EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El efecto submarino

Florencio Salazar

Noviembre 13, 2018

¿Los gobernantes toman decisiones a partir de conocer a profundidad las condiciones que podrían afectar o actúan con la información exclusiva de sus fuentes?
Asumimos que un jefe de Estado es la persona más informada de su país. Dispone de agencias de inteligencia, asesores, analistas, informadores externos, incluso extranjeros. Por lo tanto, cada una de sus decisiones se supone está avalada por lo más cercano a la objetividad.
Los actos que se realizan desde el poder público no debe-rían tener otra finalidad que el bien común, la justicia social, el bienestar general de la población. Pero pensar así significa ignorar que en toda coalición de gobierno se mueven diversos intereses, que se ofrecen al gobernante como panacea.
Cuando se habla de “el Solitario de Palacio”, la referencia es a la soledad en la que se encuentra quien debe tomar las más graves decisiones, sabiendo que el único que será señalado por sus aciertos o errores, será él mismo. La posteridad no hará referencia –acaso de manera tangencial– a éste o aquel colaborador porque, a final de cuentas, decide quien designa al equipo o, peor todavía, permite la influencia de los que carecen de responsabilidad.
A Fernando Henrique Cardoso le preguntaron qué aconsejaría a los próximos líderes. El ex presidente de Brasil habló de la dificultad de hacerlo, porque “todos quieren crear el mundo desde el principio”, y sugiere: “Escuchar más de lo que uno cree, escuchar a los demás”, porque “a medida que pasa más y más tiempo, uno cree saberlo todo” (Brian Michael Till, Conversaciones con el poder, Editorial Patria, 2012). Y creer saberlo todo es causa de muchas decisiones equivocadas.
Escuchar lo más posible es necesario porque, además, los gobernantes son objeto constante de lo que en el sureste llaman cultivo yucateco: “El jefe es perfecto, el mejor, el único”. Una y otra vez le dicen lo mismo y el elogio sin recato ni descanso despega al gobernante de la realidad. Los colaboradores deben ser vectores con la sociedad, pero suelen ocultar críticas, condescendiendo con determinaciones caprichosas. Así, por ejemplo, asesores y responsables de comunicación social suelen ocultar la “mala” información, contribuyendo a mantener al príncipe en una burbuja. Si algo sale mal, para tranquilizar las aguas se repite la falsa cita de El Quijote: “Los perros ladran, Sancho, significa que vamos avanzando”. Y los perros, por supuesto, son sus enemigos, los enemigos del pueblo.
La tarea del político es conquistar el poder para ejercerlo con el fin de atemperar el perpetuo conflicto entre el pacto social y el desacuerdo. Cómo lo haga, con qué herramientas, califican su modo de pensar. La claridad en el uso del poder es indispensable para que el ciudadano no termine por exiliarse de la vida democrática.
El príncipe debe estar consciente de que cualquiera de sus actos, incluso sus gestos, tienen consecuencias. Sus decisiones deben ser meditadas, incluso consultadas, cuando lo amerite la importancia del asunto, con el propósito de que a las adversidades inevitables en la trayectoria de todo gobierno, no sume adversarios reales o supuestos, que le consumirán tiempo y energía.
Václav Havel comparó el ser presidente con estar en un submarino, “porque en forma constante se está rodeado de la misma gente y puede ser difícil obtener información del exterior”. Y en nuestros tiempos, es difícil seguir a Azorín: salir de incógnito y visitar mercados y mesones para saber lo que piensan las personas. Pero deben encontrarse sustitutos, sin cercos que impidan ver a lo lejos.
Los mandatarios deben sabotear su submarino.