EL-SUR

Martes 30 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El diálogo con los actores sociales y las víctimas

Vidulfo Rosales Sierra

Julio 21, 2023

 

La violencia es condenable en todas sus formas, por ello emergieron en el mundo movimientos que llaman a la resistencia y la transformación utilizando formas de lucha no violentas, los máximos exponentes son Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Nelson Mandela.
Los movimientos pacifistas son cuestionados porque al fin de cuentas producen violencia, cientos de activistas que lucharon por los derechos civiles en Estados Unidos fueron asesinados por los racistas de ese país, el propio Luther King y Gandhi fueron silenciados de manera violenta, aunque muchos refieren que estas son las formas más elevadas de organización social.
Principalmente el socialismo contrasta con las formas de lucha no violenta ya que plantea hacer la revolución por la vía de las armas partiendo que la burguesía no dejará el poder con el diálogo y la concertación. Es necesario destruir la clase poderosa junto con el Estado que es su aparato represor, prescribe el postulado marxista.
Ambas formas de lucha tienen como fin construir un mundo más justo, donde impere la igualdad, la libertad, donde no haya explotación “del hombre por el hombre” reza la consigna socialista. El objetivo es construir “una patria nueva” decía Genaro Vázquez, el “nuevo amanecer” que pregonaban las luchas de liberación de los años setenta, “un mundo en el que quepan muchos mundos” como dicen los zapatistas. Lograr esta máxima aspiración del ser humano fue lo que movió a miles a alzar la voz y mantener el puño izquierdo en alto.
En esos procesos de lucha, rebeliones y guerras muchos gobiernos llamaron al diálogo a las contrapartes. Se pusieron sobre la mesa las demandas de los inconformes. Eran reivindicaciones de justicia, libertad e igualdad, es decir, dos clases sociales negociaban el modelo económico, político y social que garantizara un mundo más justo y equitativo. Así han existido diálogos que ponen fin a guerras o conflictos armados. En todos subyacen demandas de interés general como territorios, justicia e igualdad para sus sociedades.
Por otro lado, existen hechos de violencia que carecen de legitimidad, como los que generan las bandas delictivas y mafias que matan y destruyen para satisfacer intereses personales. Las más destacadas son los grupos delictivos en Estados Unidos en el marco del contrabando del alcohol, la mafia siciliana de años pasados y ahora los cárteles que trafican con drogas en América Latina, Estados Unidos y otros países del mundo.
Frente a acciones que destruyen, causan terror y muerte para satisfacer intereses personales los gobiernos deben actuar disuadiendo y desmantelándolos. No se puede dialogar y negociar. ¿Qué se pondría sobre la mesa? ¿Por qué el Estado tendría que ceder algo a estos grupos? ¿Permitir que sigan matando y desapareciendo? Ayer como hoy las bandas delictivas surgieron y se fortalecieron gracias a la debilidad del Estado y sus instituciones ¿por qué ceder más?
Por los acontecimientos de la semana pasada en Chilpancingo, la validez de dialogar ha salido a relucir. A la alcaldesa de Chilpancingo se le cuestiona por reunirse con el jefe de una banda delictiva, ella ha dicho que no representa ningún problema, el gobierno dialogó con comunidades que forman parte de las bases que mueve el grupo delictivo con cuyo jefe la alcadesa se reunió y el ex obispo de Chilpancingo declaró conocer a destacados miembros de las bandas delictivas en pugna, sugiere que se tiene que dialogar con ellos.
Es ética y políticamente cuestionable dialogar con los grupos delictivos responsables de miles de asesinatos y desapariciones de personas en el estado, pero además ¿cuáles son los tópicos que se abordarían? ¿permitirles su libre accionar delictivo? Definitivamente reunirse con estos grupos es una salida en falso, transitar en arenas movedizas, sería tanto como abdicar del deber de imponer el Estado derecho y de crear un ambiente de paz con dignidad para todos.
El diálogo debería ser entre gobierno, víctimas, universidades, iglesia y organizaciones de la sociedad civil. Es menester convocar a estos actores a una discusión, análisis y debate con miras trazar estrategias efectivas que permitan revertir los niveles de violencia que prevalecen.
Es urgente fortalecer al Estado y sus instituciones, para ello es necesario: 1 Profundizar en las investigaciones contra los alcaldes, policías y agentes de tránsito vinculados con los grupos delictivos. 2 Recuperar las áreas de los ayuntamientos como las direcciones de seguridad, tránsito, comercio y reglamentos en poder de los grupos del hampa. 3 La Fiscalía tendría que crear una unidad especial de investigación y litigación que busque e indague los casos de desapariciones y que estas pesquisas terminen con acciones penales concretas contra los cabecillas de las bandas delictivas de tal forma que desde aquí se vaya medrando a los grupos delictivos. 4 Investigar, ubicar y procesar a los responsables de asesinatos y desapariciones de activistas sociales y periodistas, como los de Ranferi Hernández, Vicente Suástegui, Nelson Matus y otros. En varios de estos casos, los autores materiales son los grupos de la delincuencia organizada, de tal manera que si se resuelven se puede desmantelar a los grupos delictivos como ocurrió en Iguala y Tlapa con la desaparición de los 43 y del defensor indígena Arnulfo Cerón, respectivamente. 5 Concretar la reforma constitucional que reconozca a los pueblos indígenas y afromexicano una deuda histórica con los de abajo, y 6 diseñar políticas y acciones de acercamiento con los pueblos indígenas y campesinos para resolver sus demandas inmediatas. 7 Solucionar pacíficamente sus conflictos internos. 8 Diseñar estrategias de reconstrucción del tejido social roto por la violencia irracional.
Si no se convoca a una amplia discusión a los actores sociales mencionados el Estado seguirá debilitándose, las instituciones se harán trizas, el tejido social seguirá rompiéndose y quien sacará la peor parte será la gente de a pie, la que sufre a diario el terror que imponen las bandas delictivas y la indolencia gubernamental.
No creo que creando refugio de perritos felices ni sembrando árboles se resuelvan los graves problemas que atraviesa la entidad, por más que estas acciones sean nobles, pero si están desprovistas de una estrategia y política de gobierno concreta serán meros distractores políticos.