EL-SUR

Miércoles 24 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El “gobierno” de Mancera

Humberto Musacchio

Abril 06, 2017

Miguel Ángel Mancera llegó a la jefatura de gobierno de la ciudad de México con la mayor votación obtenida por candidato alguno al mismo cargo. Sin embargo, su gestión ha estado marcada por la pérdida constante y sostenida de base social, fenómeno debido a una pésima gestión que ha convertido la vida capitalina en un desgarriate de proporciones monumentales.
Un día sí y otro también, Mancera insiste en que no pertenece al PRD. Y es cierto. En realidad, el PRD le pertenece a él, por lo menos lo que representa ese partido en la Ciudad de México. Tan es así, que durante el proceso electoral de 2015, todo lo concerniente al partido amarillo lo manejó desde su oficina Héctor Serrano, un ex priista que entonces ocupaba la Secretaría de Gobierno.
Fue tan desastrosa la ilegal gestión de aquel funcionario, que a Mancera no le quedó más remedio que quitarlo de la Secretaría de Gobierno, pero lejos de mandarlo a su casa, lo designó secretario de Movilidad, con las consecuencias que hoy sufrimos todos los capitalinos en una ciudad donde se ocupan de dos a cuatro horas para ir de Indios Verdes al Caminero, extremos norte y sur de la urbe.
La capital del país se ha convertido plenamente en una ciudad de primera, pues cuando el tránsito se mueve, si es que se mueve, difícilmente los automovilistas pueden meter segunda. Los embotellamientos ya no ocurren sólo en las horas pico, sino que ahora son cosa de todo el día y todos los días, con el consecuente aumento de la contaminación, la neurosis y otros males urbanos.
Uno de los motivos del severo problema de tránsito es que desde hace años –sí, años– en diversos puntos de la ciudad se realizan obras públicas que no se concluyen. Se da el caso de que luego de muchos meses de levantar el pavimento, por fin lo tapan, lo parchan y días después lo vuelven a levantar porque algo se les olvidó.
Pero la razón principal de la desastrosa vialidad está en el tipo de obras que realiza el “gobierno” de Mancera: ampliación de banquetas y camellones que hacen más estrecha la circulación; postecitos aquí y allá para que a la vuelta de unos días estén doblados; y topes, despertadores –o como se llamen– a veces luminosos, a veces opacos pero siempre dañinos para los vehículos.
No ha sido menos perjudicial el nuevo reglamento de tránsito que sustituyó al que había sido elaborado en común por las autoridades del Distrito Federal y el Estado de México. En lugar de preservar y enriquecer esa norma que beneficiaba a los habitantes del DF y la entidad vecina, Mancera decidió imponer un nuevo reglamento, ya sin el concurso mexiquense, pues la tirada era y es exprimir a los automovilistas.
El reglamento de marras permite establecer límites de velocidad al gusto de las autoridades, siempre de manera que pueda castigarse una ligera aceleración destinada a ganar tiempo en las tortuosas travesías urbanas. Para hacer más descarnada la exacción, se colocaron cámaras por todos lados y ahora amenaza el señor Mancera con la compra de una flota de helicópteros para combatir no a la delincuencia, sino a los ciudadanos.
Como ocurre con los parquímetros, la plaga de las llamadas fotomultas se ha convertido en una fuente de enriquecimiento, pero no para las arcas de la ciudad, sino para concesionarios a los que se deja operar a sus anchas, lo que permite sospechar que se trata de amigos, parientes o de prestanombres de los propios funcionarios.
La urbe vive asolada por la delincuencia, la falta de agua, la contaminación, la mafia de la basura y otros problemas, pero la mayor preocupación del señor Mancera es la presencia de  Morena. Ya en 2015, después de perder la elección de diputados locales, su alfil político, Héctor Serrano, el ahora secretario de Movilidad, operó para que en la Asamblea Legislativa del Distrito Federal se marginara a la fracción morenista, lo que logró con la complicidad de las bancadas priista y panista.
Ahora, para pertenecer a su administración, Mancera pone como condición no la eficiencia ni la honradez, sino la no pertenencia a Morena. Sus funcionarios pueden tener las más diversas procedencias políticas, pero pertenecer o simpatizar con el partido de AMLO es causa de separación.
Por si algo faltara, el jefe de gobierno ha decidido ahorcar económicamente a la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, pues la educación, como es obvio, no está entre sus prioridades.
¿Y así quiere Mancera ser candidato presidencial?