EL-SUR

Sábado 04 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

EL FIN Y LOS MEDIOS

Juan Angulo Osorio

Noviembre 13, 2005

  ¿Dónde está el PRD?

Acapulco, el municipio que aparece en las estadísticas oficiales del mismo PRD como el más perredista del país podría estar representado en la próxima Cámara de Diputados federal por dos políticos que hasta hace muy poco eran priístas, y no de algún sector modernizante de ese partido.

En 15 años de desarrollo de la democracia electoral, el Partido de la Revolución Democrática no ha forjado liderazgos propios, con amplia presencia en la sociedad, que se hayan distinguido por encabezar algún movimiento ciudadano o social. Por eso la dispersión de grupos y líderes de pequeñas parcelas que, divididos, fueron arrasados por los pocos pero seguros votos que traen de su pasado los candidatos que aparecen como ganadores.

También antes otros políticos ocuparon los espacios de liderazgo y colocaron en un segundo plano a los perredistas que, por lo demás, muy poco o nada hicieron para sobreponerse a esa condición de invitados secundarios en que los pusieron sus aliados de la llamada sociedad civil.

El empresario Zeferino Torreblanca y el abogado Alberto López Rosas ¿realmente encabezaron gobiernos que respondían al programa de transformaciones democráticas y sociales que pregona el perredismo? Tras seis años consecutivos de gobiernos postulados por el PRD gozan de cabal salud en el municipio líderes de vendedores ambulantes que son sinónimo de control caciquil y corporativo, y del uso de las necesidades de la gente con fines de enriquecimiento personal. Tras seis años de gobiernos perredistas todos los sindicatos de trabajadores del municipio siguen controlados por los mismos líderes de antes, todos vinculados al PRI y con las mismas prácticas ya señaladas.

Tampoco ha mejorado en estos seis años la participación de la sociedad en los asuntos públicos. Los consejos de carácter consultivo son organismos burocráticos pensados para darle la razón siempre a la autoridad; a los simulacros de protección civil asisten unos cuantos vecinos; las convocatorias para la limpieza de calles y playas tienen un escaso eco.

El PRD está ausente, asimismo, de uno de los conflictos sociales de mayor repercusión nacional e internacional como el del proyecto de presa hidroeléctrica La Parota. No tiene influencia alguna en los campesinos de la región, ni en los que están a favor ni en los que están en contra. Y para acabarla de amolar, si es César Flores su candidato por el distrito 09 y si éste gana, como parece lógico, la elección constitucional, la Comisión Federal de Electricidad habrá ganado un aliado importantísimo que tendrá acceso a los medios y a la tribuna parlamentaria para defender su proyecto.

Si el PRD está ausente de la lucha social; si no tiene ninguna influencia en los sindicatos, tampoco se ha escuchado desde ese partido alguna voz que proclame la necesidad de fortalecer la cultura en el municipio. Seis años de gobiernos presuntamente perredistas, y no se recuerda algún gran evento culural, algún festival que perdure. Las iniciativas, pocas, vienen de la propia sociedad, como el festival de jazz, o de las embajadas, como las exhibiciones del cine francés o italiano.

El fin era ganar no importa que todo se subordinara a la figura política que podría atraer los votos decisivos.

Al cabo de seis años de dominio electoral en Acapulco, y después de más de 15 de disputar el poder al PRI en toda la geografía electoral –con su secuela de centenares de muertos– el PRD es un partido que tiene regados aquí y allá a militantes en este o aquel cargo o curul, pero la hegemonía en la sociedad la mantienen políticos y prácticas que poco o nada tienen que ver con lo que postula en sus documentos básicos ese partido que se define a sí mismo como de izquierda.

Lo que se ve desde Chilpancingo o Acapulco, que no es nada halagüeño en términos de una modernización de las relaciones políticas, es todavía más grave en el nivel de los municipios. En algunos de ellos, el paso de gobiernos perredistas no ha significado un cambio notable en el ensanchamiento de la democracia o el mejoramiento del nivel de vida de sus habitantes; mientras que otros que comienzan lo hacen enfrentados con los grupos perredistas en que basaron sus campañas, reeditando lo que en su momento sucedió en el ámbito estatal.

Todo se ha sacrificado al altar de la cosecha de votos. Pero esta estrategia parece que ya llegó al tope. Los perredistas no tienen más votos porque más se alejen de la lucha social y de los principios democráticos. ¿Podrá levantarse una campaña electoral de masas, como la que se requiere para ganar la Presidencia de la República, con varios de los candidatos que se están perfilando?

Y si no es en estados como Guerrero, ¿dónde va a aumentar su caudal electoral el flamante candidato presidencial del PRD Andrés Manuel López Obrador?

Se tiende a creer que los electores son conservadores de por sí, y que no les gustan las estridencias ni los pleitos ni los conflictos. Ya se está viendo que esa tendencia a volverse todos de centro, a ser amables con los poderosos de siempre y a ver con desprecio, o como votantes acarreados a los pobres de siempre, es una estrategia electoral que ya no tiene futuro. (Juan Angulo Osorio).