EL-SUR

Viernes 26 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El esposo de la poeta y otros chismes comunitarios

Federico Vite

Mayo 28, 2019

 

William Somerset Maugham es un cuentista de alto calado con muy pocos, escasos, diría yo, lectores. Eso hace más atractivo a William. Pienso, por ejemplo, en algunas de sus piezas más destacadas: Lluvia,“El último filósofo o El collar de perlas. Estos cuentos no le piden nada a La señora del coronel, un texto pícaro, realmente sarcástico, en el que Somerset decide explorar el amplio margen de los lectores morbosos de poesía. Este cuento fue publicado en 1946, como The colonel’s lady, en un revista para damas, justamente en la mítica publicación Good housekeeping.
A grosso modo, el texto de 21 páginas refiere un hecho coqueto que a continuación delato: Evie, la esposa del coronel George Peregrine, publica con mucho éxito un libro de poesía en verso libre; canta —o cuenta, es igual— una relación extramarital con un joven guapo y comprensivo. La protagonista del libro vive una pasión desbordante y secreta que termina cuando el joven sale abruptamente del horizonte vital de esa mujer madura. A pesar de lo que implica el duelo amoroso, ella se esfuerza por aparentar una normalidad vana e insustancial en el hogar. Todos los allegados al coronel le hacen comentarios que indirectamente abordan la infidelidad de Evie; se burlan pues de un cornudo. El coronel decide leer el libro, pero fracasa en el intento. No logra conectarse con el verso libre. Hace un viaje a Londres. Ahí, debido a la popularidad del poemario de Evie, decide ir a comprar el famoso libro y lo lee de un tirón. Ese hecho cambia radicalmente la opinión que tiene de su esposa. De hecho, pide consejo al abogado familiar, pues intenta divorciarse de Evie. No sabe cómo sobrellevar la burla de quienes piensan que Evie lo ha engañado. Mientras ese hombre se devana los sesos, Evie asiste a cocteles literarios. Sus lectores la adoran y, en especial, su editor. Pero la mejor noticia para ella es que los críticos literarios de los principales medios literarios de Londres aclaman el poemario como un hecho inusitado. En suma, ella está en la cumbre con una historia que ridiculiza a su esposo.
Desde el punto de vista del autor, que es realmente el que me interesa, noto que el narrador eligió con acierto una voz omnisciente para contar el azoro de los personajes que participan en la trama. Hace especial énfasis a un tácito pacto comunitario, pues nadie revela el verdadero contenido del libro, aunque sugieren la infidelidad. Lo risible, quizá como una robusta crítica al machismo, es la lectura que el coronel hace del libro. Se siente desnudo ante una criatura tan angelical como Evie. La resolución del texto es intrigante, sin delatar de más, repito la pregunta que hace el coronel Peregrine: “En nombre del cielo, ¿qué fue lo que nuestros conocidos vieron en ella?”.
Somerset admitió en algunas entrevistas que todas sus obras tenían algo de él mismo: “Realidad y ficción están tan mezcladas en mi obra que ahora, echando una ojeada en ella, difícilmente puedo distinguir la una de la otra”.
En este caso, lo importante de Somerset es la prosa, la imaginación y las descripciones de la sique humana; aparte, claro, de la riqueza lingüística del autor inglés (aunque nacido en la embajada inglesa en París), y de la fina ironía tan moderna que emplea durante toda la historia al retratar el mundo literario y sus patrañas editoriales. Hace un especial y portentoso resumen de todo eso que he expuesto en varios artículos como lobby literario.
Probablemente ese cuento ayude a entender cómo se convierte la escritura en un museo de la vida, pero más allá de ello, esta narración breve nos enseña cómo encarar lo relacionado con los asuntos literarios desde la óptica de un cuentista. Somerset recurrió a un puñado de chistes locales para construir esta historia. Unificó los hechos con una flemática pasión, muy londinense, por cierto, y así dio vida a la voz narrativa.
El coronel es de cortas miras mentales; rígido incluso, pero eso lo resguarda de los males del mundo; en suma, podría considerarse alguien bien intencionado. Su concepción vital está destinada a complacer al ego. Todas esas suposiciones de la realidad permanecen intactas hasta el momento en que el coronel da fin a la lectura del libro de Evie y ese hecho lo obliga a que se enfrente con algunos asuntos inquietantes. ¿Su esposa lo engañó realmente? ¿Por qué hacer bello un engaño?
Los defectos del coronel pueden atribuirse a una cultura patriarcal. Él es condescendiente hacia su esposa. Asume que todos los defectos que percibe de su matrimonio son culpa de Evie. La falta de hijos, por ejemplo. ¿Podría la esposa ser más responsable, o al menos explorar el tema de su responsabilidad? ¿Qué aporta Evie al matrimonio? Ella escribió acerca de una aventura amorosa femenina subrepticiamente y publicó a escondidas el libro. En este cuento no se muestra a ninguno de los cónyuges contribuyendo al matrimonio. La circunstancia ideológica de este momento culpa al coronel. ¿Cuál sería el resultado de una narrativa sin género en una historia con eventos similares a los de La señora del coronel? No lo sé, pero en caso de que alguien lo haga, me encantaría que siguiera siendo irónico. Muy irónico. Extremadamente.