EL-SUR

Viernes 26 de Julio de 2024

Guerrero, México

Opinión

El oficio de escribir

Silvestre Pacheco León

Febrero 12, 2024

 

Krisna, mi entrevistadora en el programa del Ecotianguis me pregunta ante el público reunido en la explanada de la escuela primaria Vicente Guerrero de Zihuatanejo sobre el oficio de escribir, que si un escritor nace o se hace, y quiere que platique mi propia experiencia en esta presentación que hago de mi obra en el espacio que se dedica a la promoción de la lectura y el reconocimiento de los valores literarios locales.
Le digo que esas preguntas son nuevas para mí, porque realmente nunca he pensado en ellas, pero ahora, ante el público ni me puedo excusar de una respuesta y tampoco recurrir a frases hechas para salir del paso, por eso le respondo que potencialmente todos los que sabemos leer y escribir podríamos desarrollarnos como escritores, siempre y cuando fuera de nuestro interés dominar ese oficio sabiendo de antemano que se requiere una inversión de tiempo y trabajo arduo y en solitario, con una disciplina propia de los ascetas y por el solo gusto de hacerlo porque no conozco casos en los que un escritor tenga todos los medios a su alcance para dedicarse a escribir sin la presión que implica ganarse el sustento, si no se tiene la fortuna de contar con un empleo relacionado con la escritura.
Bueno, creo que sí hay casos como el de Carlos Fuentes, un escritor de familia pudiente quien tuvo a la mano todos los medios necesarios para convertirse en un erudito, lo mismo que Octavio Paz, funcionario en Relaciones Exteriores hasta que ya se había dado a conocer como escritor. Pero en la mayoría de los casos los escritores tienen que trabajar dobles jornadas sin que tampoco su dedicación al oficio sea garantía de éxito en términos de poder vivir de la escritura.
Pero hay personajes que han nacido con esa rara habilidad y destreza para entrelazar palabras que expresan ideas o cuentan historias con una facilidad asombrosa como Julio Cortázar, pero jamás destacan porque simplemente carecen del deseo, el compromiso y la disciplina que implica el dominio del oficio.
En mi caso, que no me considero ni soy un escritor exitoso, porque no vivo del oficio, he obtenido sin embargo no pocas satisfacciones en esta formación en la que influyó mucho mi padre, ahora lo sé, porque habiendo crecido en un mundo de párvulos mi padre era encantador de palabras porque contaba historias que embelesaban a sus oyentes donde aparecían magos, sultanes, alfombras voladoras, marinos audaces, todo extraído del libro Las mil y una noches y de la amenazada princesa Scherezada, pero también los picantes y desternillantes cuentos italianos de Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. “Entre el clavel y la rosa usted es-coja” le decía a la reina para ganar la apuesta el personaje audaz que se burlaba del defecto que tenía su majestad sin ofenderla.
Mi padre podía memorizar los libros y dominaba el arte de contar historias, cualidades que le hacían tener amigos y gran facilidad para entretener a hijos y sobrinos.
Con ese antecedente mi deseo de ser escritor lo descubrí a muy corta edad en mi centro de trabajo donde ingresé a los 16 años.
Tenía la necesidad de que mis compañeros hicieran conciencia de la situación de desventaja en la que trabajábamos, donde no había seguridad en el empleo y nuestras prestaciones eran burladas, sufríamos un trato despótico y la importancia de la organización para reclamar nuestros derechos como trabajadores y la circunstancias exigían hacerlo con la mayor discreción para evitar represalias, de tal manera que los volantes eran el medio más eficaz para lograrlo, con textos breves donde no sobraran palabras.
Después mi entrevistadora me pide que hable de mis seis libros publicados de los 10 que llevo escritos. Comienzo con el que me publicó Conaculta en 2013, un ensayo sobre el campo costeño en la década de los ochenta con el cual gané un concurso de la UAG. Pero la publicación que era parte del premio quedó pendiente y solo logré que viera la luz con otro concurso, esta vez de Conaculta en el 2013.
Las opiniones del jurado que recomendó la publicación fueron un aliciente para mi ego como escritor en ciernes porque reconocía calidad y pulcritud en el lenguaje, dominio y conocimiento del tema.
Con ese texto bajo el brazo el gobierno municipal de mi pueblo natal, me encomendó escribir la historia de Quechultenango, tradiciones y fiestas, tarea que realicé con deleite profundizando en temas que viví y reviví.
Pero el tercer libro que escribí acumulando material a lo largo de veinte años fue el más ambicioso porque se trata de un anecdotario tratando de definir el carácter y modo de ser del costeño, se trata de Re-cuentos de la vida costeña, que me publicó la Preparatoria 13 de la UAG.
Después y cuando mis escritos en las páginas de El Sur encontraron lectores en otras regiones del estado, por ese medio entré en contacto con un personaje que formó parte fundamental en los cambios que vivió mi pueblo natal en su calidad de médico pasante, quien habiendo llegado a principios de los años sesenta del siglo pasado para realizar su pasantía, terminó quedándose por seis años involucrado de tal manera en la problemática local que volcó todas sus energías y conocimiento acumulado como líder estudiantil del IPN en combatir el poder caciquil que tenía sometido a todo un pueblo.
El médico Epifanio Martínez Barrera que cuenta ahora con más de 80 años y vive en la ciudad de Iguala consideró como un elogio mi visión sobre su desempeño para ayudar a resolver los problemas sociales de mi pueblo y gustoso pagó la edición de El Pasante, libro que se ha distribuido más allá del estado involucrando a las autoridades politécnicas.
El penúltimo de mis libros que tuvo a bien prologarme mi amigo José Woldenberg se refiere a mi experiencia como militante partidista en la política de izquierda, contada a partir de las anécdotas que vivimos como oposición política al partido de Estado y de gobierno que bauticé como Militancia festiva.
El último libro, el que con más empeño escribí y reescribí durante la pandemia fue la experiencia exitosa, quizá la primera y más relevante en la historia del estado referida a un problema medio ambiental que logramos revertir con la organización más amplia de cuantas se conocen la tendencia de la grave contaminación de la bahía de Zihuatanejo cuyos indicadores llegaron a hacerla prohibitiva para su uso recreativo, a pesar de lo cual los inversionistas privados, aliados con funcionarios federales de los gobiernos panistas, pretendían privatizar para acaparar el negocio del turismo de cruceros, modificando de manera arbitraria e ilegal las corrientes marinas que naturalmente limpiaban o diluían las contaminadas aguas residuales de la ciudad vertidas al cuerpo de agua marino, una lucha que involucró como ninguna otra a todos los sectores sociales de Zihuatanejo que durante ocho años, desde el gobierno de Vicente Fox y hasta el término de Felipe Calderón no cejaron en su propósito hasta que en el año 2008 decidió cancelarlo a sabiendas de la rebelión que generaría su imposición.
Así di cuenta de mi obra publicada agradeciendo a mi amigo el periodista Kent Patterson de Nuevo México haber leído el borrador de este libro para el que escribió su opinión que aparece en la contraportada, y cumplí con la invitación del Ecotianguis.