EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El Lev Tolstói

Adán Ramírez Serret

Julio 19, 2019

Recuerdo una tarde hace más de 10 años, en la cual, por diferentes circunstancias, me encontré en una conversación con Emilio Carballido y Selma Ancira (Ciudad de México, 1956). Tuve la certeza de ser afortunado. El exceso de conciencia es terrible cuando se atraviesan momentos duros; pero cuando la vida ofrece buenos ratos, la noción de estar en una aquí y un ahora, hace mucho más plena la experiencia.
Había tenido la fortuna de leerlos a los dos, y de repente, ahí estaba yo en medio de ellos hablando de libros y me avergonzaba no sólo que me escucharan sino que les interesaba lo que yo dijera e incluso me preguntaran mi punto de vista sobre ésta o aquélla cosa.
A pesar de mi emoción, me di cuenta que se comportaban de esta forma porque eran profundamente educados.
Yo había admirado a Selma Ancira porque su nombre aparecía en las portadas de muchos libros que me parecían fascinantes, tan sólo por citar algunos de Alexandr Pushkin, Nikolái Gógol, Fiódor Dostoievski, Iván Goncharov, Iván Bunin, Mijaíl Bulgákov, Borís Pasternak… Estar cerca de ella me introdujo al mundo fascinante de la traducción.
Ella sabe a la perfección ruso y griego moderno. Pero esto no es más que el principio. Cuando Selma Ancira traduce un libro, hace una labor titánica de intentar entrar en la piel de quien va a traducir. Por lo tanto, no es sólo verter una obra de un idioma a otro, sino que en un principio –y esto Selma lo toma al pie de la letra– que el texto no sólo le guste, es imprescindible que le toque las fibras necesarias para que sienta la necesidad de que ese texto deba ser traducido al español.
Entonces, una vez que toma la decisión de traducir un texto, comienza una aventura parecida a la que propone Jorge Luis Borges en su majestuoso cuento Pierre Menard, autor del Quijote. Selma, muy similar a Menard, comienza a irse a vivir en donde el autor escribió la obra y entrar en su universo. Si se piensa bien, es una actitud absolutamente sensata y en esencia, no se debería traducir de ninguna otra manera que ésta. La génesis de una obra, el rumor creativo en donde se mezclan imaginación y lenguaje, está absolutamente ligada a la geografía particular en donde viva o haya vivido un escritor.
Uno de los autores que más ha traducido Selma Ancira es Lev Tolstói. Se ha ido durante largos periodos a Yasnáia Poliana, la finca en donde nació y vivió durante gran parte de su vida el autor de Ana Karenina. Desde este lugar boscoso y helado una buena parte del año, Selma se ha compenetrado a tal grado con el conde, que es posible escuchar la voz de Tolstói en español. Además, en español mexicano.
Selma Ancira ha traducido los Diarios de Tolstói en dos gruesos tomos y su caudalosa correspondencia. Este años sacó a la luz una obra completamente desconocida en español de Tolstói, sus Aforismos que se publicó de manera póstuma, en donde se reúne el pensamiento de Tolstói en pequeñas sentencias certeras; en las cuales reflexiona sobre el amor, la muerte, la soberbia, el pensamiento y la vida en general; estos fragmentos de sabiduría –pues no son otra cosa que eso– se alternan con textos de autores que Tolstói admiraba que van desde Confusio, El evangelio, autores franceses, ingleses… y, de repente, con una cita de Nezahualcóyotl. Selma lo tomó como un guiño maravilloso del conde y del destino, pero creo que también habla de la erudición de Tolstói y su eterna búsqueda por la verdad. De encontrarla en el pensamiento, en la literatura y sobre todo, en una vida justa.
Este libro de Tolstói es una de esas obras se deben mantener cerca, para cuando se dude en la vida, cuando se busque belleza o acaso sensatez.
(Lev Tolstói, Aforismos, traducción de Selma Ancira, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica, 2019. 302 páginas).