EL-SUR

Jueves 18 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El otro debate, Omar Bravo o Kikín

Jorge Zepeda Patterson

Junio 12, 2006

Mientras el país se mantiene en vilo por el rebote de la pelota con el partido entre México e Irán este domingo, los asesores se devanan los sesos para imaginarse maneras de aprovechar el mundial de futbol en favor de sus candidaturas. El equipo de Calderón fue el primero en reaccionar y logró colar a su candidato a un entrenamiento de la selección antes de que ésta partiera a Europa. No fue mucho lo que Felipe pudo hacer con el balón, pero desde luego les metió un gol a sus contrincantes al filmar a Kikín Fonseca y Jared Borgetti con su equipo. Los panistas no sólo salieron con la adhesión de estos dos delanteros sino también con sendos anuncios de campaña a favor de Calderón.
López Obrador y Madrazo reaccionaron tarde, pero de manera decisiva. Aunque no lograron fichar a alguno de los seleccionados, hoy sus anuncios inundan la transmisión de los partidos y los programas en torno al Mundial. Las tres maquinarias electorales se han montado en la feria futbolera para que los mexicanos no los olvidemos del todo, luego del hartazgo de dos años de campaña más o menos estéril.
Y digo estéril porque después de toda la polvareda increíblemente aun siguen en empate técnico. Hace una semana, en este espacio, me aventuré a decir que el debate del martes pasado podría ser decisivo para definir el voto de los indecisos y desempatar de una vez por todas el entrampamiento. No fue así. Tengo la impresión que los indecisos, todavía cerca del 30 por ciento de los posibles votantes, simplemente ignoraron el debate. Aunque el raiting del encuentro televisado no estuvo mal con cerca de 19 puntos, la sintonía de telenovelas que se transmitían en ese momento superó por el doble a la del debate.
Al parecer aquellos que lo vieron fueron en su mayor parte los que ya estaban decididos por una u otra opción. Sólo así se explica que los sondeos de opinión sobre el desempeño de los candidatos arrojen resultados tan opuestos. Los que han tomado partido por Felipe lo vieron incluso de estatura presidencial (el mismo Calderón debe creerlo, porque esa misma noche apareció en un spot de televisión con bandera a un lado tipo despacho de Los Pinos). El guión perfectamente ensayado del panista fue música para los oídos de sus seguidores, mientras que para sus detractores fue una muestra más de retórica artificial digna de vendedor de seguros. La sonrisa que flotó en sus labios a lo largo de la exposición, fue para sus simpatizantes una exhibición de seguridad y confianza, mientras que para los pejistas se trató de un claro ejemplo de soberbia y burla.
El caso de López Obrador es similar. El bamboleo y la parsimonia de El Peje fueron asumidas como expresión de autenticidad por parte de sus simpatizantes; mientras que a sus detractores les pareció una muestra de rusticidad, nerviosismo y falta de preparación. Lo que para unos fue la hiel para otros fue la miel.
Lo que sí permitió el debate fue enterarnos de cuan polarizada está la opinión pública mexicana, empezando por los auditorios de los medios de comunicación. La noche del martes y a lo largo del miércoles algunos diarios y noticieros convocaron al auditorio para conocer su punto de vista sobre el ganador del debate. El resultado es sorprendente. Mientras que los auditorios de Gutiérrez Vivo o de Víctor Trujillo arrojaron un saldo abrumador a favor de López Obrador; los sondeos de Reforma, Excélsior y páginas de Internet se volcaron en beneficio de Calderón. Esto nos lleva a dos conclusiones, por lo menos: una, que cada quien vio el debate que quiso ver, dependiendo de “su gallo”; y dos, que los mexicanos han optado por sintonizar los medios de comunicación con los que se sienten cómodos a partir de sus simpatías políticas.
Todo indica que el próximo presidente será definido por los indecisos. En su mayor parte son los que no ven debates ni siguen de cerca la evolución de las campañas. Su mayor aproximación a los candidatos resultará de las charlas de sobremesa y de pasillo y de los spots televisivos de los partidos políticos. Esto significa que en gran medida estaremos en manos de los publicistas y asesores de imagen, y del consecuente bombardeo que desencadenarán sobre nuestras casas en medio de la pasión futbolera.
Quizá por ello, los asesores de campaña del PAN ahora le piden al cielo, donde creen tener más derechos que sus rivales, que sea Kikín quien marque los goles, y no Omar Bravo o Guillermo Franco los que se vistan de héroes. Pero sobre todo prenden veladoras para que no vaya a fallar un penalti o se convierta en chivo expiatorio de algún descalabro en la cancha.
Se dice que un buen desempeño de la selección mexicana favorecería al presidente Fox, al partido en el poder, y en consecuencia, a Felipe Calderón. Se supone que los triunfos del equipo nacional y la euforia resultante propician un acercamiento entre pueblo y autoridades. Habrá que ver. Por desgracia, las derrotas y el desengaño resultante provoca justamente lo contrario: un sentimiento de hartazgo propicio para el cambio.
Ojalá pudiéramos entregarnos a la fiesta del futbol con absoluta despreocupación. Pero los rostros de Calderón, Madrazo y López Obrador y sus respectivos ataques y contraataques durante las transmisiones nos lo impedirán. El 2 de julio cae justamente un día después de los cuartos de final; podríamos estar celebrando eufóricos el pase histórico a una semifinal o simplemente lamentándonos de no ser brasileños.
¿Decidirá el futbol lo que no pudieron los debates?

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