EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El ideal de la Nueva Mujer en Drácula, luminosidad y encanto

Federico Vite

Mayo 24, 2022

El 26 de mayo se cumplen 196 años de la primera publicación de un clásico del horror gótico, escrito por Bram Stoker: Drácula* (1826). Simplemente tiene todo lo que la literatura actual envidia para ser un long seller: suspenso, erotismo, terror, tecnología, apariciones sobrenaturales, una estructura polifónica y personajes entrañables, sofisticados y bellos.
Tomo como punta de lanza el capítulo 21, fundamentado en el Diario del doctor Seward. John Seward, un psiquiatra en Purfleet, cerca de Londres, cuenta cómo él y el doctor Abraham Van Helsing advirtieron que Mina estaba en peligro. De hecho, irrumpen en la habitación de Mina una noche y la encuentran arrodillada en el suelo, al borde de la cama. Inclinada sobre ella había una figura alta, vestida de negro. Cito a Stoker: “Él puso fuera los brazos de ella y la dobló para colocarla sobre su pecho; por un rato ella estuvo recostada sollozando. Un delgado hilo de sangre escurría por la bata. El esposo de Mina, Jonathan, hipnotizado por el intruso, yacía en la cama, inconsciente, a pocos centímetros de los hechos.
“‘¡Impuro, impuro!’, gritó Mina, envolviéndose en su camisón ensangrentado”. Escenas como esta son las que han cautivado a millones de lectores. La sangre, la intimidad, los cuerpos, la inminencia del mal acechando la belleza, los enigmas insondables de la noche.
Entre sollozos, Mina cuenta que estaba en la cama cuando una niebla extraña entró a la habitación. Pronto se convirtió en la figura de un hombre, justamente se trataba del conde Drácula. “Con una sonrisa burlona, puso una mano sobre mi hombro y, sosteniéndome fuerte, me desnudó la garganta con la otra, diciendo mientras lo hacía: ‘Primero, un pequeño bocadillo para recompensar mis esfuerzos”.
El doctor Seward señala: “El conde bebió un largo trago. Luego retrocedió y le dirigió dulces palabras a Mina. ‘Carne de mi carne’, la llamó, ‘mi lugar de abundancia’”. Con esas palabras sabemos que la deseaba. “Se abrió la camisa y con sus uñas largas y afiladas cortó una vena en el pecho. Cuando la sangre comenzó a brotar, él me agarró del cuello y apretó mi boca contra la herida, de modo que tenía que asfixiarme o tragarme algo de… ¡Oh, Dios mío!, dice Mina”, detalla el doctor. Algo más allá de lo puramente sexual y lo animal hay en este fragmento. Sin duda.
Antes de Stoker existe el precedente de John William Polidori, el creador de los vampiros como personajes. En la narrativa de Polidori, el villano no-muerto, el vampiro, es un aristócrata muy guapo, pedante y orgulloso, es un hombre fatal y seductor. (Algunos dicen que Polidori se basó en Lord Byron y yo me sumo a esa idea). A él (hablo del vampiro) sólo le interesan las vírgenes, les chupa la sangre del cuello; ellas mueren, él vive. El vampiro nació con esas características. Pero el libro de Stoker va más allá. Mucho más allá, diría yo. En términos generales se define a los vampiros como los no muertos, los espíritus que se levantan, encarnados, de sus tumbas para atormentar a los vivos, son y han sido parte del imaginario social desde la antigüedad, pero Drácula tiene una especie de mojo o flow que lo hace distinto. Posee eso que el filósofo estadunidense Noël Carroll definió en The philosophy of horror or paradoxes of the heart (La filosofía del horror o la paradoja del corazón, 1990) como una “trama de descubrimiento complejo”, es decir, un enramaje literario que propicia el descubrimiento de una fuerza maligna libre en el mundo y convence gradualmente a los personajes más escépticos (eso permite que el maléfico concrete más crímenes y haga más daño) de lo terrible que está sucediendo. Esto podría definirse como un esquema que las editoriales comerciales aún usan para elegir los blockbusters del año.
También es prudente señalar que Drácula es un compendio de inventos de la época, dispositivos novedoso como el telégrafo, la máquina de escribir, el fonógrafo, la cámara fotográfica y, por supuesto, los trenes, el símbolo del siglo XIX. El mundo de aquel tiempo ofrecía enigmas jugosos; sin embargo, estaban desconcertados en cuanto a la religión. No sabían qué hacer, me temo, con la fe, la caridad y la esperanza. Mucho menos con la dulzura. En ese mundo del siglo XIX mucha gente no sabía qué hacer con la religión (otros tantos aún no saben) y eso agranda, por supuesto, esta historia en la que el bien y el mal libran una batalla, pero no la guerra.
Un lector del siglo XXI ve en Drácula un atisbo de lo que algunos estudiosos de género consideran la Mujer Nueva. En el libro se hace referencia a la Mujer Nueva con cierto desdén. Se refrenda que las mujeres son débiles pero buenas y los hombres, fuertes pero menos buenos; por encima de estos conceptos clásicos, la heroína de la novela, Mina, se gana la vida como maestra; la nueva tecnología, relacionada en este caso con la mecanografía, no la intimida, al contrario, la ejerce con profesionalismo. Es hábil como mecanógrafa, un trabajo estándar de la Mujer Nueva. Se le considera inteligente y racional, virtudes que usualmente se le otorgaban a los hombres. Sin embargo, su principal característica es un rasgo femenino: la compasión. Recordemos que se compadece de Drácula. Estas dudas del autor a la hora de perfilar la Mujer Nueva engrandecen la obra. Sobre todo si pensamos que la Mujer Nueva es aquella que sigue los designios de Alejandra Kollontai, quien puso un gran interés en el tema y publicó un bibliografía sumamente interesante al respecto: La mujer ante el desarrollo social (1909); Sociedad y maternidad (1916); La nueva moral y la clase obrera (1918) y Autobiografía de una comunista sexualmente emancipada (1926). Kollontai asevera: “Mientras que la literatura continuaba presentándonos mujeres del viejo tipo; mientras los literatos se esforzaban en dibujar tipos de mujeres del pasado, que la vida hacía desaparecer, la realidad rusa del periodo comprendido entre 1870 a 1880 producía figuras del nuevo tipo de mujer que nacía a la vida, llenas de luminosidad y encanto”. Bajo la luz de esta aseveración, Stoker temió darle vida a una mujer completamente nueva y le dio un toque tradicional, digamos, pero sin soslayar la independencia e inteligencia de Mina. Drácula, 196 años después de su publicación, pasa por la lectura de género e incluso ahí tiene mucha sustancia para el análisis, sobre todo, porque al conde Drácula le atraen las mujeres independientes y sabias.

* La traducción de algunos fragmentos de Drácula es mía. Utilicé para este artículo un ejemplar de la editorial londinense Harper Collins Publisher (2011, 482 páginas).