EL-SUR

Jueves 25 de Abril de 2024

Guerrero, México

Opinión

El PRD en Guerrero: victorias que se convierten en fracasos

Marcos Matias Alonso

Diciembre 20, 2005

 

 

Diversos dirigentes históricos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) han manifestado su honda preocupación sobre el proceso de elección interna para seleccionar a sus dos candidatos al Senado de la República y los seis diputados federales para ocupar escaños legislativos en el Congreso de la Unión. Los acontecimientos del pasado 11 de diciembre serán determinantes para definir la victoria del 2 de julio en el 2006. Es crucial para el PRD rectificar, reorientar y evaluar su estrategia de alianza política. Aún es tiempo de tomar decisiones enérgicas para modificar y revisar el camino andado. Dejarlo para después, será demasiado tarde.

Una tarea emergente del PRD es definir la relación política con el gobernador actual. Es un desafío impostergable. La derrota del PRI el pasado 6 de febrero fue una estocada de la cual empezó a recuperarse desde los primeros días en que el nuevo gobierno asumió el poder político. Muchos priístas y emisarios de administraciones pasadas se encuentran instalados en espacios estratégicos de la administración pública. La composición global del gobierno de ZTG es un espejo de acuerdos pactados para saldar deudas políticas. En realidad el adversario no ha salido de la Casa de Gobierno. Se encuentra adentro y goza de buena salud.

El PRD no ejerce ni comparte cogobierno político con ZTG. Su presencia e influencia es marginal y subalterna. Su victoria política va hacia un fracaso por tener a la cabeza un liderazgo híbrido, que como bien lo ha juzgado Cuauhtémoc Sandoval, el gobernador es un “demócrata de izquierda, con un pensamiento de Felipe Calderón en materia de política económica”. Ciertamente, es certera la caracterización de su segundo perfil. Sin embargo, sobre lo primero, cada día resulta más complicado definirlo como demócrata y menos de izquierda.

No es necesario ser un experto en teoría política para observar que las fuerzas antidemocráticas del pasado tienden a incrustarse en el PRD. Los grupos de linaje priísta desplazan a los hombres de batalla con principios democráticos. La casta de desprestigiados priístas, que nunca dejaron de serlo, está a un paso de montarse sobre el PRD. Tuvieron que conocerse los resultados de la elección del 11 de diciembre, para descubrir que el adversario del PRD se encuentra en casa y que ha llegado para aniquilarlo en sus propias entrañas. De no extirpar el mal, el PRD acabará por contaminar su estructura, será devorado en los municipios y destruido a nivel estatal.

Los dirigentes más notables del PRD en Guerrero coinciden en que el 11 de diciembre la izquierda sufrió un severo golpe por parte de los personajes de la vieja guardia de priístas. Ellos son expertos en el arte de la mutación y el disfraz político. Ayer priístas de dudosa reputación y hoy distinguidos perredistas. Son hombres que nunca se han preocupado por la suerte de sus ciudadanos, más bien se ocupan en la preservación de sus privilegios personales y de los grupos políticos que representan. Si no hay puertas ni candados políticos, pronto veremos la configuración de una nueva generación de priístas que se levantarán sobre los hombros del PRD. Si no hay muros que los detenga, los mutantes políticos tenderán a expandirse en cada uno de los rincones de nuestra geografía guerrerense.

Son varias lecciones políticas que pueden obtenerse de los acontecimientos del 11 de diciembre. Una de ellas nos anticipa del estilo que predominará en las próximas elecciones del 2 de julio del 2006. Los candidatos a diputado federal que se erigieron como triunfadores en el distrito 4 y 9, ensayaron estrategias que aprendieron en la escuela priísta: compra de votos, campañas basadas en el derroche de recursos económicos y el clientelismo dadivoso; todo ello basado en la política del dinero. Con justa razón Marcial Rodríguez ha señalado que en los próximos comicios federales “ganarán las elecciones quienes tengan el dinero para comprar votos…”.

Si en Acapulco se ha impuesto la política del dinero, ¿qué puede esperarse de las regiones más alejadas en donde la cultura cívica y electoral es menor? En estas regiones, el PRI aceitará su maquinaria para actuar en el campo del clientelismo: despensas, cemento, créditos, láminas, canastas, juguetes, subsidios, promesas, ofrecimientos y diversas esperanzas habidas y por haber.

En varias décadas de dominio priísta, sus operadores se especializaron en corromper sueños e ideales. Hicieron de los votos un mercado y echaron a andar un arsenal de mañas y trucos en la habilidad del engaño y la manipulación. La cultura priísta es rica en el arte del fraude electoral.

Las próximas elecciones federales serán un verdadero campo de batalla y un escenario de guerra política. Una contienda en la cual se instrumentarán todos los medios para alcanzar la victoria electoral. En uno de sus lúcidos ensayos, Lorenzo Meyer ha advertido lo siguiente: “Aquél que sólo confíe en la bondad de su ideología, en lo atractivo de su programa y en las ideas, está en desventaja frente al que insiste en la movilización tradicional de los sectores menos tocados por la modernidad. Incluso aquellos que vuelquen el grueso de sus recursos en la propaganda considerada moderna, televisión o radio, no van a imponerse a quienes en vez de ideas o imágenes y lemas apelen al sentido común de los más necesitados, que muchas veces prefieren, y con razón, un ofrecimiento concreto de leche a una oferta teórica sobre cómo llevar a cabo una política social que combata de manera genérica la pobreza”.

El maestro Meyer también ha alertado que desde las alturas del discurso o el spot de televisión no puede competirse con el clientelismo de la vieja escuela política. La única manera de combatirlo es bajar al suelo social y enfrascarse en una lucha directa, frente a frente, cuerpo a cuerpo. Lo que está en juego lo amerita. Bajar al suelo social implica tener cuerpo, vista y oído pegado en terreno concreto; es decir, en el teatro de los acontecimientos, en el campo de batalla, donde se decidirá la victoria o el fracaso de uno u otro grupo político en la contienda que se vivirá el 2 de julio del 2006.

 

* Investigador del CIESAS.

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