran los inicios de la década de los 70 cuando se sentaban las bases del ulterior proceso de globalización.
Los altos precios del petróleo pusieron en dificultades a la industria y buena parte del capital se muda al sector financiero donde la computación brindaría una velocidad de operación y rotación del capital sin precedente. El entonces presidente estadunidense Richard Nixon determinó el desprendimiento del dólar respecto de su respaldo en oro, y así su condición de divisa internacional que había sido establecida desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se daba una virtual libertad de impresión que en los años venideros otorgaría particular ventaja a Estados Unidos.
La computación vendría a dar un basamento que en la práctica redimensionaría el trabajo y la fábrica misma, pues gran parte de la producción se sucedería en bienes y servicios generados y obtenidos en forma magnética y aún los bienes tangibles se habrían de producir y movilizar en formas apuntaladas o mediadas por las computadoras, Se procesaba así la terciarización de la economía por el predominio de los servicios, la dinamización del crédito y la expansión del trabajo flexible que no es otra cosa que aquel que se remite a horarios de utilización directa por tiempo determinado y sin mayores prestaciones.
La fábrica no desaparece ni deja de ser determinante por cuanto ahí se establece la forma de la relación social y económica entre el capital y el trabajo, empero, sufre un redimensionamiento por su orden de magnitud en el peso de los sectores de actividad y así también, por cuanto buena parte de los procesos de mayores utilidades habrían de darse fuera de la fábrica tradicional pues aunque los instrumentos de procesamiento serán imprescindibles, los softwares serán determinantes en la dinámica de consumo, valorización accionaria y renovación de los hardware, y ahí el trabajo tiende a disminuirse en términos del peso relativo que tiene con relación a las formas fabriles donde pervive la jornada y la reunión dentro del proceso de trabajo-producción.
La globalización como respuesta a la crisis fue una gran salida auspiciada por el cambio tecnológico, mas no pudo desembarazarse de construir una ruta basada en el crédito, a su vez fundado en el dinero fiduciario que no es otro que el dinero que la banca simplemente registra en una cuenta computarizada del deudor y el cual queda como dinero disponible, y cuando la banca se sobrepasa y se enfrenta ante la incapacidad de pago el Banco Central puede imprimir o emitir deuda para obtener recursos con los cuales puede fondear y con ello remontar el quebranto de la banca comercial.
Este es un abreviado resumen de la globalización que ha generado una historia de endeudamiento, de sobrevalorización accionaria en las bolsas de valores, oligopolios, superganancias especulativas, etcétera, con base en el trabajo flexible como principal punto de apalancamiento y sin embargo ya no puede, porque ha generado un proceso de altísima concentración y centralización que ha dejado a pueblos y países fuera de los circuitos económicos con un fenómeno exorbitante de presiones migratorias, que se suman a los altos niveles de subocupación e informalidad en el trabajo y que sirven para el abaratamiento del mismo y aun así, la fórmula global cascabelea en su andar. Y de ahí los dos, tres, Donald Trump y sus detractores globalifílicos, donde ni unos ni otros dan pie con bola, lo que ya es más que una desgracia, que los dueños del mundo no hallen como destrabar el eventual estallamiento de una mega burbuja financiera, que por ahora es a lo que se reduce.
Y sin embargo, surge una interrogante de particular importancia, y es que nos preguntamos qué le representa a la necesidad y a la filosofía de la transformación desde la perspectiva de los trabajadores, de los obreros industriales en primer lugar y asimismo, de los trabajadores en general, cuando, bajo la fórmula del trabajo flexible se han disminuido unos y los otros se han dispersado en el individualismo. ¿Acaso seremos presa de la orfandad de clase para el cambio? Tenemos varias maneras de colocar los términos de esta discusión que se pone como un asunto de la mayor relevancia y ahí están los colectivos de la lucha social –ecologistas, feministas, indígenas, defensores de las libertades y los derechos humanos– que no dejan de apuntar reivindicaciones de gran relevancia, pero con parcialidad y gremialismo que no alcanza la condición de una discusión tet a tet con los dueños del capital y el sistema de decisiones en que se funda la dominación.
Tal parece que no estamos caracterizando debidamente el momento y se nos traslapa la táctica y la estrategia, nos acomodamos en la circunstancia y decimos con una suerte de facilidad que Trump está mal y Peña está mal, sin duda, y no hay error en ello, pero cuando enfilamos qué está bien y por dónde, se nos desparrama la reflexión y la idea, en lugares comunes sobre lo qué nos hace falta, creándose una lista interminable de asignaturas pendientes que parece hemos identificado por herencia y circunstancia, más no hay manera de evitar que estas recapitulaciones y estimaciones devengan moralmente con débiles clamores de justicia cuando no postulados conservadores envueltos de supuesto fervor civilizatorio incluso en utopías evasivas que nos sacan del curso de la historia.
Estamos obligados a realizar un análisis suficiente para avizorar y advertir los contenidos de una estrategia que ofrezca claridad de lucha para producir ajustes en el profundo desequilibrio en el que se ha colocado la discusión entre el capital y el trabajo, entre la ganancia y la actividad productiva, entre la égida financiera y el mundo real en el que el horizonte se difumina en una nube espantosa por cuanto la confrontación de las potencias militares por la hegemonía internacional asoma la cabeza. Los colectivos y los pueblos cuando tienen lugar como en los procesos electorales, nos enredamos en pleitos y aclaraciones, en discusiones secundarias que están bien por cuanto contrapuntean a los actores y fuerzas de la dominación y de esa manera se procesan en un cambio en la correlación de fuerzas de esa contienda, pero que se distraen del fondo del asunto pues ni siquiera prefiguran las luchas y las reformas de un cambio que reposicione al trabajo frente al capital que vendría bien apuntar como una manera de conmemorar a los mártires de Chicago de 1886 y los 100 días de Donald Trump, emblemas contrapuestos que giran alrededor de la contradicción primigenia y contemporánea entre el capital y el trabajo.

[email protected]