EL-SUR

Martes 10 de Diciembre de 2024

Guerrero, México

Opinión

El pacto del dedazo

Silvestre Pacheco León

Enero 22, 2024

La política como un arte de noble finalidad, muy propia de los seres humanos, ha dejado de ser una ocupación edificante desde que los medios masivos de comunicación la convirtieron en el principal de sus negocios como bastión de noticias y espectáculos.
Eso ha sido uno de los resultado de las reformas institucionales producidas durante el proceso para la democratización del país que dieron origen a la creación de partidos políticos para canalizar la energía del descontento social que se expresaba de manera violenta en diversas regiones del país.
La creación de los partidos políticos incluyó la dotación de recursos públicos para sus actividades de educación cívica y política que para el presente año suman 6 mil 609 millones más 3 mil 304 millones para sus gastos ordinarios de acuerdo con la información del INE.
Desde 1977, año de la reforma electoral ideada por Jesús Reyes Heroles, surgieron partidos como el PST, el PDM y el PCM más los tradicionales, PRI, PAN, PARM.
Desde entonces la política se profesionalizó dando paso a la especialización de propagandistas, estrategas electorales, empresas encuestadoras pero sobre todo de un mercado para la publicidad que se convirtió en la mina para los medios de comunicación contratados con recursos públicos para difundir sus programas y plataformas, para posicionar a sus candidatos en el ánimo de los votantes.
Esa es la razón de que la política propiamente dicha sea sustituida por las campañas electorales convertidas en serie de telenovelas que son el pan y circo que distrae y ocupa a la población obligada a ver y escuchar en la radio, prensa y televisión, y ahora en las redes sociales, la misma secuencia de chismes.
Lejos de profundizar en las diferentes posturas ideológicas que representan los partidos y sus implicaciones sociales, los medios han hecho de las campañas electorales series en las que se explota el morbo de las audiencias con la debida dosificación de escándalo para exaltar lo más grotesco en la conducta de partidos y candidatos, contrastando lo que dicen con lo que hacen, alejados de los principios políticos e ideológicos y propuestas programáticas.
Uno de los hechos más repudiables en esta narrativa que ocupó semanas en los medios, es el protagonizado por el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés contra el gobernador de Coahuila a quien acusa de incumplir acuerdos tomados con su jefe político mejor conocido como Alito.
El PAN, un partido clerical que ha querido siempre ser ejemplo de buenas costumbres y de conducta intachable pero que en los hechos es de una monumental hipocresía o doble moral, porque dice una cosa y hace otra.
Por boca del mismo dirigente panista se conoció un convenio firmado entre los dirigentes de los partidos blanquiazul y tricolor mediante el cual se supo que todo el juego mediático de la oposición para elegir a su candidata para la Presidencia de la República se negoció en la cúpula de ambos partidos, de tal manera que nunca hubo la intención de realizar en el interior de la alianza opositora un proceso democrático para elegir su candidato o candidata, sino que todo fue una farsa para engatusar a la sociedad y a sus propios partidarios, pues en el convenio dado a conocer a los medios de comunicación como reacción y enojo del panista contra el incumplimiento del PRI, se dejó al descubierto que ambos partidos habían decidido que la senadora Xóchitl Gálvez fuera la candidata presidencial como prerrogativa del PAN mientras el PRI resolvería sobre la candidatura de la oposición para el Estado de México.
A Marko Cortés le pareció intrascendente quedar al desnudo frente a la sociedad como viles hampones de la peor calaña en su intención de exhibir la falta de palabra del priísta para cumplir con el convenio referido, y sin proponérselo exhibió la desfachatez del dirigente priísta al bajar de la contienda a su compañera Beatriz Paredes cuando ésta casi remontaba a la hidalguense.
Perdido entre la ingenuidad y la tontería, Marko Cortés ni siquiera quiso disculparse de su sandez repudiada por todos, y siguió empeñado en reclamar las migajas del botín sin reparar que estaba exhibiéndose como el bucanero, ensimismado en creer que con su acción era el mejor ejemplo de transparencia, no de trapacería, de parte de la alianza opositora contra el propio electorado al que quieren conquistar, engañándolo con una supuesta vocación democrática que están lejos de practicar.
El convenio en cuestión no es malo en sí mismo, porque la ley incluso permite que bajo un documento parecido se formalicen alianzas y coaliciones, pero con un alcance que se justifica porque mediante acuerdos los partidos pueden decidir el porcentaje de votos a repartirse en el caso de una coalición, incluso para la integración de las planillas en los ayuntamientos y en las listas de aspirantes a diputados y senadores, pero el caso que nos ocupa va mucho más allá porque incluye el engaño a la sociedad sobre un supuesto método democrático para elegir a su candidata cuando en realidad se trata de un auténtico dedazo que no tendrá explicación frente a sus partidarios que ya marcharon en defensa del INE como muestra de que no quieren imposiciones.
El convenio de la simulación firmado entre los dirigentes del PRI y del PAN metió en la negociación cargos públicos y nombramientos en organismos que tienen ellos mismos una autonomía o reglamentación para otorgarlos, como es el caso de las notarías y cargos directivos en escuelas y universidades.
Como verdaderos hampones los dirigentes de ambos partidos se dieron vuelo repartiéndose posiciones que en su incumplimiento por parte del PRI dieron lugar al destape de la cloaca que está para costarle el puesto a Marko Cortés, al que está lejos de renunciar porque no tiene vergüenza ni el más mínimo escrúpulo frente a las negociaciones que están en curso para la integración de las candidaturas para las cámaras de senadores, diputados, gubernaturas, congresos locales y ayuntamientos.
Marko Cortés, al fin panista, borró de su conducta personal y como dirigente de un partido confesional las dimensiones del pecado cometido contra la sociedad a la que supuestamente se debe el PAN. Miró como algo natural la denuncia para exhibir a su aliado en ambiciones como si en el deslinde él quedara exonerado de culpa.
Quienes han querido defender la postura del dirigente panista calificando su acto como ejemplo de transparencia y rectitud exhiben su absoluta ignorancia y falta de cultura política.