EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El estira y afloja de las apetencias del mercado

Federico Vite

Diciembre 01, 2020

 

Sin afán beligerante, más bien, como un ejercicio de autocrítica, propongo una pertinente, franca y necesaria pregunta: ¿qué tipo de literatura puede salir de un mercado literario que quedará completamente desgarrado debido a los efectos de la pandemia y qué tipo de crítica literaria puede generarse en las huestes académicas que obtienen jerarquías a base de genuflexiones discursivas para ingresar al mercado? Con los llamados a la reconstrucción de la democracia y la economía, ya lo verán, finísimos lectores, empezará un nuevo estira y afloja de las apetencias del mercado, un nuevo arco dramático en materia académica. Pero me temo que ambas áreas, mercado y academia, trabajarán de manera simbiótica. Tal vez la intención del artículo sea mucho más prospectiva de lo pensado. Así que perfilando un pronóstico, creo que todo funcionará con bajos recursos y muchísimas relaciones públicas, nada nuevo, pero hago énfasis en un hecho: los autores del mercado que viene estarán revestidos de una crítica social. Es decir, se apuntalarán gracias a sus dotes de opinadores profesionales: hablar bien o mal de un gobierno no es ser crítico. Aprovechando la coyuntura, sirva decir que un crítico es una persona que conoce la estructura de este sistema político mexicano; por tanto, sabe cómo y por qué se mueven las prioridades, el interés y el capital de las instituciones. Un crítico entiende de leyes y de política, no se dedica a soltar la pluma en beneficio de su imagen, como es el caso de los escritores que vienen, pues en aras de convertirse en figuras públicas disidentes, redactarán con soltura enormes parrafadas de importancia social. Otra arista de esos autores que vienen es justamente la inclusión. Opinarán a favor de grupos vulnerables de la población, gracias a ello se granjearán una dote de buenas personas, de gente bien pensante, solidaria e incluyente. Ya con esa imagen se apoyarán en la publicidad, ya sea en textos académicos, papers, en “reseñas literarias” y en entrevistas “de fondo”, aunque, como usted bien sabe, se tratará de escritos maquillados que tildan a los autores que vienen de innovadores. Se hablará de una obra sólida, aunque la mayoría de los referidos apenas estén madurando la voz narrativa (su voz quemadura, X. Villaurrutia dixit) y esa voz sea una promesa incumplida. Así se han consumado y se consumarán los efectos mercantiles del continente literario. Habrá, por supuesto, otros autores de bajo perfil que logren mucho más que la simple fama vaporosa. Esos otros, como siempre, estarán navegando en la periferia del mercado, en un mundo paralelo al que solo se acercan los lectores de verdad.
Los autores que vienen tendrán la misma y esencial importancia que sus maestros (aquí diríamos que se consuma el catecismo literario nacional o que se forman cuadros con enseñanzas específicas sobre los temas importantes a tratar en un mercado y en una academia que tolera todo en aras de la supervivencia), aunque no hayan demostrado más que berrinches, libros flojos con ínfulas de maestría y muchísima publicidad en forma de crítica literaria. Ofrecerán amasijos de ideas que aprehenderán lo social con artilugios literarios. Tendrán el aval de la academia y múltiples traducciones. Ahora, recordemos, a cualquiera que forme parte de ese círculo rojo le traducen ipso facto su obra. Muchos autores ni siquiera deben terminar sus libros para que algunos editores padezcan ansia por meter a la imprenta esos mamotretos. No me refiero a escritores consagrados, sino a quienes compiten por formar parte de los nuevos cuadros literarios. Ser parte del círculo rojo lo es todo. Es más importante que la obra misma. Alguien del círculo rojo será leído, aunque no escriba.
A esos “protagonistas literarios” los veo relacionados con temas sociales. Siempre estarán unidos a ello, porque la intención de sus libros nunca será crear, sino repetir un esquema con sutiles adecuaciones estructurales. Se encargarán de edulcorar, dramatizar y, mediante la alquimia de los recursos narrativos, cincelar trozos de la realidad con miras a una mejor comprensión de la vida nacional. Obviamente escribirán los libros a manera de denuncia, pero en términos generales los únicos beneficiados serán los autores y los editores. No sobra decir que las víctimas reales de ciertos casos que inspiren algunos libros pasarán a un segundo término. Insisto: las prebendas serán para quien escribe esos documentos y para quien los edite. A ellos se les verá como los rebeldes del mercado; incluso hasta serán posicionados en la academia como escritores a contracorriente, aunque ellos reproduzcan un modelo edulcorado de la crítica social. Nada que no tengamos ahora. Se vislumbra la renovación de los cuadros, pero se preservará el mismo molde. Claro, siempre hay otros autores con otras proposiciones, pero esos otros, estén o no involucrados en la genuflexión discursiva o en las variables del mercado, bogarán por una estética personal que los mantenga a una distancia prudente de los oleajes del mercado.
Todo esto conduce a una serie de interrogantes no menos importantes, ¿qué más pueden escribir los autores que fueron best-sellers, pero las editoriales que los encumbraron simplemente ya no los quieren? ¿Por qué la academia no consuma la autoridad de su voz? Preguntas que obviamente aún no deben responderse.