Federico Vite
Mayo 10, 2022
Varios de los textos de Stephen King analizan, con obsesiva recurrencia, al escritor (en ciernes y consumado). Basta con nombrar a Misery, Secret window, Secret garden, Salem’s Lot y The shining para tener en mente cuál es la ruta de ese sondeo que bien valdría la pena poner en perspectiva al ver una de las series recientes de los guionistas franceses Samuel Bodin y Quoc Dang Tran: Marianne.
Grosso modo: Marianne es el espíritu de una bruja que vive gracias a que Emma Larsimon noveló diversos episodios tétricos de esa presencia oscura. Pero es importante señalar que Marianne ataca y tortura a Emma en un mundo onírico. Las pesadillas son constantes cuando la bruja se acerca y obviamente toma posesión de familiares y amigos de la escritora. ¿Por qué? Porque quiere que Emma siga escribiendo sobre ella, así la engrandece, el espíritu cobra fuerza y logra tener mucha mayor presencia en nuestra realidad.
Larsimon, interpretaba por Victoire Du Bois, es autora de los libros Lizzie Larck, una serie de terror que relata la batalla entre el personaje principal y Marianne, alma milenaria cuya única debilidad es que no puede mentir cuando le preguntan su nombre. Emma no sospecha que la presencia de Marianne se extiende más allá de las páginas de las novelas y es ahí donde la serie inicia, cuando la bruja posee a la señora Daugeron, interpretada por Mireille Herbstmeyer, lectora compulsiva de Lizzie, quien pone en marcha una maquinaria del mal, una maquinaria colocada en las dimensiones ocultas de la brujería; mejor dicho, en los recovecos de la brujería y de la literatura.
Emma es escritora. No es comprensiva, ni siquiera educada. Se mantiene encerrada en sí misma. No respeta a los lectores, los fans, los amigos y, por supuesto, a su familia. Tiende a la autodestrucción y le encanta el alcohol. Digamos que estamos ante un cliché. Piense por ejemplo en Californication, escrita por Tom Kapinos. En esa serie un escritor con bloqueo creativo se muda de New York a Los Ángeles. Ahí obviamente le pasa todo, pero no escribe aspirando a la alta literatura. Cosa ejemplar y contrapuesta a estos dos ejemplos mencionados es lo ocurrido en The affair, creado por Sarah Treem y Hagai Levi. En esa serie la figura del escritor asciende de una forma un poco más atractiva; es decir, el protagonista, Noah Solloway, interpretado por Dominic West, quiere escribir pero no sabe de qué ni cómo. Da clases de literatura. Invierte el tiempo en sus hijos y en su empleo. Ha postergado el anhelo de ser escritor. En las vacaciones de verano se va a Montauk con la familia millonaria de su esposa. De hecho, el suegro de Noah es un escritor exitoso. En un restaurante conoce a la camarera Alison Works, interpretada por Ruth Wilson. Ellos inician una relación eminentemente sexual. Esa mujer es el molde (la protagonista) que Noah buscaba y escribe la novela que tanto había deseado, pero lo curioso es que no está inventando nada. De hecho sólo cambia los nombres de los protagonistas y escribe con furor todo lo ocurrido entre él y Alison. Al libro le va muy bien en ventas. Recordemos que el sexo y el amor siempre venden. El agente literario de Noah exige una nueva novela, pero la magia ya no ocurre porque él no usaba la imaginación para crear, sílo hacía una mímesis de la realidad. Es decir, en los dos primeros casos (Marianne y Californication) el escritor ya había escrito y el resto de la serie cobra mayor presencia la vida del autor; en el segundo caso, The Affair, el escritor vive una historia y simplemente la describe. Pero ya no puede volver a conectarse con la literatura. Le queda, para desgracia suya, la vida a secas.
En Marianne, Bodin y Dang Tran ofrecen una refrescante mirada a la imagen del escritor. Ponen sobre la mesa un asunto más: escribir es una maldición. Para ellos, el escritor es alguien que arrastra la condena de repetir lo que un ser superior dicta. Una fuerza magnánima usa al amanuense como lacayo. ¿Esto pasa con el escritor realista? Sin duda alguna. A pesar de todo eso, Emma escribe y disfruta darle vida al mal. Dice Emma a la asistente de su agente literario, Camille, interpretada por Lucie Boujenah: “Lo que escribo se hace realidad. Tienes que creerme”. Esto agrega un grado más de complejidad, porque la escritora, sometida por el espíritu de una bruja, consuma su labor como lacaya cuando alguien lee la historia y le otorga así la fuerza a ese espíritu demoniaco para ser algo verosímil. Marianne es algo escrito y algo leído.
Marianne no ofrece nada más allá de lo ya hecho por Stephen King, pero sin duda alguna está bien contextualizada la historia en el presente. Las acciones de los personajes delatan ese aspecto. Un sacerdote lee blogs literarios; una escritora no lee (ni por error) literatura, revisa sus mensajes de WhatsApp, escribe y en realidad no inventa nada, hace lo que un ente superior le dicta. Camille, la asistente, habla por teléfono con los editores anglosajones y resuelve algunas cositas relacionadas con el daño causado por los libros de Emma. Recordemos que la serie está hecha en Francia y la saga de Lizzie Larck está escrita en francés, de ahí que los editores anglosajones quieran a toda costa la resolución de algunos contratos para explotar la obra. Emma asiste a presentaciones de libros, a largas sesiones de autógrafos, entrevistas, lecturas en público. Vive como escritora, pero no escribe. Ella ya escribió.
Una vez desatada Marianne, Emma y Camille deben regresar a Elden, donde todo inició, donde se encuentran la familia y los amigos de Emma, a quien muchos temen debido a que literalmente estaba poseída por algo. De ella se recuerda un artículo escrito para un periódico escolar en el que humilla a su madre. Como usted nota, se agranda la idea del escritor como un ente maldito que da problemas y males a quien tiene cerca, pero eso no es todo, escribe estos males para darle otra magnitud al daño. Regresar a Elden dota de un tono noir a la serie y se diluye la presencia de Emma en tanto escritora. Es una mujer maldita, pero aún así querida por algunos incondicionales. La única persona que evita que Emma se descontrole por completo es su asistente, Camille, pero termina siendo lastimada por el mal. Es decir, quien le ayuda en la vida de escritora termina siendo borrada por el mal causado (desatado) por la escritora que no transcribió uno ni dos libros sino varios volúmenes que agrupan las batallas libradas por el espíritu de esa bruja y Lizzie. La batalla de Emma con Marianne deja un rastro tangible de destrucción y la figura del escritor queda nulificada. Es decir, ya hizo su trabajo, ahora vive y lucha contra lo que le dictó su obra. Obviamente se trata de una serie, no de un estudio sesudo y complejo, pero es muy interesante. Llama la atención que el escritor, escritora francesa en este caso, hace de su oficio una maldición.
Finalmente, digamos que un escritor, para muchas guionistas televisivos, es alguien que vive alocadamente, como adolescente puro: rock, alcohol, sexo. Sin duda alguna la vida de un escritor es mucho más doméstica. Suele estar solo, escribiendo en un mismo sitio por horas y esencialmente solo también cuando lee y corrige y reescribe. Solo. Si bien le va a un escritor verá su obra publicada y con eso, créame, empieza otro abismo, pero de eso hablaremos algún día.