EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El golpe contra el presidente Guerrero en 1829, una venganza colonial

Fernando Lasso Echeverría

Mayo 31, 2016

(Primera de dos partes)

A don Vicente Guerrero el último jefe insurgente, se le debe la independencia de México, pues sin su aceptación al pacto separatista que le propuso el comandante realista Agustín de Iturbide, mediante una comunicación epistolar muy diplomática, la Nueva España, hubiese continuado en guerra muchos años más con el sur en poder de los liberales rebeldes, causando un gran desgaste a la economía de la colonia.
Antes de ello –como el lector recordará– Iturbide había sido enviado por una coalición formada por el alto clero, la cúpula militar realista y la oligarquía virreinal española, al mando de numerosos militares de élite, a terminar de una vez por todas con la “soldadesca que comandaba el odiado líder insurgente en el sur de la colonia”, quien apoyado por otro gran guerrillero llamado Pedro Ascencio de Alquisiras, impedían el triunfo definitivo del ejército realista sobre la causa independentista, por cierto, más con indultos a jefes insurgentes, que con triunfos militares. Iturbide llegó a la zona montañosa sureña con gran soberbia y prepotencia, seguro de vencer en pocos días a las fuerzas insurgentes y estableció su centro de operaciones en Teloloapan, pero después de varias emboscadas que Guerrero y Ascencio le pusieron a sus tropas, causándole bajas importantes –incluso Iturbide estuvo a punto de caer en poder de Alquisiras– salieron del territorio insurgente, e Iturbide y sus amos cambiaron su estrategia, proponiéndole a don Vicente una unión con fines de independizar a la Nueva España del imperio español.
¿Qué había pasado? ¿Por qué ese cambio tan radical de los realistas, en tan poco tiempo? La razón era que estaba a punto de llegar e implantarse en los territorios coloniales americanos la Constitución de Cádiz (1812), emanada de las Cortes instaladas en ese puerto español, y en cuya redacción habían participado diputados americanos como congresistas, y que asentaba en sus artículos los principios liberales de la monarquía española, situación que incomodaba a las clases sociales altas de la Nueva España, quienes optaron por independizarse de España con tal de no perder sus privilegios. Esto fue en realidad lo que movió a modificar sus planes a los astutos peninsulares que habitaban la Nueva España en condiciones de superioridad social. Cambiar, para que todo siguiera igual, era su propósito. El texto del Plan de Iguala así lo vislumbraba; en él se protegían las propiedades de los españoles, que a pesar de representar sólo el 10 por ciento de la población total de la Nueva España, eran dueños de todo el país; por otro lado, garantizaba a las clases privilegiadas sus empleos civiles y sus grados militares; no había en ese documento nada positivo para la mayoría de la población americana.
Sin embargo, a Guerrero nunca le perdonaron los ex realistas el hecho de que nunca fue vencido por el ejército colonial, y las humillaciones militares que les hizo pasar a varios de ellos. Nunca aceptaron cabal y francamente estos altos mandos militares españoles, que un hombre rústico y de baja educación, que por otro lado no tenía capacitación militar formal, les haya impedido derrotar completamente al movimiento independentista y los haya mantenido a raya en su territorio, impidiéndoles reconquistar todo el espacio colonial, después de haberse negado a indultarse como lo hicieron docenas de otros insurgentes prominentes.
Eso motivó que don Vicente fuera tratado con mucho desprecio, cuando ya en proceso la gestión de la independencia del nuevo país, nunca fue tomado en cuenta en hechos que marcaron esta etapa, como los Tratados de Córdoba, la elaboración del Plan de Iguala, la preparación y firma del acta de Independencia, documento en el cual, el nombre y la firma de Guerrero no eran solamente simbólicos sino imprescindibles; así mismo, se le ignoró en la integración de la Junta Provisional Gubernativa y en otros actos posteriores, como en la ceremonia de coronación, en donde Guerrero fue ubicado en un sitio discreto y secundario.
La pasividad de don Vicente ante estos hechos pudiera explicarse por su situación de aislamiento político y militar en el que se encontraba, pues Iturbide –con el apoyo del viejo ejercito colonial y el alto clero– se había hecho del mando; Guerrero vivía ya en un ambiente oficial que le era hostil; habría que recordar igualmente, que sus relaciones con sus correligionarios insurgentes –dispersos y también discriminados– estaban rotas; no tenía capacidad de maniobra, ni ninguna perspectiva inmediata para cambiar la situación. Todo lo anterior, más su forma íntima de ser de don Vicente, que lo caracterizaba como un hombre humilde y sin ambiciones políticas, hicieron que Guerrero sin aspirar al mando de fuerzas, ni exigir recompensas ni honores –como lo merecía su calidad de máximo ex jefe insurgente– se sumara al coro de adhesiones y elogios al emperador. El nombramiento había sido bien recibido por la generalidad de los miembros liberales del Congreso constituido –como Gómez Farías por ejemplo- y ex insurgentes como el mismo Guerrero, quienes ante la falta de otras posibilidades se dejaron llevar por la corriente.
Iturbide había sido seleccionado para acabar con Guerrero, el último líder insurrecto, por haber sido un comandante realista que se distinguió por sus triunfos militares sí, pero también se había destacado por su crueldad, al quemar pueblos enteros y matar en forma indiscriminada a sus prisioneros; por otro lado, ante la negativa de la familia real española, de que un miembro de ella viniera al nuevo país a asumir el papel de emperador –como se mencionaba en el Plan de Iguala y en los Tratados de Córdoba– Iturbide presionó de tal manera que también fue elegido discretamente por las clases pudientes para que fuera el nuevo emperador mexicano, pensando gobernar –a través suyo– la ex colonia; sin embargo, Iturbide ya en funciones como monarca, tuvo la “habilidad” de unir a todos en su contra, más que nada por su autoritarismo exagerado y la fastuosidad desmedida con que gobernaba, despilfarrando los escasos fondos del erario. El acto cumbre que produjo su caída y luego su exilio, fue la arbitraria disolución del Congreso y la aprehensión de varios diputados, hechos que enardecieron los ánimos.
Antes, Iturbide había “distinguido” a su antiguo enemigo, como miembro de la Orden de los Guadalupes, y nombrándolo así mismo Mariscal de Campo; no obstante, éstas designaciones fueron francamente irrelevantes, pues la primera era honorífica y ya como Mariscal, Guerrero nunca recibió el menor apoyo económico ni para pagar a su tropa, misma que tampoco recibió más refuerzos ni uniformes o armas, a pesar de los pedidos frecuentes que don Vicente le hacía al ministro Medina buscando apoyo para sus soldados, hecho francamente majadero, que don Vicente subsanaba parcialmente con préstamos que él personalmente conseguía con sus amistades. Todo lo contrario sucedía con los militares realistas como Negrete, Quintanar, Échavarri, Cruz, Luaces, Armijo –el implacable perseguidor de Guerrero– y otros más, que disfrutaban a manos llenas prebendas y honores, privilegiados por Iturbide y el ministro Medina. Ello revelaba pues, el gran odio y rechazo que los viejos contrarios de don Vicente profesaban a este, a pesar de que Guerrero había contribuido con favores y servicios en forma decisiva, a la causa independentista.
La inconformidad general contra el “Imperio” de Iturbide, la hace efectiva Santa Anna en Veracruz en los inicios de 1823, al levantarse en armas contra el gobierno imperial, momento que coincide con la orden de aprehensión contra Guerrero, girada por Iturbide, acusándolo –seguramente en forma justificada, pues Guerrero estaba decepcionado del gobernante imperial– de estar involucrado en los planes conspirativos que surgían en varios sitios del país. Don Vicente se encontraba en la Ciudad de México, y el intento de apresarlo provoca que salga huyendo en franca rebeldía –acompañado de don Nicolás Bravo– hacia el Sur, y ya en Chilapa, dieron a conocer el plan santanista, en el cual se nulificaba la proclamación imperial de Iturbide, y declaraba al Congreso Constituyente como el órgano soberano que debía decidir sobre la nueva forma de gobierno. Relata el historiador Bustamante que los soldados iturbidistas, que fueron a aprehender a Guerrero, encontraron en el bacín de la casa de éste la vestimenta de Caballero de la Gran Cruz de Guadalupe que le había dado el emperador, y en su sala, papel moneda iturbidista hecho pedazos.
Poco después de su llegada a Chilapa, Guerrero libra una decisiva y sangrienta batalla contra las fuerzas de Armijo, en las barrancas de Almolonga (entre Tixtla y Chilapa), en la que salió gravemente herido, pues una bala le atravesó un pulmón y le rompió varias costillas; varios de sus hombres lo vieron caer de su caballo e informaron de su muerte al huir del escenario del enfrentamiento, causando que las fuerzas iturbidistas (ex realistas coloniales) se adueñaron del campo de batalla. Sin embargo, milagrosamente Guerrero salva la vida; un indígena lo saca del lugar de la contienda a lomo de bestia, y sin auxilio alguno ni haber tomado alimentos, deambulan entre las montañas, hasta llegar a una choza donde obtuvo providencial socorro. Allí, don Vicente, mostrando una fortaleza increíble, pasó días amargos que lo tuvieron en una inactividad absoluta, dándole la oportunidad de reponerse en forma natural aunque solo parcialmente, pues a partir de esa fecha, siempre sufrió secuelas dolorosas e incapacitantes que lo martirizaron durante el resto de su vida. Por cierto, aunque no encontraron el cadáver, Armijo informó de la muerte de Guerrero, hecho que lo hizo blanco de numerosas burlas cuando el suriano reapareció en público.
Ya caído el imperio, el Congreso declaró a Guerrero Benemérito de la Patria, quien recibió con humildad el homenaje; de acuerdo a su manera de ser, don Vicente nunca se quejó de las penurias que pasó durante el gobierno de Iturbide, ni de las que seguía sufriendo con el gobierno ejecutivo que le sucedió, más que nada porque Iturbide había dejado agotado el erario y las rentas públicas eran prácticamente nulas; podía decirse con toda franqueza, que el país, vivía un verdadero desastre económico, que el nuevo gobierno trató de resolver, con onerosos préstamos facilitados por casas de crédito judías ubicadas en Londres. El Poder Ejecutivo hacía esfuerzos extraordinarios por pagar sueldos atrasados, disminuir las deudas contraídas por Iturbide, y empezar a retirar el repudiado papel moneda emitido por el gobierno anterior.
Desterrado Iturbide, el Congreso eligió un triunvirato, para que se encargara del Ejecutivo mientras se lograba una Constitución que definiera el tipo de gobierno que habría de regir el país; este triunvirato estaba formado por el general español Pedro Celestino Negrete, don Mariano Michelena y don Miguel Domínguez, fungiendo Vicente Guerrero como suplente del Supremo Poder Ejecutivo. Guerrero continuaba manteniendo firme su sentimiento republicano, y sólo externaba su temor de que no todas las provincias apoyaran un sistema federalista de gobierno, pero ya reunido el segundo Congreso Constituyente –con una tendencia federalista mayoritaria encabezada por Ramos Arizpe– se adoptó este sistema como forma de gobierno, y Guerrero lo apoyó sólidamente con todo su prestigio liberal. Durante esa etapa, y no obstante la herida del pulmón sufrida en Almolonga que no estaba resuelta completamente, cumplió con varias comisiones militares conferidas por el gobierno instituido, pues existía un ambiente general de anarquía favorecido por borbonistas e iturbidistas, y abundaban los pronunciamientos en el nuevo país, hechos que animaron a Iturbide a volver a México (julio de 1824) intentado reconquistar el poder, y que finalmente provocó su fusilamiento. Un año antes (junio de1823), los países centroamericanos se habían separado de México.
El 4 de octubre de 1824 se promulga la Constitución –muy apegada a la de Estados Unidos– y se adopta el gobierno republicano federal, dividiéndose la República en 19 estados soberanos e independientes en cuanto su régimen interior, y cuatro territorios dependientes del gobierno central. El poder se dividía para su ejercicio en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, el primero se dividía en dos cámaras: las de diputados y senadores, que deberían elegirse cada dos años. El Ejecutivo estaría encargado a un presidente y a un vicepresidente, que deberían durar en su ejercicio cuatro años. El Judicial se confiaría a una Suprema Corte de Justicia, a los tribunales de circuito y a los jueces de distrito. Se eligió al presidente y a su vicepresidente, recayendo estos cargos en don Antonio Fernández Félix, conocido históricamente como Guadalupe Victoria y en don Nicolás Bravo, quienes tomaron posesión en octubre de 1824. En ese tiempo, las logias masónicas se extendieron por toda la nación y jugaron un papel preponderante en la política del nuevo país; eran las logias escocesas (que funcionaban desde la Colonia) y las yorkinas (fundadas a instancias del embajador de Estados Unidos Joel R. Poinssett, por los republicanos liberales en el México independiente) las que se enfrentaban, convertidas prácticamente en partidos políticos antagónicos. Guerrero era el jefe de las logias yorkinas que pretendían imitar en todo a Estados Unidos de Norte América, cuyo gobierno ya maquinaba posibilidades –por medio de su embajador– para anexar tierras mexicanas a su territorio.
En la segunda mitad de la década de los 1820 se logró la rendición del Fuerte de San Juan de Ulúa, mismo que continuaba en poder de fuerzas españolas, que impedían –apoyadas por Cuba– un comercio internacional normal al puerto de Veracruz; se frustró una conspiración española encabezada por religiosos de origen español y apuntalada por militares ex realistas de alto rango, que fueron aprehendidos y ejecutados, hecho que provocó la expulsión de aquellos españoles que el gobierno consideraba peligrosos. Los que optaban por quedarse en el país, debían prestar juramento de fidelidad a la República, y el gobierno podía mandarlos internar, en caso de invasión.
* Presidente de Guerrero Cultural Siglo XXI AC.