EL-SUR

Lunes 06 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Efecto Perspectiva

Efren Garcia Villalvazo

Agosto 03, 2019

En uno de esos días de demasiado calor en las calles y pocas ganas de salir a sufrirlo, vi parte de la miniserie de Netflix llamada One Strange Rock presentada por Will Smith. En el capítulo Hogar el actor sigue la pista de ocho astronautas que han dado el gran salto al salir de la atmósfera terrestre y vivir –algunos de ellos por años– en el espacio exterior. La experiencia los cambió. Los convirtió de seres que vivían en un país con límites definidos a seres universales que dejaron de distinguir fronteras irreconocibles desde el espacio. Pudieron ver desfilar durante días, meses y años la superficie de la Tierra, de noche y de día, con tormentas y sequías, a un ritmo de 16 amaneceres cada 24 horas elevando sus niveles de conciencia en varios órdenes de magnitud con cada vuelta al planeta que completaban. La experiencia, repito, los cambió para siempre.
Cómo dicen, no nos hemos dado cuenta del valor que tenemos, del valor de lo que nos acompaña, de lo frágil –palabra que se repitió hasta el hartazgo en los 47 minutos de programa– que es el planeta, nosotros, y todo lo que compone la increíblemente compleja y perfecta maquinaria que es la biosfera.
Había que salir al espacio, como señala Will, los seres humanos pensamos desde la superficie de la Tierra hacia arriba y pocas veces tenemos la oportunidad de invertir esta forma de ver las cosas. Y este cambio en la manera de percibir la naturaleza lo explica todo. Es un Efecto de Perspectiva.
Las imágenes que se ofrecían dejaban sin aliento: era posible ver mares de nubes cubriendo continentes enteros y por aquí y por allá una que de seguro tenía mayor energía surgiendo como un gran hongo del techo formado por vapor blanquísimo. Por la noche que sucedía al día cada 90 minutos era posible ver decenas de rayos iluminando brevemente desde el interior de las nubes, volviéndolas misteriosas luciérnagas que se prendían y apagaban siguiendo un ritmo que desde el nivel del suelo es imposible distinguir. Las corrientes marinas se presentan como grandes ríos de diferente color que serpentean por el medio de inmensas masas de agua de color índigo. Es posible decir en qué lugar desemboca un río por el color marrón de los remolinos que forma antes de mezclarse con el agua marina que la recibe con gusto después de varios años de haber brotado de ese mismo seno. Los astronautas han podido ver como la blanca cubierta de glaciares retrocede con aterradora velocidad modificando ecosistemas enteros y dejando ciudades sin agua, y también como la desertificación vuelve páramos marrones países y regiones enteras. Atestiguan silentes desde sus atalayas de alta tecnología la desaparición de los hielos eternos de la Antártida y la consecuente aparición del codiciado Paso del Noroeste en el Océano Ártico, sueño de generaciones enteras de marineros desde que Lorenzo Ferrer de Maldonado afirmó haberlo cruzado en 1588.
Es posible ver las grandes conexiones que existen entre sistemas y los ciclos que se cumplen, tomando lo que se produce y sobra de uno para de manera soberbia integrarlo sin desperdicio en otro, a veces dispersándolo a veces concentrándolo. Es un muy aceitado mecanismo en que la física, la biología y todas las ciencias de la tierra participan de manera simultánea en este planeta lleno de imperfecciones y lo vuelven perfecto mediante infinidad de intercambios de materia y energía, tal como se ha hecho desde hace milenos, tal vez millones de años. En verdad hay que reconocer que la vida es un milagro diario. Hay tantas cosas que pueden fallar y fallan, pero en ese fallo está su contribución a esta gran sinfonía de asimetrías cambiantes.
El conductor busca una representación fácil de entender respecto a la apariencia y las repercusiones que tiene esta profusa interconectividad de elementos de la naturaleza y la encuentra en la asombrosa migración de las mariposas Monarca que llegan a invernar a México. Partiendo de Iowa –hogar de la astronauta entrevistada Peggy Whitson, la estadunidense y mujer que más tiempo ha permanecido en el espacio– hasta llegar al estado de Michoacán en México, este delicado insecto viaja miles de kilómetros haciendo uso de alas casi transparentes y un asombroso instinto de navegación para cubrir con apenas unas gotas de néctar como combustible este largo viaje que la lleva a su lugar de descanso en el invierno. Le acompañan de regreso su material genético con pequeñas variaciones que le permitirán reproducirse en la próxima temporada, buscando con ellas producir alguna nueva característica favorable que le permita adaptarse a las condiciones en que se encuentra, que siempre son cambiantes. Es el camino de la selección natural.
¿De dónde es la mariposa monarca? ¿De Estados Unidos? ¿De México? ¿De todos los lugares que quedan a lo largo del camino que recorre? Imposible saberlo. No hay límites reconocibles y menos desde el espacio. ¿De donde son los astronautas que regresan a Tierra después de meses de viajar alrededor del planeta? ¿De su país de origen? ¿De todos los países que desde arriba veían desfilar velozmente a su paso? ¿Del espacio exterior?
Se llega a la conclusión de que estos nuevos habitantes de la Tierra ahora pertenecen a todos los países que pudieron ver y al espacio exterior también. Ciudadanos universales, como ya se ha dicho, con una conciencia de lo que es realmente importante por encima de cualquier otro que le diga que su país termina en un muro o con una ideología. Y conscientes también de la importancia de considerar vitales estas conexiones con la naturaleza para poder seguir permaneciendo en un planeta con equilibrio frágil al que cada día le quitamos más piezas que le hacen perder su capacidad de funcionar.
Es una concepción de una hermandad muy universal, en donde a la manera que lo decía San Francisco de Asís, cada especie de animal y vegetal era considerados y llamados por él como “hermanos”. Un espacio compartido que como dijo el papa Francisco es la “casa común”. Un lugar que con una simple y significativa palabra que es título del capítulo que vi de la serie lo representa todo. La palabra hogar.

Twitter: @OceanEfren

* El autor es oceanólogo (UABC), ambientalista y asesor pesquero y acuícola. Promotor de la ANP Isla La Roqueta y cofundador de su museo de sitio, además de impulsor de la playa ecológica Manzanillo.