Gaspard Estrada
Noviembre 12, 2016
Como lo mencionamos en este espacio hace dos días, y a pesar de la percepción casi unánime de las casas encuestadoras, así como de la mayor parte de la prensa mundial, sobre la supuesta ventaja de Hillary Clinton, del Partido Demócrata, sobre su rival del Partido Republicano, el magnate Donald Trump, la realidad contradijo las expectativas. Si bien la tasa de participación del electorado en general no varió sustancialmente en comparación con otras elecciones presidenciales (en particular las del 2008 y 2012, que le dieron la victoria a Barack Obama), es posible notar una abstención diferenciada en función del origen étnico de los electores: es decir, los electores “blancos”, de zonas rurales, se movilizaron más que los miembros de las minorías –los latinos, los afroamericanos, los asiáticos. Este hecho se tradujo en el triunfo de Trump, lo que dejó desconcertado al mundo entero, y a una buena parte de la opinión pública de Estados Unidos que no votó por él. Ahora bien, a pesar de haber perdido la elección –aun cuando la ganó en el número total de votos–, Hillary Clinton, así como el presidente Barack Obama, reconocieron rápidamente su derrota y expresaron su voluntad de trabajar juntos con el presidente electo. Es decir, Trump fue reconocido como el vencedor de la justa electoral. Las preguntas ahora son: ¿Qué hará el magnate de su nuevo cargo? ¿Cuáles serán las consecuencias para América Latina y el mundo?
En Europa se destaca principalmente la incógnita que representa Trump para la comunidad internacional, en el sentido de que los ejes de política exterior planteados por el entonces candidato republicano fueron a la vez vagos y muy radicales, como por ejemplo la voluntad de deportar a los migrantes mexicanos que viven en Estados Unidos, la construcción de un muro en la frontera sur, la voluntad de “erradicar” al Estado Islámico, entre otros. Por ende, es difícil saber cuál es exactamente la orientación de esta nueva administración, teniendo en cuenta que el establishment de su propio partido en materia de política exterior, como Colin Powell y Condolezza Rice –el secretario de la Defensa y secretaria de Estado en el gobierno de George W. Bush– decidieron apoyar abiertamente a Hillary Clinton. En efecto, estos últimos formaban parte del grupo de los neoconservadores republicanos que tenían la intención de “exportar la democracia y los valores occidentales” a todo del mundo. Como se pudo constatar, esta voluntad se tradujo en un aumento sin precedentes de la violencia en el Oriente Medio, y de manera más general, de los actos terroristas en Europa y África. Por el contrario, Trump hizo hincapié durante su campaña en su voluntad de cerrar las fronteras de su país, tanto a los migrantes como a los flujos comerciales, reviviendo una antigua tendencia “aislacionista” de la política exterior de Estados Unidos.
Sin embargo, para muchos presidentes, esta posible retracción de Estados Unidos de los grandes asuntos internacionales no es una buena noticia, en particular en el plano del dialogo político multilateral. Después de años de fracasos en el plano de las negociaciones internacionales multilaterales, el éxito de la conferencia de París, en diciembre del año pasado, ha despertado la esperanza de una nueva dinámica internacional que incluya una mayor cooperación entre los Estados. Sin embargo, la voluntad de Trump de no aplicar el tratado de París y de poner en duda los resultados científicos del grupo de investigadores sobre cambio climático –el GIEC, que recibió el premio Nobel de la Paz hace algunos años– hace temblar a varias capitales, en un momento en el que todos los países se encuentran reunidos en la ciudad de Marrakesh en Marruecos, para darle continuidad al trabajo emprendido en París el año pasado. Es por eso que, ante este escenario de indefinición frente a la incógnita que significa Trump, varios líderes europeos han dejado claro a la próxima administración norteamericana que no podrá imponer sus decisiones de manera unilateral. Esperemos que también sea el caso en México.
* Director Ejecutivo del Observatorio Político de América Latina y el Caribe (OPALC), con sede en Paris.
Twitter: @Gaspard_Estrada