EL-SUR

Viernes 19 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El lugar más triste del planeta

Federico Vite

Diciembre 17, 2019

 

El narrador de Solenoide no cree en las novelas, así que escribió un diario con su lista de anomalías. Deseaba crear un libro cuyo verdadero propósito fuera brindar un testimonio de lo que le ocurre a la piel (al sentimiento de lo humano). En este caso, habla de su piel. De ahí que enfatice la muerte de su hermano gemelo, las visitas a los doctores, los dentistas, las inyecciones, los recorridos oníricos de su alma y, por supuesto, las reuniones en la sala de profesores, los colegas del narrador, quienes dan fe y testimonio de un régimen comunista que menospreciaba la vida privada, los sueños y los anhelos de sus ciudadanos. El otro ángulo de la historia es la enorme cantidad de libros que el protagonista ha leído, algunos textos enigmáticos que solo los conocedores del misterio anhelan contemplar, por ejemplo, el Manuscrito Voynich. Pero las labores titánicas de Mircea Cãrtãrescu no se someten solo a la educación sentimental de un chico nacido en Bucarest (“el lugar más triste del planeta”) sino a los suplicios de un alma sensible que se somete al corsé de un país que enarbolaba el socialismo. Sumado a esta bildungsroman aparece en el relato la parte más sustantiva y jocosa, un aparato que le prodiga aventuras íntimas al protagonista. Se trata del Solenoide (una espiral de un material conductor que tiene la capacidad de generar un campo magnético a través de la aplicación de una corriente eléctrica en su interior), principal atracción de la casa en forma de barco, la casa del narrador. Parecieran pocas cosas, pero unirlas en una sola viga maestra le invirtió al escritor rumano Cãrtãrescu toda una empresa que la editorial española Impedimenta logró trasladar al castellano gracias a la magnífica labor de Marian Ochoa de Eribe, es por ella que se disfrutan las 794 páginas de este monstruo que fue publicado en territorio ibérico en 2017.
El lector de este enorme cuaderno de anomalías conoce al narrador: un maestro de la escuela Primaria 86 de Bucarest. Contextualiza el presente narrativo en los años 80 del siglo pasado y nos cuenta que quiso ser poeta, de hecho, su debut se realiza en una velada literaria con un texto que anunciaba el fracaso: La caída. Esa experiencia sale muy, muy mal. Así que completamente atribulado porque su texto fue pura y vana parafernalia decide abandonar la literatura y crear este libro de anomalías dividido en cuatro partes que abordan aspectos esenciales de un hombre que habita una ciudad de alma desgarrada. Ese maestro aborda la infancia y los males físicos, las rupturas sentimentales y los sueños, el trabajo y el fracaso literario, a la par de esos elementos que nutren el libro, el lector disfruta el glorioso funcionamiento del solenoide.
“Cuando escribo aquí, en esta protuberancia ya enorme de mi diario, siento que una aura azul y fresca rodea mi cráneo. Escribo a oscuras, a la luz imperceptible de mi gloria. Es la única que acrecienta la oscuridad del mundo, la única a la que no temen las hordas que vienen del interior”, refiere el autor para mostrar la densidad de ese proyecto que es el libro más comentado de Cãrtãrescu, el más ambicioso diría yo. Porque el lector de Solenoide se enfrenta a un documento que nos recuerda, sin duda, a En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust, sobre todo, porque a Cãrtãrescu le interesa, en demasía, comprender la densidad de tiempo narrativo y exponerlo en hechos aparentemente desligados: “No son pruebas de la realidad de una infancia, del cuerpo en el que vivió en otra época una naturaleza infantil, sino pruebas de la irrealidad del propio tiempo, de la coexistencia e interpretación de las edades, de las épocas, de los cuerpos, en la alucinación unánime de la mente y el mundo”.
La meta de Solenoide es prácticamente el anhelo de cualquier artista, para ilustrar mis palabras cito nuevamente al autor: “Quiero escribir un informe sobre mis anomalías. En mi vida oscura, ajena a cualquier historia —solo una historia de la literatura podría fijarla en sus taxonomías—, han ocurrido cosas que no suceden ni en la vida ni en los libros. […] Esas formas informes, las alusiones y las insinuaciones, los accidentes del terreno muchas veces insignificantes en sí mismos acaban adquiriendo, tomados en su conjunto, una forma extraña y obsesiva, necesitan también una forma nueva e insólita para poder ser relatados. Ni novela ni poema, pues no son ficción ( o no lo son del todo), tampoco un estudio objetivo, puesto que muchas de mis acciones son singularidades que no se dejan reproducir ni siquiera en los laboratorios de mi mente”. Dicho así, bastaría con agregar que Cãrtãrescu trata de asir la memoria, estudiarla, por eso realiza un escrutinio del tiempo; lo disecciona prácticamente y se somete a una lógica personal, una serie de leyes que incluso son capaces de romper la fuerza de la gravedad, como bien lo ilustran las últimas veinte páginas de este enorme documento que resulta una quimera literaria que pone al lector en vilo y le hace reflexionar sobre los senderos de la narrativa. También es pertinente decir que a este volumen le sobran algunas cosas, pero el estilo de Cãrtãrescu salva todos esos escollos, incluso los cursis. Solenoide se desarrolla en dos tonos: el diurno y laboral, y el nocturno y profundamente sensible. Obviamente este libro es para gente que disfruta la lectura. Ofrece toda una experiencia estética, un asunto al que uno asiste muy pocas veces.