EL-SUR

Sábado 11 de Mayo de 2024

Guerrero, México

Opinión

El imperativo de los cambios

Eduardo Pérez Haro

Mayo 03, 2016

Para José de Jesús Rodríguez Vargas.

La economía podrá mostrar cero huelgas u ocultar verdades criminales, ofrecer cruzadas o bloquear noticias del de-saseo corruptocrático, puede presumir baja inflación y aumento del empleo, pero independientemente de la verdad de estos datos, el daño ya está hecho, el descrédito ganado a pulso y el rechazo en vías de procesarse fuera de la inercia socioinstitucional que sitia y niega los cambios.

Entre los ajustes bajistas en la tasa de crecimiento económico del mundo para el presente y el mediano plazo, la pervivencia de la guerra de precios en el petróleo, las ineficaces políticas de ayuda monetaria para la recuperación de un crecimiento expansivo en las economías avanzadas (EU, UE, Japón), la insolvencia fiscal en las economías menos desarrolladas (Grecia, España, México, etc.), la amenaza latente de incrementos en las tasas de interés por el elevado endeudamiento público de las naciones y el de las mismas empresas y personas, etc. no puede reconocerse más que un clima de dificultades aunque se haga dentro de un referente de crecimiento positivo que puede ser del orden del 3.2 % promedio para la economía mundial (teniendo por debajo del promedio a los Estados Unidos 2.4% y Europa 1.5% y por encima del promedio a China 6.5% y la India 7.5%, FMI 2016.).
Esta es la nueva normalidad económica a la que se refiere el FMI que se aleja de los referentes del crecimiento superior al 5.0% promedio que se dieron en la época de oro de la posguerra y aún del posterior auge globalizador pero que no puede ni conviene dejar de ver que esa nueva normalidad no puede ser entendida sólo como una diferencia que simplemente nos traslada a una nueva realidad y ya, sino observar que se trata de una nueva realidad que encierra un entrampamiento financiero y una congestión productiva que provienen de la dinámica de la alta centralización financiera y el bloqueo productivo que tiene atrapada la ampliación del mercado de capitales de la nueva era tecnológica y de ahí los bajos progresos de la productividad y de la tasa de ganancia que fluctúan alrededor del 5.0%.
Con lo que esta circunstancia no sólo encierra una nueva normalidad económica cifrada por un parámetro de menor crecimiento económico a la manera de una fase de desaceleración en el ciclo económico de la inversión y la demanda, sino un ensanchamiento de las asimetrías con altas tensiones entre occidente y oriente, y entre los países industrializados y también entre los no industrializados, y por supuesto del ensanchamiento de la desigualdad social en todo terreno que no sólo en los países atrasados, pero más aún, una tensión de las fuerzas del gran capital que se traduce en una traba a la inversión productiva con lo que el problema no se traza a la manera en que el keynesianismo podría entenderlo como un problema del consumo y por tanto de retracción de la demanda agregada sino del consumo productivo propiamente dicho, que, en sentido estricto, es donde se radica la dinámica de acumulación del capital, del crecimiento económico y de la distribución del ingreso.
México, no puede sustraerse (ni en el discurso) de este entorno y lo enfrenta con los mismos criterios con los que se pretende dirimir el problema en la dinámica global de la tensión de fuerzas, esto es con retracción de la inversión pública y privada en la formación de capital, con una mezcla de ayuda monetaria y aumento en las tasas de interés, inhibición resignada de la productividad y disminución de las expectativas de crecimiento económico, empleo de bajo perfil y alta centralización económica y financiera del capital global donde a los perdedores de siempre (trabajadores y aspirantes a trabajadores jóvenes y mujeres), se suman los nuevos perdedores que hacen parte del empresariado que no está siendo integrado sino al contrario y que no se reduce a pequeños y medianos empresarios sino a muchos de los grandes que no se han terminado de meter o no los han dejado entrar a los circuitos globales o a la colusión del poder político que por lo demás, siempre se toma un derecho de tanto en los grandes negocios que por supuesto los hay en el centro de este marasmo, en la égida del actual proceso de estancamiento centralizador.
En este embate vemos procesos muy complicados de reordenamiento de las fuerzas políticas en países como España, Brasil, Argentina o Venezuela o en los mismos Estados Unidos y no tenemos por qué suponer que México queda fuera de esta lógica de recomposición con lo que es preciso entender la actual circunstancia que de suyo amplía el espectro de los intereses en juego y por ende de las alianzas políticas que deben de procesarse en la perspectiva no ya de las próximas elecciones de junio de este año sino de las elecciones del 2018
En la antesala de ello que se prefigura con las elecciones de junio próximo, existe el cálculo de la partidocracia que se engancha al amparo gubernamental en un desesperado intento por sobrevivir en sus privilegios de facto, que todo mundo reconoce y rechaza por la reiterada manifestación de promesas incumplidas y expectativas insatisfechas, y que lo habrá de propiciar con la ayuda de los medios de comunicación, las reminiscencias del viejo corporativismo gremial y la compra de voluntades que por cierto, ninguna de estas prácticas son prerrogativa del partido en el poder pues todos los partidos las han aprendido y las ponen en práctica a pesar de su cuestionada aceptación internacional bajo la máxima del pragmatismo en el que no importan los medios sino los fines y que se prueban con la detentación del poder político que se ostenta.
No obstante, hay quienes advierten la acumulación de inconformidades que bien pueden percibirse solamente como males humores o bien como percepciones y expresiones de inquietud que van moldeando una forma distinta de ver y de proponer la manera de enfrentar y resolver los problemas como bien lo conceptualiza Hugo Aboites en su artículo del domingo en La Jornada al señalar que “los fenómenos sociales no se explican sólo por factores que actúan linealmente (causa-efecto), sino también y sobre todo por la manera en que los conjuntos humanos construyen visiones de la realidad que pueden superar e incluso cambiar radicalmente el poder de variables lógicamente inmediatas y directas.”
Nada está escrito sobre el refrendo y la continuidad del poder político como tampoco podemos predecir el rumbo que tomen los cambios probables, sólo que la alusión de Aboites advierte del sentido social de la acumulación de desilusiones y la prefiguración de manifestaciones políticas como la de los normalistas de Ayotzinapa o las de los estudiantes politécnicos incluso, agrego yo, la de los trabajadores que por miles llenaron el pasado 1° de mayo el zócalo de la ciudad de México y que podrían sumar a empresarios y clases medias, no ya en una marcha, frente único o partido alternativo por ahora pero sí en una perspectiva electoral diferente en el no muy lejano mediano plazo.
La economía mexicana podrá mostrar cero huelgas u ocultar verdades criminales, ofrecer cruzadas o bloquear noticias del desaseo corruptocrático, puede presumir baja inflación y aumento del empleo, pero independientemente de la verdad o cavernosidad de estos datos, el daño ya está hecho, el descrédito ganado a pulso y el rechazo en vías de procesarse fuera de la inercia socioinstitucional que sitia y niega los cambios. Ninguna revolución de por medio, pero sí probables manifestaciones que abonan en la perspectiva de fraguar ímpetus para un eventual cambio en la correlación de las fuerzas sociales y gubernamentales.

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