EL-SUR

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Guerrero, México

Opinión

El Mirlo Blanco

Florencio Salazar

Octubre 15, 2019

Siempre he tenido proclividad por subrayar mis lecturas. Lo sigo haciendo por dos razones: para resaltar lo que es de mi interés y poder acudir a esas notas como a un fichero. Así encontré las primeras ediciones de Estos años (1995) y Vivir (2012), de Julio Scherer García. Ambos textos son parte de su inestimable memoria. Recoge lo vivido después del golpe a Excélsior y el despegue de Proceso durante la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. El trasfondo es la situación política del país, la sacralización del poder, la invulnerabilidad del encargo presidencial.
Una primera lección que podría extraerse de don Julio es que no hay escritura sin conocimiento ni reflexión, como piedra angular para el ejercicio periodístico. Otra lección, que la profesión exige conocer límites y establecerlos cuantas veces sea necesario, a fin de no ser dopado por los poderosos. Porque el periodista está atento a todo; identifica tiempos y lugares, analiza hechos y condiciones, observa el entorno que, al hablar sin palabras, interpreta y trasmite.
La trayectoria de Scherer García es la del periodista con absoluta conciencia sobre la importancia de su profesión. De chícharo pasa a reportero hasta arribar a la dirección general de Excélsior, al que convierte en uno de los 20 mejores diarios del mundo. En su página editorial brillan los artículos de Daniel Cosío Villegas, Vicente Leñero, Miguel Ángel Granados Chapa, Samuel del Villar, Ricardo Garibay, entre otros del mismo calado. Su periodismo sin concesiones incomodaba al poder y a buena parte del gremio.
En aquellos años el reportero estrella del diario es Carlos Denegri, “el mejor y el más perverso de los reporteros”. Se mastican, pero no se tragan. El ascenso de Scherer en Excélsior es el descenso de Denegri. Excélsior no solo incomoda, estorba. La servidumbre de Regino Díaz Redondo hará que expulsen a los que no se pliegan a los dictados presidenciales. La salida de Excélsior deja indemne a Scherer García, pero no hará que se doblegue. Desde sus años de reportero se muestra inmune a la seducción del poder. Rechaza sobres, compromisos, favores que lo aparten de la ética periodística.
Enrique Serna dice en El vendedor de silencio, biografía novelada de Carlos Denegri, que cuando se reunía la fuente presidencial durante el alemanismo, pensaban que el rechazo a las prebendas por parte de Julio Scherer era una estrategia para, llegado el momento, pedir más, muchos más. Entre tanto, con un dejo de ironía lo llamaban El Mirlo Blanco, probablemente por analogía al poema de Díaz Mirón: “Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan… ¡mi plumaje es de esos!”.
Modelo de ser humano, don Julio Scherer García tiene un solo amor: Susana, su esposa; y amigos decididos que no lo abandonan en el naufragio y colaboraron para construir la nueva nave. El fundador de Proceso es un hombre que se cumple, que se perfecciona y va fortaleciendo sus valores hasta hacerse éticamente impenetrable. No lo consumen y ni siquiera le entusiasman los halagos: “Todo adulador quiere algo por vía oblicua, en nuestro oficio dinero, influencia, impunidad, prestigio… los aduladores se disfrazan…. son peligrosos, la traición al acecho”.
Conciso, sin sacrificar la buena prosa, pasan por sus páginas Fidel Castro, Borges, La Quina, Octavio Paz, Tamayo, Rodrigo de Llano, Manuel Becerra Acosta, Rafael Castañeda, Krauze, López Mateos, Díaz Ordaz, López Portillo, De la Madrid. Singulariza la conducta asumida por Cuauhtémoc Cárdenas: “Encaraba el futuro con una actitud que pocos se permiten: el valor personal y la aceptación del riesgo donde más duele: la mujer, los hijos y los amigos. Pudo haber gozado de la vida como le viniera en gana, contemplar el mundo. No obstante, prefirió la oposición, el desdén del poder, la agresión desde la impunidad. Se acercó al fuego y allí permanecía”.
El salinista es el sexenio del quiebre del presidencialismo. Scherer García advierte que el Presidente: “Mostraba la seguridad de un académico de altos vuelos, pero en su lenguaje no aparecían las ideas del hombre que ha desgastado los libros para interrogarse acerca del hombre”. Político frío, como se mostró ante las muertes de Colosio y Ruiz Massieu.
Por las oficinas de la revista pasan los políticos del momento: Fernando Gutiérrez Barrios, José Francisco Ruiz Massieu, José Carreño, Jorge Carpizo… Unos dialogan, otros trasmiten mensajes, otros más aspiran al vínculo amistoso, personal. Don Julio levanta las bardas: “Existe una fórmula, don Fernando, que garantiza la buena relación entre dos personas que se estiman: no solicitar de la contraparte algo que no deba hacer”.
Colosio va al despacho de Proceso; revela la angustia de una campaña presidencial sin despegue, afectada por el levantamiento zapatista. Busca refugio, necesita aprobación: reformar el poder, evitar las complicidades y los abusos. Es vehemente. Comprometido. Anhela que crean en él. Se afana, se ufana de su último discurso, repite fragmentos: “Veo un México con hambre y sed de justicia… un México agraviado…”. Don Julio pregunta a Luis Donaldo si conoció el Presidente su discurso antes de pronunciarlo. Quiso evadir la respuesta, la insistencia lo impide y termina con un monosílabo: “No”.
La serena prosa de don Julio no alcanza, sin embargo, a apagar el fuego que trae en las entrañas: la pérdida de Excélsior, la penetrante mirada de Echeverría negando los hechos; las largas que recibe del Presidente Salinas cuando solicita la información. En rigor, no necesita saber el cómo y el porqué de lo ocurrido, pues le sobran datos, testimonios, documentos, pero él quiere el reconocimiento del atropello desde las alturas, la confesión que lo alivie. No ceja en su intento; una y otra vez fracasa.
A los periodistas los nutre lo mismo que a los políticos: el conocimiento de la realidad y a los que intentan modificarla o la modifican. Unos observan el proceso, los hechos; otros, como provocan esos hechos y los intereses que los mueven. De ahí la reflexión de Julio Scherer García: “Políticos y periodistas se buscan unos a otros, se rechazan, vuelven a encontrarse para tornar a discrepar. Son especies que se repelen y se necesitan para vivir. Los políticos trabajan para lo factible entre pugnas subterráneas; los periodistas trabajan para lo deseable hundidos en la realidad. Entre ellos el matrimonio es imposible, pero inevitable el amasiato”.
Ejemplo de ética y de maestría periodística: pulcritud en la escritura, información precisa, claridad de ideas. Muchos verbos que conjugar: observar, pensar, leer y escribir para ir de la nota urgente a la prosa del escritor, del acontecimiento casual al pensamiento profundo; del silogismo al aforismo. Y esa calidad fue, en las cenizas del tiempo, la fuente de luz entre Julio Scherer García y su entrañable Gabriel García Márquez.
Hay que hacer acopio de voluntad para que la letra salga redonda y la merezca el papel. Conclusión a la que he llegado después de releer estos libros magníficos: Estos años y Vivir.