EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El emperador

Héctor Manuel Popoca Boone

Febrero 13, 2016

Poco después de que el emperador de Etiopía, Haile Selassie fuera derrocado por un Consejo Revolucionario Militar en 1974, el legendario y brillante periodista polaco, Ryszard Kapuscinski fue a la ciudad capital Addis Abeba para entrevistar a sobrevivientes de la corte imperial. Producto de esa serie de encuentros en el clandestinaje, fue su libro El emperador. Comparto textos del mismo, con agregados propios, clasificados para su mejor comprensión en tres apartados: Pensamientos del monarca, del consejero y del primer ministro.
Su “Más Sublime Majestad”, tenía como hábito que las decisiones políticas, económicas y sociales importantes, que pudieran causar animadversión entre la población, fueran divulgadas por sus principales colaboradores; si no suscitaban repudio, patentizaba su autoría, por el contrario, podía pedirle la renuncia a su colaborador más criticado, para quedar bien con el pueblo. Comentaba que, si algún grupo de sus colaboradores empezaba a destacar más que los otros, les concedía más favores a los segundos aun cuando no lo merecieran; así podía restablecer el equilibrio palaciego, que era adosado por pugnas internas, zarpazos y zancadillas.
Decía “El León de Judá” que los nombramientos a cargos gubernamentales, medios y superiores, se los informaba personalmente a los agraciados, para que tuvieran presente que en última instancia se le debían a él y a nadie más. Que supieran que la fuente de poder emanaba de su persona exclusivamente. Además de lealtad, les pedía incondicionalidad y gratitud permanente. Como “Rey de Reyes”, siempre estaba satisfecho de ver en palacio a esa masa servil y temerosa de conformistas y aduladores haciendo antesala. Era la obediencia de sus súbditos lo que creaba su aura de superioridad, a través de la cual irradiaba poder y dignidad.
Afirmaba que, en un país pobre el dinero es un cerco maravilloso, grueso, fragante y eternamente florido, tras el cual puede uno aislarse de todo. Este cercado impide ver la pobreza que se arrastra a ras del suelo, oler el hedor de la miseria, oír el clamor que llega de las capas más bajas de la sociedad. Por eso, los que están adentro de la alambrada, se sienten orgullosos, seguros y tranquilos; y yo les permitía estar adentro.
¿Cómo hacer reformas sin que todo se cayera hecho añicos? ¿Cómo se podía mover una pieza sin que se derrumbara todo lo demás? Preguntaba y se respondía a sí mismo. Había que hacer reformas sin poner en riesgo todo el sistema imperial. Mantenerme en el poder y no poder cambiar el sistema para que el pueblo progrese, me convierte necesariamente en un gran demagogo. Mi retórica debe hacer que el pueblo vea victoria donde hay fracaso; felicidad donde existe desgracia; opulencia, en la miseria; buena suerte, en el desastre y esperanza, en la adversidad. Mantener la idea de la omnipotencia ante la impotencia y exaltar la brillantez en lo que ya está enmohecido.
Sabía que el educar crea el hábito de leer y de ahí no hay más que un paso al hábito de pensar, que lleva ineluctablemente a la toma de conciencia. Por eso consideraba la conveniencia de tener un pueblo semi-educado para embotarlo: que sea pobre, pero alegre; que estén descalzos, pero felices. ¡Ah, que buen invento fue la televisión!
Concluía que la ventaja de mantener al pueblo hambriento es que sólo piensa en la olla, todos sus sentidos se concentran en cómo llenar la panza, pierde lo que le queda de fuerza y ya no tiene voluntad ni cabeza para buscar la desobediencia. En esa situación con cualquier donación que les hiciera estarían siempre reconocidos con su “Graciosa Majestad”. En lugar de dar de comer a los famélicos es preferible erigir obras faraónicas; porque ellos, aunque fueran saciados acabarían por morir algún día y no dejarían huella de su paso por la vida, pero eso no debía de sucederle al “Inigualable Señor”. Mis grandes obras de relumbrón permanecerán imperecederas. (Continuará).
PD1. ¡Ojo! Un expresidente municipal y ex diputado del PRD, intimidó y amenazó al corresponsal de la revista Proceso.
PD2. El investigador universitario, E. Buscaglia, había aseverado con anterioridad que más de la mitad de los municipios del país estaban infiltrados por el narco.