EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El futuro nos alcanza

Eduardo Pérez Haro

Octubre 18, 2016

Para René Avilés Favila y Rosario Casco Montoya.

La velocidad del deterioro en las economías mundial y nacional, rebasa cualquier pronóstico. En la reciente reunión anual del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, que se llevó a cabo en Washington del 7 al 9 de este mes, se dio a conocer que la deuda general que se tiene en el mundo equivale a 225% del PIB global.
Sólo para tener un comparativo, Grecia está nuevamente en serias dificultades porque debe 178% de su PIB, con lo que podemos entender dos cuestiones fundamentales; la primera salta a la vista, y es que la deuda que el mundo tiene con el sistema financiero es muy superior a la que de manera doméstica tiene un país sumergido en la crisis; la segunda es que el FMI y el BM, esto es, los súper organismos occidentales del sistema financiero están apanicados y demandan elevar las tasas de interés para frenar la espiral de endeudamiento (que se ha formado a partir del estallido de la crisis del 2008 en Estados Unidos), y la más estricta austeridad fiscal de las economías nacionales.
Los acreedores no ven otra, ni voltean para otro lado: hay que pagar. Aunque se detenga el crecimiento, aunque se inmovilice el planeta, antes que otra cosa, hay que pagar, y para ello no hay reestructuración de deuda sino austeridad, apretarse el cinturón y pagar. Elevar las tasas de interés del sistema financiero, esto es, encarecer el costo del dinero, ayudará a que no se solicite más, aunque ello signifique no invertir y no consumir. Y nos advierten que de no ser así se puede superponer otra crisis del sistema financiero.
Nos queda claro que debemos resistir tiempos difíciles por venir o será peor, y siendo así, estos organismos supremos, nos dedican un “merecido” aplauso en primer lugar al Banco de México que se adelantó con el incremento de la tasa de interés interbancaria. Cosas de la economía y la política en la globalización. De manera que, en casa, avanzamos hacia el corredor electoral del 2017-2018, ensombrecidos por las complicadas finanzas internacionales que, una vez más, nos exigen que resistamos hasta que vuelvan a encender sus luces o el sistema mundo puede colapsar y quedar en las tinieblas de su descapitalización-disfuncionalización.
El presidente de la República y su partido nunca imaginaron que la realidad echara abajo sus planes, pues ya no hay duda de las dificultades para el 2017 o el despiole que puede haber en el 2018. No obstante, y en ausencia de Plan B, el discurso oficial en México insiste en que la economía está mejor que nunca. Una perorata que los propios mandos internacionales desdicen, pues en esa misma reunión anual el FMI revisó a la baja el pronóstico de crecimiento de México para el 2016 y 2017 con 2.1% y 2.3% aunque nos consuelen con una palmada por los actos de obediencia.
Eufemismo, ya no hay. Los titulares de mando en la burocracia internacional ya no andan con rodeos, nadie tiene por qué exagerar las notas cuando los propios responsables de su diseño y ejecución que son el FMI y el BM, pueden decir abiertamente que las políticas monetarias de ayuda (para recuperar el crecimiento de las economías) sólo sirvieron para endeudar a los estados y a las empresas, y ahora, de los 152 billones de dólares que se deben (el PIB de México no llega a 1 billón y su deuda es de medio billón, siendo la quinceava economía del mundo con lo que usted puede desprender que los que más tienen son los que más deben) dos terceras partes las deben las corporaciones y una tercera parte los gobiernos, y para efectos prácticos la pagamos todos.
El acto de disciplina de México que mereció el aplauso de la burocracia financiera internacional incluye a la Secretaria de Hacienda por el recorte al gasto público, mas todo indica que la obediencia no es actitud compartida por las entidades ejecutoras, legisladores de gremios y terruños, y las sociedades de base. Ahí están los reclamos de Miguel Ángel Mancera, los de diputados y las partidas que en su entender les afectan y, por supuesto, la protesta social de los gremios que ya identificaron la eliminación de recursos que de alguna u otra manera hacen parte de los recursos sociales.
La semana pasada, varias organizaciones de productores rurales entre las que destacan CIOAC, UNIMOS, FICAM, UGOCP, CCC, UNORCA, CNPA y Red OSC, que hacen parte del movimiento llamado El Campo es de Todos, se movilizaron en la Ciudad de México tras la denuncia de que al Programa Especial Concurrente (para el campo), que reúne los recursos de más de 15 dependencias del gobierno federal, la SHCP lo baja de 352 mil millones de pesos a 304 mil millones de pesos y de 84 mil millones de pesos que operaba la Secretaría de Agricultura, lo llevan a 62 mil millones de pesos, (-13.6%) y (-26.7 %) respectivamente, y aunque la mayor parte de estos recursos se sesgan a los grandes empresarios agrícolas, nadie desconoce que en principio, a los pequeños productores le significan menos de lo poco que pudieran recibir.
Este hecho no es cuestión menor y merece que en otra oportunidad lo analicemos con mayor detenimiento, pero baste por ahora referirlo como una expresión más de descontento que se convierte en movilización social y protesta, porque se suma a otras manifestaciones de inconformidad por diversas razones que ligan desplantes unilaterales del gobierno como la reforma educativa cuestionada por la amenaza que representa a los derechos laborales o el reclamo de los desaparecidos de Ayotzinapa que ahí sigue y seguramente se sostendrá, incluso la demanda de ¡Fuera Peña!, entre otras causas y manifestaciones que revelan un clima de creciente deterioro institucional que nomás no toca fondo y ya es motivo de inquietud en las esferas empresariales y muy señaladamente en el plano internacional.
Lo cierto es que la narrativa de los eventos que se traen a colación en esta nota, no son más que expresiones de hechos detrás de los cuales existen problemas de mucho mayor envergadura y trascendencia, pues en el primer caso estamos hablando de la aproximación a una nueva crisis que de abrirse será de dimensiones muy mayores a lo que hemos conocido y ya tendremos que abandonar la narrativa para entrar con puntual desglose de sus particularidades pues el tiempo corre y ya se registran los prolegómenos de la crisis en el interior de los hogares ante lo que es preciso marcar pautas sobre la mejor forma de asumir políticamente el momento.
Del recorte al gasto y el incremento de la deuda y por ende de las tasas de interés todavía no sentimos sus implicaciones, pero ya están en curso y tendremos más desocupación y encarecimiento de la canasta de consumo generalizado por la devaluación que viene como parte de esta vorágine, y habrá otras medidas porque de la misma reunión del FMI se desprende la eliminación de subsidios a la energía que se traducirá en un mayor costo de luz que desde ahora, con las tarifas actuales, ya se cubren con mucha dificultad entre las clases medias y en las empresas pequeñas y medianas.
Y por sólo volver a los referentes de esta nota, la movilización campesina de los días pasados puede entenderse como el principio de una discusión de proporciones mayores cuando se realce la disputa por la propiedad de los campesinos que se extiende a dos terceras partes del territorio nacional, pues ya no será por el reclamo de apoyos gubernamentales sino por el patrimonio en el que subyacen recursos energéticos, minerales y del agua que juegan un papel estratégico en el interés de los grandes capitales. El futuro que se advertía con mayores dificultades a las que estamos habituados, ya está presente.

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