EL-SUR

Martes 07 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El esfuerzo sostenido de la fábula

Federico Vite

Noviembre 05, 2019

Con la intención de revisitar algunas novelas que aportan luz a ciertas sombras de la creación, recobré la grácil y elegante vida de Isabel Archer, protagonista de Portrati of a lady, de Henry James. La señorita Archer es una joven norteamericana que se traslada a Gran Bretaña, donde despliega su fascinante encanto, mezcla de inteligencia, orgullo, curiosidad y voluntad exploradora. Ella pertenece a un tipo de mujeres, “americanas”, que intentan romper los viejos esquemas sociales de la aristocracia europea. Es decir, Isabel Archer no llega al Viejo Continente con la idea de casarse con un soltero codiciado ni pretende encumbrarse en una sociedad que vive de la parafernalia, sino que busca observar todo su entorno para tener una opinión propia sobre la vida.
James coloca en el centro de la historia a Isabel y todos los personajes que la van conociendo ofrecen su opinión sobre ella. El autor usó el colmillo para apropiarse del punto de vista de los personajes y ofrece al lector un retrato de la esencia de una mujer. No sé a usted, pero a mí me parece un artefacto admirable esta novela que logra fotografiar la sique femenina. El razonamiento de una dama, no importa la época, es para mí un tema apasionante.
En 55 capítulos, James logra mostrarnos los paisajes exteriores e interiores de Isabel. Justamente sobre este asunto, el trabajo técnico del novelista, James escribió en su libro The art of fiction algunas reflexiones acerca del libro que hoy comento. No sobra decir que ese ensayo apareció por primera vez en la revista Longman’s Magazine. Posteriormente lo publicaría en forma de libro, acopiando más artículos y algunos perfiles de escritores, en noviembre de 1884. El resultado de aquellas reflexiones exponen el método creativo de James para darle forma a su edificio literario.
Sobre The protrait of a lady cuenta que durante los primeros capítulos hizo que la señorita Archer entrara a la mansión del señor Touchett, tío de Isabel, un norteamericano que durante años ha dirigido una próspera empresa, pero ya se ha retirado. Con él vive su único hijo, Ralph Touchett, joven educado e inteligente, cuya mala salud le impide cualquier ocupación. Gracias al señor Touchett, Isabel llega a Europa y James tiene una duda, no sabe exactamente qué puede pasarle en Gran Bretaña a chica con esas características. Para ilustrar mi referencia, cito al autor: “El caso es que esta pequeña, única ‘piedra angular’ –la concepción de una cierta joven afrontando su destino–, empezó siendo todo mi material para el gran edificio que sería The portrait of a lady. Llegó a ser una casa cuadrada y espaciosa; o al menos, así me lo pareció al releerla; pero debía germinar la novela alrededor de mi joven señora mientras ella permanecía allí en perfecta soledad. Aristocráticamente hablando esta es para mí la circunstancia de interés”.
James lleva a una mansión a Isabel y ahí permite que todo lo importante le ocurra; ya que conoce las variantes de la vida aristocrática, ella deberá tomar algunas decisiones, justamente eso es lo atractivo del libro, ¿qué pasa cuando la protagonista debe actuar por sí sola? Nuevamente citaré a James: “Lo que más me conmueve, al releer el libro, es la actitud cautelosa que en él se manifiesta y muestra un deseo vehemente de proveer entretenimiento al lector. Sentí, que en vista de la posibles limitaciones de mi tema, que ningún cuidado de tal naturaleza podía ser excesivo, y que su desarrollo constituía simplemente la forma general de esa búsqueda cuidadosa. Yo creo que esta es verdaderamente la única explicación que me puedo dar sobre la evolución de la fábula: el necesario crecimiento del tema y las adecuadas complicaciones me nacieron y se desarrollaron en la mente”.
Es decir, comenzó realmente a fabular las 550 páginas del libro una vez que tenía delineada a la protagonista; ya que Isabel entendía perfectamente la importancia de la libertad “americana”, ya que la posibilidad de construir un destino de manera independiente, sin que algún hombre la obligara a tomar un camino que ella no quisiera seguir, fuera asequible.
Hay escenas frívolas (puramente aristocráticas) y descripciones minuciosas (ejemplares para un novelista en ciernes) de las reuniones en las que los personajes conocen a Isabel. Ella no sólo es atractiva por su físico sino por su forma de pensar y por sus intereses vitales. Las escenas de cortejo, que James describiría como los “efectos de la arquitectura”, fueron hechas con calma, reescritas un par de veces, pues tenían la doble función de ilustrar (los lectores de las novelas por entregas eran curiosos y necesitaban saber todo sobre la aristocracia) y conmover, son “elementos que pertenecen a la esencia de la novela, pero deben ser tratados como despliegues de la forma y eso en ocasiones obliga a distender los diálogos y los episodios de un personaje que ayudará a desarrollar, desde la forma, el tema del libro”.
Estas breves notas sirven únicamente para rastrear el método creativo de un escritor como Henry James; pero debo decir que Isabel Archer está a la altura de Ana Karenina o de Madame Bovary. Es una princesa sin reino, una joven que se convierte en dama sin desearlo. Representa a ese tipo de persona que tiene todas las posibilidades de vivir cómodamente, posee todo para manejar su vida en ascenso, pero ya que el lector la ha visto desde todas las perspectivas, ya que ha comprobado la nobleza de sus ideas, sus creencias, su curiosidad, entiende que Isabel cometió un par de errores graves. Sólo un novelista como Henry James podría haber logrado un The turn of the screw al final del libro. Es decir, nos sorprende con una vuelta de tuerca inolvidable.