EL-SUR

Sábado 14 de Junio de 2025

Guerrero, México

Opinión

El legado de Francisco

Jesús Mendoza Zaragoza

Abril 22, 2025

El papa Francisco ha muerto, después de 12 años como obispo de Roma y primado de los obispos de la Iglesia católica. Tuvo amigos y enemigos, dentro y fuera de la Iglesia, soportó numerosos conflictos relacionados con las reformas institucionales internas y por su actitud ante los asuntos vinculados con la economía, la política y la cultura. Abrió, también, nuevas rutas al interior y al exterior de la Iglesia.
Dos días antes de la elección del papa Francisco, que tuvo lugar el 13 de marzo de 2013, escribí en este diario (El cónclave romano, ¿para qué?) mis impresiones y mis expectativas relacionadas con el cónclave que estaba comenzando, ese día, en Roma para elegir al papa que sucedería a Benedicto XVI, quien había puesto su renuncia porque ya no se sentía con las fuerzas necesarias para cumplir con sus responsabilidades.
En ese momento, yo apelaba a la vuelta de la Iglesia católica a sus orígenes en la persona de Jesús de Nazareth, llamado el Cristo. Hablaba yo de la vuelta a la sencillez de Francisco de Asís, a la humildad, a la alegría del Evangelio, a una actitud de servicio a la paz. Jesús formó un puñado de discípulos con el poder del Evangelio y los envió a gritar por todos lados, un mensaje de esperanza para los pobres, los enfermos y quienes viven en medio de las desgracias. Jesús sabía que la esperanza es el mayor tesoro que no permite morir al espíritu humano. De esa manera, Jesús venía a conjugar el verbo esperanzar. Sí, Jesús grita, por todas partes, las buenas noticias de que Dios está de parte de quienes sufren y no de quienes hacen sufrir y que alienta la esperanza de vivir, de renovar la vida y de sostenerla de pie. En verdad, mis expectativas se cumplieron en Francisco.
La esperanza no es una abstracción; no consiste en una promesa fallida, ni es una llamado a la resignación. Quien acoge el Evangelio de Jesús, está en condiciones de vivir esperanzado ante los grandes desafíos de la vida. ¡Cuánta esperanza necesitamos en nuestro estado de Guerrero para afrontar la pobreza extrema de muchas en nuestras regiones! ¡Cuánta esperanza necesitamos para afrontar las mil formas de violencias que hay que afrontar en vastos territorios, en donde gobiernan los grupos del crimen organizado! ¡Cuánta esperanza necesitamos para que nuestros pueblos no busquen las armas como solución a la violencia, creyendo que la violencia se resuelve con violencia! ¡Cuánta esperanza necesitamos para mantener nuestra actitud de paciencia histórica para no caer en la maldita resignación!
Francisco reconoce la gran necesidad de la esperanza, como actitud espiritual, para fortalecer este mundo agobiado por tanto desafíos capaces de desestabilizar a los pueblos que experimentan la impotencia, la fragilidad y la vulnerabilidad. Precisamente, las vulnerabilidades nos permiten abrirnos a la esperanza, ya que las soluciones suelen tardar demasiado tiempo y no llegan cuando quisiéramos. Yo recuerdo que de los años 70s a los 80s, se creía que la derrota del capitalismo y la construcción del socialismo estaba a la vuelta de la esquina. Hubo grandes movilizaciones de estudiantes, campesinos y de obreros, además de movimientos guerrilleros en diversos países de América Latina para transformar la economía global. Estas movilizaciones dieron pie a grandes desilusiones debido a que el capitalismo cada vez se regeneraba a sí mismo, una vez más. Y la profecía del socialismo no llegaba. Hace años que entendí que tenemos capitalismo para muchos años y que el voluntarismo no es la solución. La historia no cambia con solos actos de voluntad. Se requieren procesos largos para que los cambios sean duraderos. La esperanza marca la ruta para llegar a una economía capaz de construir mejores condiciones para todos. Lo mejor de las izquierdas no ha perdido esa esperanza de la caída del capitalismo, mientras que otras izquierdas se han acomodado en el modelo neoliberal y en el sistema político.
Francisco convocó el Jubileo de la Esperanza, que la Iglesia está celebrando en este año, con la finalidad de esperanzar a la humanidad que resiste los grandes obstáculos para la resolución pacífica de conflictos y para la construcción de la paz. ¡Cómo necesitamos de la esperanza en la actual era de Trump, cuando quiere adueñarse del mundo entero para, supuestamente, engrandecer a América! Él, que es un criminal sin sentencia, se siente fuerte con los votos de los norteamericanos, con su fortuna, con sus vínculos con sus amigos ricos. Se mete por dondequiera, en México, en Panamá, en Canadá, en Ucrania, en Palestina, en Dinamarca, buscando poder y dinero para darle una “grandeza” geopolítica a la que él llama “América”. Lo que nos sostiene en todos estos casos, es la esperanza de que la razón, la justicia y la responsabilidad no está del lado de los poderosos, sino de quienes aman a sus pueblos. Por eso mismo, la esperanza tiene la característica de ser sostenible para acompañar siempre la humanidad, a pesar de los años que sean necesarios.
Para comenzar, el legado de Francisco es espiritual, como espiritual es el Evangelio que Jesús predicaba por todas partes. Así mismo, Francisco se ha ocupado de otros grandes temas de origen espiritual que trascienden de manera integral en la historia humana. Se ha ocupado de grandes temas, además de la esperanza, de la misericordia, de la compasión, del perdón, de la justicia, de la fraternidad, del cuidado y de la paz, entre otros. La espiritualidad trasciende los temas particulares, pero se expresa en la vida cotidiana, para fortalecer la esperanza en los cambios necesarios de la economía, la política, la cultura, la educación, en todo, pues.
El legado de Francisco incluye otros temas, como la situación de los pobres, la migración, la fraternidad, el medio ambiente, la paz global y en particular en el Medio Oriente, que han sido tratados de manera sustancial en documentos de largo alcance y de mucha profundidad.
Un primer tema que aborda Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013), es la urgencia de una reforma en la Iglesia, tema que estableció desde un principio. Ha estado buscando que la Iglesia se comprenda a sí misma desde la visión del Evangelio, haciendo las reformas necesarias para sustraerse de la autorreferencialidad, reconociendo que la Iglesia no vive para sí misma sino para anunciar el Evangelio en nuestro contexto actual. Ella vive para el Evangelio y vive para ponerlo en medio del mundo actual. Si algo tiene que institucionalizarse en la Iglesia, será lo necesario para cumplir su misión evangelizadora en el mundo.
Por eso mismo, Francisco comenzó con la reforma de la Curia Romana y ha propuesto el gran tema de la sinodalidad para toda la Iglesia católica, desde arriba y desde debajo de su institucionalidad. Dos temas claves han de tratarse en la Iglesia católica: cómo se manejan el poder y el dinero en los ámbitos institucionales. Cuando la Iglesia se ha ocupado, primeramente, del poder político y de los asuntos económicos, ha cometido abusos inmensos, como los abusos de conciencia, abusos de autoridad y los malditos abusos de niños cometidos por clérigos. El clericalismo, según Francisco es uno de los grandes males de la Iglesia, cuando busca poder y dinero. Tuvo que desgastarse Francisco para reducir estos temas, cuando la Iglesia se ocupa más de asuntos mundanos y descuida su misión espiritual.
Un tema relevante al que Francisco le dedicó muchos esfuerzos durante sus doce años de pontificado, ha sido la situación de los pobres. Heredó su interés por los pobres de su condición de obispo latinoamericano mediante la opción preferencial por los pobres, desarrollada en el magisterio eclesial de América Latina desde la asamblea episcopal de Medellín (Colombia, 1968). Por esa razón aceptó llevar el nombre de Francisco, en cuanto que la figura de Francisco de Asís le ha inspirado siempre. Simplificó las vestimentas pontificias y toda la parafernalia eclesiástica que se acostumbra en el Vaticano. En su magisterio, expresado en sus encíclicas y exhortaciones apostólicas, los pobres están siempre presentes en un primer plano. Francisco ha destacado el lugar de los refugiados y los migrantes como los actuales pobres de entre los pobres.
Otro gran tema que Francisco ha impulsado es el del cuidado del medio ambiente mediante su Carta Encíclica Laudato sí (2015), continuada por la Exhortación Apostólica Laudate Deum (2023), en las que trata temas como la crisis climática que se avecina, generada por el paradigma tecnocrático, en la que hace propuestas para resolver este asunto mediante el diálogo internacional, haciendo énfasis en la dimensión espiritual y haciendo una propuesta de ecología integral. Este tema le ha generado el rechazo de los sectores pudientes ligados al capital, que han abusado de los recursos naturales que pertenecen al planeta y a la humanidad entera.
Otro gran tema que Francisco ha planteado es el de la fraternidad universal. Lo desarrolló en la Carta Encíclica Fratelli tutti (2020). Si la propuesta moderna desde la Revolución Francesa fue la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, hubo avances en las dos primeras demandas. Esto explica que ni la libertad ni la igualdad tienen la capacidad de forjar un mundo justo y solidario, si es que falta la fraternidad. Es más, la fraternidad orienta la libertad y la igualdad para llegar a un mundo más libre y solidario. Hace Francisco la propuesta de una fraternidad siempre abierta, que no excluye a nadie (en cada país y en la comunidad internacional), integrando libertad e igualdad. De esta manera, trata los temas de la amistad social y del amor político, siempre orientados a la fraternidad.
Con la inspiración de Francisco, diversos actores religiosos, sociales y hasta gubernamentales, hemos buscado caminos para la construcción de la paz en México, un camino de largo alcance que requiere esperanza, mucha esperanza. La violencia y la inseguridad generada por organizaciones criminales, quienes se han apoderado de amplios territorios, requiere un proceso de largo aliento, mirando siempre hacia adelante. La construcción de la paz requiere mirar hacia el futuro, aprendiendo de los errores y debilidades del pasado. Hemos mirado la agenda social de Francisco como una orientación básica para construir la paz en México.
El legado de Francisco es sustancialmente espiritual. Predicó la misericordia, la compasión, la esperanza, la alegría, la fraternidad, la construcción de la paz, el cuidado, el servicio, la sencillez, la solidaridad y otras actitudes espirituales, necesarias para organizar este mundo con dignidad. Y no sólo predicó. También asumió la responsabilidad de mejorar las condiciones de vida de la humanidad, sobre todo, de los más pobres.