EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El estreno mundial de El Pesebre, de Pablo Casals, en Acapulco

Anituy Rebolledo Ayerdi

Agosto 17, 2023

Anituy Rebolledo Ayerdi

Diciembre de 1960

Muchos acapulqueños lo ignoran pero hubo en el pasado ocasiones en las que el nombre de Acapulco destacó en las secciones culturales de los medios internacionales y no únicamente en la páginas frívolas y policiacas. Una de ellas fue la celebración en el puerto del Festival Pablo Casals (del 10 al 22 de diciembre de 1960), cuyo cierre triunfal fue el estreno mundial de su obra cumbre El Pesebre, ejecutado por una orquesta sinfónica, un coro mixto y célebres cantantes dirigidos por el propio chelista, de 84 años. Un espectáculo irrepetible, inolvidable.
Los centenarios muros del Fuerte de San Diego hicieron eco profundo a la majestuosa ejecución calificada por musicólogos, críticos y melómanos como “profunda, hermosa e impecable”. Será sin duda el suceso mejor calificado del año en el universo musical. Se dirá de él:
“Es una invocación, un canto a la paz y de amor a la humanidad. Una obra que habla de libertad de creencias y que busca la unión entre los humanos sin importar color o religión. Plena, además, de alientos y esperanzas por un planeta mejor, ajeno a los terribles conflictos que dividen al género humano”.
El Festival Casals había nacido 10 años atrás, en algún lugar de Francia, como una simple reunión de amigos, festejando el bicentenario de Johann Sebastian Bach, de quien se decía: “Si todos los compositores son montañas gigantescas, él es toda la naturaleza”.
Autoexiliado en Francia durante la Guerra Civil española, Casals no volvió a su patria mientras vivió el dictador Francisco Franco. Durante la Segunda Guerra Mundial no sólo se negó a tocar en Berlín, silenció su chelo para que Hitler ni ningún otro tirano lo escucharan. Fue su amigo Alexander Schneider, violinista lituano, quien lo convenció de abrazar nuevamente su instrumento, por la gloria de Bach.

El Festival Acapulco

El Festival Casals de Acapulco, en honor del músico catalán, convocó a muy importantes músicos extranjeros, particularmente chelistas amigos y discípulos del maestro. Se celebró durante dos semanas en el Fuerte de San Diego, aprovechando las instalaciones de la Reseña Mundial de Festivales Cinematográficos. Música y danza fueron los temas del evento, destacando en el segundo rubro los ballets Folklórico de Yugoslavia y Folklórico de México. Ambos deslumbrantes por la espectacularidad de sus coreografías y el colorido de sus vestuarios.

El Pesebre

El Pesebre fue estrenado mundialmente la noche del 17 de diciembre de 1960, ejecutado por una orquesta sinfónica compuesta por reconocidos profesores y un coro mixto. Fueron solistas la soprano Irma González, la contralto Rosario Gómez, el tenor Julio Julián, el barítono Roberto Bañuelas, el bajo Donald Mcdonald y el niño soprano Conrado Larios

Los virtuosos

Los chelistas reunidos en Acapulco eran atrilistas en las mejores agrupaciones musicales del mundo, además de ejercer un trascendente magisterio personal. Aquí hicieron gala de virtuosismo:
Zara Beslova, canadiense de padres rusos, recibió enseñanzas adicionales del maestro Casals. Nacionalizada estadunidense, fue solista en las grandes orquestas de ese país. Poseía un violonchelo Stradivarius, llamado El Marqués de Corberon, fechado en 1726.
Leonard Rose, estadunidense de origen ruso, maestro del japonés Yo-Yo Ma, uno de los más grandes chelista del mundo. Tocó muy joven bajo la dirección de Arturo Toscanini y a los 26 años ya era primer violonchelo de la Filarmónica de Nueva York. Tocaba en un chelo Amati del año 1662.
Milos Sádlo, checo, también alumno de Casals y maestro de varias generaciones de chelistas en la Academia de Música de Praga. Hizo tríos memorables con el violinista ruso David Oistrakh y el pianista soviético Dimitri Shostakovich. Fue solista de la Filarmónica Checa.
Maurice Eisenberg, estadunidense de origen polaco, fue chelista a los 18 años de la Sinfónica de Nueva York. Tocó con el maestro Casals siendo su alumno en París. Confesó que ese encuentro había sido un punto de inflexión en su vida. Ocupó la “clase Casals” en la École Normale de Musique de París, fundada entre otros por el propio chelista catalán.
Otro gigante de la música en Acapulco fue el pianista estadunidense, de ascendencia rusa, Eugene Istomin. Serán célebres sus tríos con el violinista Isaac Stern y el chelista Leonard Rose. Quince años más tarde de su estancia en Acapulco, se casó con la viuda de Casals, Marta Montañez Castillo, a la sazón presidenta de la Manhattan School of Music.
Otros ejecutantes en Acapulco: la clavecinista Julieta Golsaetz y los violinistas Franco Ferrari, peruano, e Higinio Ruvalcaba, jalisciense. Los pianistas Alicia y Héctor Monfort y Carlos Vázquez.
Entre las voces escuchadas en las noches de gala de la fortaleza acapulqueña figuraron Amparo Guerra Margain, soprano; Enriqueta Legorreta, soprano; Aurora Woodrow, mezzosoprano y Paulino Seharrea, tenor

La Medalla de la Libertad

Dos años más tarde de su estreno en Acapulco, El Pesebre se presentará en el Memorial Opera, de San Francisco, donde Casals anuncia su intención de dedicar el resto de sus días a una cruzada personal por la dignidad humana y la paz. Al año siguiente lo ofrece en la sede de las Naciones Unidas, en Nueva York. Ahí, el presidente John F. Kennedy le impone la Medalla de la Libertad de Estados Unidos. Veintiocho días más tarde el mandatario fue asesinado en Dallas, Texas.

Guadalajara, su casa

Casals regresa a México en 1971 para ejecutar su obra mayor en Guadalajara, bajo la dirección orquestal de su paisano Enrique Gimeno. Invitados por él, ofrecen una gala benéfica dos de los más grandes músicos del siglo XX: el violinista Isaac Stern y el pianista Eugene Istomin. El chelista no resistió la tentación de subir al escenario para tocar con ellos el Triple de Beethoven, haciendo de aquella una velada inolvidable.
Viajó luego a Nueva York para estrenar en la sede de la ONU el Himno de las Naciones Unidas, de su autoría, que se convertirá en el Himno a la Paz. En su discurso, el primero en idioma catalán pronunciado en aquél recinto, Casals refrendará su origen catalán y terminará con esta afirmación: “Catalunya fue la nación más grande del mundo”. En la propia Gran Manzana, dirigirá en el Lincoln Center un concierto único e irrepetible con la participación de 80 violoncelistas.
Los habitantes de Guadalajara, Jalisco, acogieron con especial cariño y orgullo al músico pacifista y él correspondió haciéndola su tierra mexicana favorita. Recibió de los jaliscienses la Medalla de Honor del gobierno de la entidad, inacabables homenajes municipales y el obsequio de una casa campestre a pocos kilómetros de la capital. Se ubicaba en la calle Pablo Casals.
La última vez que el chelista visitó la capital jalisciense fue poco antes de morir, en abril de 1973, con casi 97 años a cuestas. “No los representa y es un hombre singularmente lúcido”, dice Enrique Loubet Jr., reportero del diario Excelsior, quien consigue entrevistarlo. Revela que está en Guadalajara de descanso, acompañado por su esposa Marta Montañez Martínez, puertorriqueña de 36 años, quien fue su alumna y es hoy una destacada chelista. Y que su descanso es tocar, tocar, tocar.
–Tocaré preludios y fugas de Bach así me esté muriendo –confiesa el artista.
A propósito de tocar y tocar, dos años atrás una joven periodista estadunidense le había preguntado: “Mr. Casals: usted tiene 95 años y es el más grande violonchelista que jamás haya existido. ¿Por qué entonces practica más de seis horas al día?”. A lo que él respondió con humildad beatífica: “Porque creo que estoy haciendo progresos”.

Un retrato

Entrevistador non, inteligente, acucioso y ameno, Loubet retrata al maestro catalán:
“Bajito, algo encorvado –lo que lo hace aparecer más pequeño aún, más frágil, más delicado–, se diría un hombre de menos edad. La suavidad sería su principal característica. Empero, sus manos son fuertes, vigorosas. Manos grandes de dedos largos, firmes, sólidos entre lo que más destaca es un anillo matrimonial. El escaso cabello es blanco y sólo las cejas permitirían adivinar que alguna vez fue rubio. Los ojos de azul pálido, algo desvaídos. La frente despejada con pocas arrugas a cambio de múltiples lunares. La boca de trazo recto, de labios finos, que apenas se curva al sonreír . La voz aterciopelada las más de las veces, algún trueno en ocasiones”.

Acapulco, un sitio único

“No se olvide anotar mi intenso amor por México”, pide Casals al periodista Loubet. “Sentí una gran emoción la primera vez que vine, pero muy particularmente en el estreno de El Pesebre, en Acapulco, un sitio verdaderamente único. Es algo especial lo que siento aquí. Me ocurre lo mismo aquí y en Israel, son dos grandes pueblos, dos naciones con futuro.
Entre las contribuciones más importantes del catalán destaca haber cambiado la técnica de la interpretación del violonchelo, buscando movimientos más naturales alejados de la técnica rígida del siglo XIX y pegando el arco a las cuerdas siempre. Casals poseía únicamente dos chelos: un Bergonzini Gofriler, de 1730, muy delicado, sensible a cualquier cambio de temperatura y por ello conservado en una cámara especial en Nueva York. Lo tocó en Acapulco

El niño, un Dios

Aunque nunca los tuvo propios, los niños serán un tema recurrente en la conversación del chelista genial. Insistía: “Al niño hay que decirle que no ha nacido ni nacerá otro niño como él. El niño preguntará que cómo es eso. Habrá que contestarle que el Dios de la naturaleza. Porque ese es el dios. Dios quiere decir todo. Y, cuando aquél niño cumpliera nueve años, podría decírsele: Mira, los grandes hombres también fueron niños como tu”. Escribió para ellos el poema Eres una maravilla.

Cada segundo que vivimos es un momento nuevo y único del Universo, un momento que nunca se repetirá. ¿Y qué les enseñamos a nuestros hijos? Les enseñamos que dos más dos son cuatro, y que París es la capital de Francia. ¿Cuándo les enseñaremos también lo que son?

Debemos decirle a cada uno de ellos: ¿Sabes lo que eres? Eres una maravilla. Eres único. En todos los años que han pasado, nunca ha habido un niño como tú. Tus piernas, tus brazos, tus inteligentes dedos, la manera en que te mueves.

Puede ser que te conviertas en un Shakespeare, Miguel Ángel o Beethoven. Tienes la capacidad para todo. Sí, eres una maravilla.

Y cuando crezcas, ¿puedes entonces hacer daño a otro que como tú es una maravilla?

Debes empeñarte, debemos todos empeñarnos, por hacer el mundo digno de los niños.

Pau Casals.