EL-SUR

Sábado 20 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El hombre que hace pan

Silvestre Pacheco León

Agosto 19, 2019

 

(Tercera y última parte)

Fueron muchas las experiencias que vivió durante su vida el hombre que hace pan, quien encontró en Zihuatanejo el paraíso que soñó para vivir. Pueblo pequeño, con una vista a la imponente cordillera de la Sierra Madre del Sur y al Océano Pacífico. Donde el clima permite andar ligero de ropa, como si acaso eso fuera parte de la ansiada libertad. Quizá también “un lugar cálido y sin memoria” como lo describe Andy Dufresne (Tim Robbins), el protagonista de la película Sueño de Fuga, (basada en el cuento corto de Stephen King) a su compañero de prisión, con quien al final de su vida realizan su sueño de tener aquí un pequeño hotel para vivir, y un viejo barco para pescar.
Después de recibir su certificado de cocinero vivió su primera experiencia como responsable de la cocina en un restaurante del pueblo vecino. En ese trabajo donde vivió por primera vez la responsabilidad de cocinar para satisfacer el variado gusto de los comensales, gracias a los secretos de la tradición local que su abuela conocía a la maravilla, se hizo de un prestigio que le sirvió para emprender nuevos retos.
Recuerda que esos años fueron tiempos de mucho trabajo y de mayor aprendizaje porque entonces, sin saber lo útil que sería en su futuro, aprendió repostería con el chef del mismo restaurante encargado de la pastelería y aprovechó también la oportunidad que le dieron los dueños de la carnicería de la esquina en aquel pueblo vecino del suyo. Dice que lo contrataron los fines de semana y que durante un año tuvo que levantarse a las cinco de la mañana para llegar caminando hasta el rastro a las siete de la mañana, sin importar el estado del tiempo, para sacrificar y destazar los animales por un salario de 20 marcos al día.
Cuando lo llamaron del gobierno para prestar su servicio social cuenta que pasó de atender a unas cuantas decenas de personas en el restaurante a más de 5 mil soldados en una base militar al norte de su país, Alemania.
Después de los 18 meses de servicio social y mientras tomaba vacaciones en la casa de sus padres supo de un empleo que ofrecían en un restaurante de montaña muy famoso y caro de Suiza que sólo abría sus puertas en verano, que era muy bien pagado, y sin pensarlo mucho decidió aprovechar esa oportunidad que lo acercaba a una de sus metas que era aprender cocina internacional cuya especialidad solamente se estudiaba en ese país.
Al cabo de esa experiencia nuestro chef regresó nuevamente con sus padres para tomarse unas vacaciones como era su costumbre, y entonces se empleó en un restaurante a tres horas de viaje, ubicado en una pequeña isla donde el atractivo era el mercado libre de impuestos, con grandes tiendas y restaurantes para el turismo de cruceros. Ahí lo nombraron responsable de la preparación de alimentos a base de pescados y mariscos. Sólo trabajó unos meses y recuerda que además de lo quemado por el sol le penetró en la piel el olor de pescado que sólo con el tiempo pudo desaparecer.
Como luego le nació el interés de trabajar en un barco se fue a los Países Bajos donde lo contrataron para el restaurante de un navío que hacía viajes a Montreal, Canadá. Recuerda que por efecto del viaje marítimo los turistas se mareaban y enfermaban con frecuencia, cambiando su alimentación del restaurante por raciones de galletas, lo cual favorecía a los empleados del restaurante porque era descansado. Lo más interesante de aquel trabajo, dice el hombre que hace pan, era ver los grandes trozos de hielo del Polo Norte flotando en el océano, que a veces era tranquilo y a veces tempestuoso.
Pasaron seis meses en aquel trabajo cuando tuvo la oportunidad de viajar al África. Lo contrataron para trabajar en el hotel Kilimanjaro de Tanzania en el lado oriental que colinda con el océano Índico, donde el idioma oficial era el inglés pero los locales se comunicaban en swahili su lengua originaria.
Dice que el país era muy pobre y lo mejor que se podía conseguir para la cocina del hotel era la carne de res y, entre la fruta, la papaya. Cuenta que el principal encargo que le hicieron los dueños que eran israelitas, fue hacer limpieza de personal para mejorar la calidad del servicio. Recuerda que en las orillas del mar Índico y cerca de Zanzíbar lo característico de la cocina es el intenso olor a especias, principalmente clavo.
En Tanzania tuvo oportunidad de participar en varias excursiones, conoció la experiencia de liberar a grandes animales salvajes como leones, leopardos, elefantes, rinocerontes y búfalos que después han sido protegidos a través del establecimiento de grandes corredores de selva virgen para asegurar su hábitat.
Dejó África para ir al hotel Hyatt International de Singapur donde recibió el cargo más importante hasta entonces que era el de chef ejecutivo.
Trabajó en Indonesia, también en el sudeste asiático en el hotel Bali Hyatt y después en Hong Kong (China). En Malasia lo contrató el hotel Merlin (como el nombre del mago) y luego en Abu Dabi en el hotel Khaldia (javra) que era del mismo dueño. Recuerda que en Malasia había solo dos hoteles de calidad, el Hilton y el Khaldía.
Medio año después se regresó a Alemania con la propuesta de abrir allí un restaurante con especialidades asiáticas, uno de sus más largos trabajos donde estuvo por siete años. Fue en esa época cuando tuvo la oportunidad de venir a México contratado por la cadena hotelera de Holiday Inn y Fiesta Americana en 1984. Recuerda aún cómo sucedió. Dice que leía una revista especializada en gastronomía donde miró que una cadena hotelera ofrecía empleo de chef ejecutivo para venir a México, que sin esperar más mandó su solicitud y dos meses después le llegó la respuesta que lo convocaba a una entrevista en la ciudad de Frankfurt.
Dice que le ayudó su experiencia internacional para ser contratado y que ya en la Ciudad de México le dijeron que el empleo era en el hotel Acapulco Plaza y que debía aprender español básico en un mes recibiendo para ello siete horas de clase al día.
Platica que su experiencia en Acapulco fue muy rica porque su encomienda en el hotel era poner orden en el restaurante para que fuera competitivo, lo cual lo enfrentó con la mafia sindical y la administración que actuaban coludidos incluso con la oficina de inmigración que le dificultó lo que quiso para negarle el permiso.
Fue a raíz de su éxito en ordenar el hotel que después el Acapulco Plaza participó en las ferias anuales para la promoción turística en la década de los 1980, que exaltaba el valor de la cocina tradicional a pesar de la dificultad para conseguir los productos y utensilios que para la cocina internacional resultan exóticos.
Su fama en Acapulco recomendó al Hombre que hace pan para venir a Ixtapa al hotel Camino Real con el propósito de hacerlo figurar en la lista de restaurantes con comida internacional, y de 1986 a 1989 tuvo tiempo para conocer la demanda del turismo en Ixtapa y Zihuatanejo en materia de alimentos, así como la calidad y capacidad de oferta del mercado local, aprovechando la primera oportunidad que tuvo para abrir su negocio propio, cocina, tienda y panadería que funcionó hasta el 2014, año que programó para su jubilación, retirándose a la edad de 75 años a vivir en su huerta tropical de plantas y árboles exóticos donde vive con su mujer de cepa costeña.